No son pocos, dentro y fuera del país, que se preguntan, visto lo visto, porqué sigue en el poder el gobierno militar-cívico que nominalmente encabeza Nicolás Maduro.
El desastre gigantesco en lo económico y social sería razón suficiente para que un gobierno de gente normal y medianamente razonable hubiera renunciado y dado cabida a una solución democrática ajustada a los parámetros constitucionales.
Pero lamentablemente no estamos frente a unos políticos normales, juiciosos, responsables y conectados a la realidad, con los cuales uno podría tener las diferencias naturales que se dan en cualquier sistema democrático. Ése no es nuestro caso.
Por el contrario, los venezolanos encaramos una tiranía, que tampoco es de las que una designaría como “normal”, clásica, porque está comandada, como ha sido señalado, por una secta militarista, que además de ser inescrupulosa, perversa y corrupta, actúa como una agrupación de corte fascista, aunque se adorne con un discurso supuestamente reivindicador de los más necesitados y partidario de la paz.
¿Por qué no cae este gobierno, habida cuenta del desastre y del repudio casi unánime de los ciudadanos, expresado durante 45 días continuos, con un saldo de penosas muertes, asesinatos, mas bien, de jóvenes?
¿Qué hace que siga sosteniéndose un gobierno también rechazado y condenado por gran parte de la comunidad internacional?
¿Cuántas atrocidades adicionales debemos sufrir antes de que salga el gobierno más letal que hayamos conocido en nuestra historia patria y la del hemisferio?
¿Qué otra cosa debemos hacer los que oponemos a él para que de una vez por todas se vaya?
Estamos librando una lucha asimétrica que a pesar de esta circunstancia, cada día se agudiza por la terquedad absurda de un poder que no quiere ceder en nada y buscar una salida consensuada, y ajustada a la Ley.
La camarilla militar-cívica que ha hundido al país en el caos no abre una mínima puerta a una solución. Está llevando al país a prácticamente una guerra civil. Su siembra de odio y rabia está conduciendo a un clima en el que la irracionalidad se podría imponer, y eso ya se está viendo. Mucha gente empieza a ser asaltada por una pasión intensa de venganza y si esto se llegare a instalar en gran parte de la población, no quiero ni mencionar en el oscuro foso en que caeríamos como sociedad.
La dirigencia opositora, en medio de esta vorágine, tiene que asumir un rol orientador, sin perder el objetivo central. No solo al gobierno se le está yendo de las manos el control de la situación, también a los líderes de la oposición les podría ocurrir otro tanto.
La oposición, por encima de sus iniciativas de justas y legítimas protestas, debe proponer, igualmente, una propuesta política clara al país. Que vaya más allá de las generalidades de la necesidad urgente de un cambio político. Solo con planteamientos concretos de cara no solo a sus seguidores, sino también a aquellos sectores que se ubican políticamente en el bando contrario, se puede encauzar una salida al atolladero en que estamos.
En sectores alrededor del gobierno, tiene que haber algunas reservas de sensatez política, de instinto de supervivencia, de percepción correcta de la realidad. Allí hay gente que percibe que de persistirse en la enloquecida deriva actual, saldremos perdiendo todos con el hundimiento del país.
¿Qué vamos a proponer a ellos? ¿Qué propondremos a un sector que ha sido involucrado criminalmente en la política, las FAN?
¿Qué planteamos en materia económica?
¿Qué tipo de gobierno queremos instaurar para salir de esta crisis? ¿Quienes deberían componerlo ( no me refiero a nombres)?
¿Qué mensaje concreto vamos a enviar a la comunidad internacional?
Contestemos estas preguntas de una vez y lancemos al país y el mundo nuestro plan concreto y puntual de recuperación de la democracia y la economía, y los mecanismos concretos para ello. No se trata de redactar un exhaustivo programa, pero sí de ofrecer un conjunto de medidas perentorias que podría adelantar un gobierno con amplio apoyo nacional, incluida gente que ha estado en la órbita del gobierno.
Sé que los ánimos encendidos y las pasiones desbordadas son los que en estos momentos se imponen. Que las contradicciones son muy agudas, que la rabia está desatada y que hay quienes piensan en términos de ‘todo o nada’. Pero para superar esta terrible situación es necesario un poco de cabeza fría, porque en ello nos jugamos la existencia como país.
En esta lucha desigual, y lo subrayo, desigual, en términos de instrumentos de fuerza bruta (aunque el que la tiene, el gobierno, no ha podido imponerse), es necesario, de parte de la oposición, sin ceder en su protesta, lanzar una propuesta política que logre quebrar el bloque adversario, dividirlo, lo que por lo demás, está sucediendo. Así, los espacios que sigue controlando y los afectos que le quedan, podrían voltearse a una solución política viable a la crisis, que goce de un amplio consenso y encamine al país hacia una senda de reinstitucionalización democrática y de recuperación de la economía.
Antes de que nos despeñemos hacia un caos incierto, hagamos ese último esfuerzo.
EMILIO NOUEL V.