Aquí no hay bunker donde correr mientras son lanzadas multi-direccionalmente. Ya no hay sirenas que avisen seguidas de aviones que vuelan por la noche.
Son más temibles que las anunciadas un día por el muñeco de cera que una vez se convenció a sí mismo que podía apropiarse hasta de los huesos de Bolívar como si también le pertenecieran.
Bombardeados con desinformación, seguida de información que muchas veces no sabemos con certeza de dónde proviene, complementado con lo que cada uno respira y siente en su vida diaria, la que sea.
Audios, videos, fotos, mensajes, correos por toda clase de redes sociales. Chats múltiples de seguridad, vecinos, ex alumnos del colegio, de la universidad, colegas, de la vida, de la calle, de las marchas, del mercado, estudios, trabajo, medicinas, gremios, familia, de los que viven cerca y de los que ya se fueron.
Cada noche ese dolor de espalda que no deja dormir y en la madrugada ese dolor de cabeza que despierta. Compañeros fieles en la hora del tímido descanso.
Estrategia pura dirigida a convencer de que se sabe mucho para que no sepamos nada. Empeños sistematizados para que lo grave luzca insignificante y lo nimio importante. Información dirigida a desinformar aplanando y desgarrando los sentidos. La tragedia convertida en norma que funciona con mitades ciertas y mitades en 400 ó 600 mensajes diarios en cualquier horario y anunciados en el móvil con un tono elegido por cada usuario.
Hoy los pájaros anuncian con su canto un nuevo día. Lo agradezco. Mantienen mi cable en tierra mientras leo que un loco sigue probando misiles lanzándolos al mar soñando el día que alcancen otros objetivos; que otros conducen vehículos, camiones o tanques de guerra sobre la humanidad del que se atraviese por delante y que otros se explotan a sí mismos para reventar la voluntad de los que insistimos en seguir viviendo.
Hoy el sol está demorado y se resiste en salir. Sabe que debe seguir iluminando a todos por igual, sin importar el dolor de unos y la gloria de otros, así como a la soberbia de que se creen poderosos, como también lo creyeron unos antes que estos.
Hoy el cielo nos devuelve los gases lanzados al aire sin ignorar los que fueron incrustados en la carne con su sutil y bravo lamento para recordarnos que aunque a veces la memoria nos falle, los siglos no callan y la historia a nadie engaña.