Un mes después de haber sido elegido presidente al centrista Emmanuel Macron, los franceses votan el domingo en primera vuelta para elegir a sus diputados y, según los sondeos, su partido podría obtener una mayoría de escaños para llevar a cabo las reformas prometidas. AFP
A dos días de la primera vuelta de estas elecciones, los sondeos dan un cómodo avance al campo de Macron, con un 30% de intenciones de voto, frente a una oposición debilitada y atomizada.
Eliminados ya en la primera vuelta de la elección presidencial, los tradicionales partidos de izquierda y derecha que se repartieron el poder desde hace 60 años temen un verdadero tsunami del movimiento presidencial creado hace poco más de un año: según varias proyecciones, podría obtener 400 diputados (sobre un total de 577 en la Asamblea nacional), muy por encima de la mayoría absoluta de 289 escaños.
Los dirigentes europeos y los mercados se felicitan de que se puedan aplicar esas reformas, pero preocupa a las demás fuerzas políticas francesas semejante concentración de poderes.
Macron y su movimiento llevan a cabo una “estrategia de dominación hegemónica (…) no creo que sea saludable para el debate democrático” se lamentó este viernes François Baroin, líder del partido de derecha Los Republicanos para estas legislativas.
Estado de gracia
La hegemonía de los diputados pro-Macron confirmaría la necesidad de renovación política que tienen los franceses, que han dejado fuera de juego a los antiguos líderes políticos de los partidos tradicionales y elegido un presidente de 39 años, aún desconocido por todos hasta hace no mucho.
Su voluntad de poner fin a los viejos atavismos políticos lo condujo a formar un gobierno mezclando personalidades de derecha, izquierda y de la sociedad civil.
Entre los 530 candidatos presentados por La República en Marcha, el movimiento de Macron, solo figuran 28 parlamentarios salientes, y buen número de ciudadanos procedentes de variados horizontes: torera, matemático, piloto de caza…
Su falta de notoriedad está compensada por la popularidad del nuevo jefe de Estado, que se beneficia de un indudable estado de gracia al inicio de sus cinco años de mandato.
Sus primeras pasos en el escenario internacional, considerados exitosos frente a los pesos pesados Trump, Merkel o Putin, sumado a la fascinación que suscita la atípica pareja de un presidente y su mujer 24 años mayor, ha generado una verdadera “Macronmanía”, pese a un escándalo que afecta a uno de sus ministros, acusado de favoritismo en una transacción inmobiliario en 2011.
El desafío de reformar
Pero aún queda por ganar estas legislativas, cruciales para Macron, que necesita una sólida mayoría para asentar su política de reformas sociales y liberales: moralización de la vida política, flexibilización del mercado de trabajo –ante la oposición de los sindicatos– o la reducción de los déficits públicos, para satisfacer las normas europeas impuestas desde Bruselas.
El imperativo es doble: se trata de respetar las promesas hechas a los electores, pero también de recuperar la confianza de Alemania, que desde hace años reclama a París reformas estructurales.
Emmanuel Macron tiene además la intención de formar con Alemania un dúo a la cabeza de Europa, en momentos en que el aliado Estados Unidos se distancia y Gran Bretaña optó por el Brexit.
“La elección de Emmanuel Macron de devuelve a Europa una frágil esperanza. Trump y el Brexit pueden ejercer de acelerador de partículas para la pareja franco-alemana”. Pero “Francia debe traducir sus intenciones en actos para convencer a Alemania de que esta vez sí llevará a cabo totalmente sus reformas”, según indica en una nota de análisis el experto en política internacional, Dominique Moïsi.