Gustavo Tovar-Arroyo: Katherine Harington, la última mastodonta (BIS)

Gustavo Tovar-Arroyo: Katherine Harington, la última mastodonta (BIS)

Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

 

La limpia pocetas

En agosto de 2015, hace dos años, publiqué este artículo. Decidí repetirlo ?como los cantantes repiten sus clásicos? porque su vigencia es desconcertante. Cuando lo lean pensarán que lo escribí ayer.

Me siento obligado a hundir el dedo en la llaga, el bochornoso espectáculo de la maleta que escenificó la sirvienta ?porque le sirve, no mal interpreten? de Diosdi Cabello, Katherine Harington, demuestra que la dictadura chavista en su inmoralidad ha perdido todo sentido del ridículo.

He descrito a la Harington como la limpia pocetas del chavismo y de mi casa, la famosa presa política “Michoacán”, pero con este último capítulo la mastodonta se pasó.  

A petición del público: “Katherine Harington, la última mastodonta”, espero les guste.

 

Brotes de histeria

A menos de que todos los venezolanos seamos unos autómatas, que no lo somos, Venezuela estallará pronto.

Está semana se sintieron por doquier los gritos desesperados de una nación al borde de un masivo colapso nervioso. Ya no es un sobresalto lo que vivimos, es una epilepsia nacional. Todos sin excepción nos retorcemos de angustia, hasta los chavistas se preguntan frente al espejo: ¿qué va a suceder?  

Estamos en el preámbulo del apocalipsis. Los brotes de histeria colectiva han sido masivos. Nos mordemos, nos arañamos, nos tomamos de las greñas por un litro de leche. Si seguimos así pronto nos sacaremos los ojos. Estamos a punto.

Eso ha logrado el chavismo.

 

Una sociedad de mastodontes

La tradición nos ha mostrado que la histeria desbordada lo único que ha traído a las naciones es muchísima sangre derramada, y en Venezuela el desangre masivo nos muerde los talones. No creo que haya manera de evitarlo, lo digo con horror y tristeza.

El chavismo nos ha convertido en una sociedad de mastodontes que con su sobrepeso de inmoralidad pisotea todo a su paso. Basta ver a Maduro o a Cabello, su obeso cinismo, para confirmarlo.

En Venezuela la política es un atropello; la esperanza está presa; la libertad está en el exilio; la justicia, confiscada; y la igualdad, torturada; mientras tanto, las celulitis de la barbarie se imponen: Chávez a la vanguardia. Llegaron raquíticos al poder, ahora son unos bodoques de crueldad y corrupción.

El desangramiento social (criminal) fue su legado vergonzoso; sigue el político. La dictadura hará todo lo posible por perpetuarse; no podrán.

No olvidemos que son unos mastodontes de crueldad y brutalidad.

¿Podrán pisotear a toda Venezuela?

Lo dudo.

 

 

Katherine Haringhton, la última de las mastodontas

Lo sé, lo sé…, no tienen por qué recordármelo, esa despiadada tara que arrastro desde la infancia y que me empuja ?sin razón ni motivo aparente? a puyar a los cerditos para verlos chillar fastidiados y quejosos, se repite y repite en mis artículos.

No puedo evitarlo, todas las terapias fracasan en mí. Soy tan inapropiado y blasfemo, tan políticamente incorrecto y sacrílego que hasta yo me horrorizo.

Pero cómo evadirme de meterle unos puyazos metafóricos a esa celulitosa de inmoralidad que es la última mastodonta del chavismo, Katherine Harington; cómo no atizarle a su corpulento descaro una ráfaga de adjetivos para desabrochar su gordinflona injusticia; no puedo, por más que lo intento me es imposible, no puedo.

Alguien en la oposición tiene que responder a la mastodontia chavista, no podemos permanecer incólumes, el desangre se avecina.

Más vale desfallecer puyando cerditos y mastodontes, que aplastados por ellos.

 

Los luchadores de sumo de la inmoralidad

Mi crueldad es panfletaria, no asesina. No sé disparar, ni lo haría contra un venezolano. Eso sólo lo hacen los chavistas.

Lo más peligroso que puedo ser es a través de mis parábolas y mis metáforas. Espero que mis editores no se irriten. La culpa de lo que hago se le debe a Voltaire. Él sí era ofensivo, yo no. Haberlo leído a tiempo me hizo menos cándido y más optimista para combatir a los mastodontes. Y sé hacerlo, mi puya afiladísima es la palabra.

Antes menciono que soy parabólico, erré, más bien soy antiparabólico. Pienso que hay que desenmascarar la masacre que se aproxima. Otra más. Una versión de lo que ocurrió en la Cota 905 (podría escribir: en la Asamblea Nacional hace días), pero en toda Venezuela. Así actúan ellos. Hay que denunciarlos.

No deberían de ofenderse. Soy un venezolano más que no quiere morir aplastado por esa coñamentazón de luchadores de sumo (de inmoralidad) que es el chavismo, gordinflones en corrupción y perversidad.

Katherine Haringhton ?la última mastodonta? fue fiscal y como tal pisoteó la ley, se orinó sin clemencia en la jungla de la justicia y atropelló ?apabullándolos? a inocentes venezolanos por considerarlos oposición política. No pudo con el sobrepeso de su maldad, no puede adelgazar su salvajismo. Ahora es policía, ¡sálvese quien pueda!

Junto a González López intentará mostrar que su maldad es la que más pesa.

 

La moral

El problema venezolano no es educativo ni cultural, tampoco social ni político, es moral. El chavismo lo corrompió y pervirtió todo. No es que antes no hubiesen situaciones de inmoralidad, claro que las habían, pero con el chavismo la inmoralidad es mucho más pesada y gordinflona, aplasta.

No hace falta ser muy culto ni educado para ser una persona de principios o valores morales arraigados e incorruptibles. En el chavismo actual no hay una sola persona de principios, no hay una sola persona “moral”. Ni una.

Son una manda de mastodontes.

Los brotes de histeria colectiva de esta semana, los focos barbáricos y la asesina respuesta de la dictadura (otra masacre de los “sancionados” González López y de Haringhton) son indicios de que se aproxima mucha violencia. La situación no sólo es dramática, es asfixiante, la dictadura chavista y sus mastodontes se aplastan a ellos mismos.

No hay nada ni nadie que pueda evitar su debacle. Habrá un estallido, el chavismo morirá de un infarto, el sobrepeso de inmoralidad de sus mastodontes y mastodontas lo hizo sucumbir.

Esquivemos su aparatosa caída, no respondamos a la violencia con violencia, organicemos la rebelión no violenta.

Que más nunca se repita en Venezuela la política de los mastodontes.

 

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