Konzapata: Caso Leopoldo López ¿quiere Nicolás Maduro negociar la constituyente?

Konzapata: Caso Leopoldo López ¿quiere Nicolás Maduro negociar la constituyente?

(@wiljimenez/LaPatilla.com)
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El problema es la constituyente. Que no le resolverá los problemas al gobierno de Nicolás Maduro. Por el contrario, los asuntos clave se van a profundizar si el régimen logra imponer lo que ha vendido como solución de paz, solución económica, solución de todo.

Por Juan Carlos Zapata @periodistajcz en Konzapata





Y el tiempo corre. Y mientras se acerca el 30 de julio, el tiempo se acelera. De allí, entonces, la necesidad de entrar en una etapa de negociación y de allí, en consecuencia, la medida de casa por cárcel a favor de Leopoldo López.

A Maduro y al grupo que lo apoya –Elías Jaua, Tareck El Aissami, Jorge Rodríguez, Cilia Flores, entre otros- les dijeron palabras más, palabras menos que:

-La constituyente partió con un esquema de elección ilegítimo que abona el sentido de la ruptura constitucional expresado en las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia. El 1 de agosto no habrá cambiado la percepción. Ni en lo jurídico ni en lo político. En lo político, porque ni siquiera en el Palacio de Miraflores estiman una participación masiva de los seguidores del Gobierno. En el poder también leen encuestas. Y también observan la realidad. De modo que la ilegitimidad no desaparecerá con la constituyente electa.

-Siendo ilegítima, no resolverá este punto clave: el rechazo de la comunidad internacional. De por sí, ya es rechazada. Después, sin demostración de apoyo popular, será aún más repudiada, y con ella, el régimen de Maduro.

-La ilegitimidad no resolverá tampoco el cuadro de crisis interna. La oposición que se prepara para nuevas jornadas de protestas –incluyendo la consulta del 16 de julio- encontrará en la debilidad de la jornada 30 de julio, un nuevo punto de partida, más firme aún, para su combate contra el Gobierno. Eso significará más conflicto. Más violencia. Más muertes. Más presos políticos.

-La constituyente ilegítima tampoco resolverá el problema del financiamiento internacional. Este aspecto le es crucial al Gobierno. En un escenario negativo, el escenario de la crisis es de mayor pesadumbre y, cuidado, de peligro.

-Al cuadro anterior se le agrega el siguiente aspecto. El estallido social. En vista de que la constituyente no resolverá ninguna de las crisis y por el contrario las va a profundizar, el desespero de la población no es que sea un nuevo elemento, es que se va a manifestar no de manera parcial como hasta ahora ha venido ocurriendo, sino masivamente, y con el riesgo de que se produzca simultáneamente a lo largo y ancho del país. ¿Va reprimir el Ejército la protesta social? ¿Con qué saldo de muertos? ¿A qué costo?

-Con todas las crisis juntas, la crisis militar estará a la vuelta de la esquina.

El editorial del diario El País de Madrid dice este domingo: “Todavía no se sabe el alcance que pueda tener la iniciativa tomada por el Gobierno y, por lo que se sabe, sin ninguna contrapartida por parte del joven político opositor y preso de conciencia. Lo que sí deja traslucir el gesto de Maduro es que el régimen necesita abrir una válvula de escape para reducir la tensión que se ha venido acumulando tras tres meses de protestas en las que han muerto 89 personas”.

La verdad es que el Gobierno está enviando el mensaje de la necesidad de negociar. Por lo menos un sector del régimen. Que necesita bajar la presión, cierto. Que le urge ganar tiempo, también. Pero los jerarcas del régimen entienden que julio de 2017 no es diciembre de 2016. Y es que el cuadro cambió. Hace seis meses, la opositora Mesa de la Unidad Democrática, MUD, estaba acorralada. Entonces, el presidente Nicolás Maduro había sorteado 2016. Se había librado de todo lo que significara elecciones. La MUD se vio obligada a reestructurarse mientras el Gobierno parecía galopar. Sólo que después, sabiéndose fortalecido, el presidente Nicolás Maduro y el grupo que lo apoya retaron el destino rompiendo el hilo constitucional y convocando a la constituyente. Ello desató otra crisis, el cuadro de protestas y la crisis interna en el chavismo. Esta segunda visible en lo fundamental en la posición sostenida por la fiscal General, Luisa Ortega Díaz. Es lo que he llamado, la ruptura “blanda” en el universo del chavismo. Y sin bases, el chavismo oficialista, o sea, el madurismo, tiene pies de barro.

Hagamos historia: Cuando Hugo Chávez perdió la reforma constitucional de 2007, mucho se debió a la inhibición de algunos de los gobernadores chavistas que no movilizaron las bases. En esta ocasión, el CNE ha establecido un esquema que asegura el triunfo del Gobierno. Pero ese no es el problema. El problema será la movilización, como hemos dicho. El PSUV, el partido de gobierno, ya se derrumbó en las encuestas, siendo superado por Primero Justicia y Voluntad Popular. Y la verdad es que, además, el chavismo crítico es hoy más numeroso que el chavismo oficialista, madurista. ¿Cuántos de los alcaldes y gobernadores y dirigentes se van a inhibir como lo hicieron con Chávez hace una década? Es una incógnita, sí. No obstante, podemos adelantar que el mundo chavista ya cambió, y con ello, el escenario político El chavismo crítico no quiere que la constituyente acabe con lo que considera el legado de Hugo Chávez: La Constitución de 1999.

Con su postura, el chavismo crítico ha hecho crujir la estructura del movimiento. Y mientras el Gobierno retrase más la solución a la crisis política, corre el riesgo de hacer más grande a la disidencia, en volumen y en figuras. El periodista Rafael Poleo ha usado la expresión de que el régimen se está disolviendo. Se disuelve con el agravante de que del lado oficial –Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Vladimir Padrino López, Néstor Reverol– se ubica el chavismo militar y autoritario mientras que la disidencia crítica es democrática. Es en este punto donde comienza a perfilarse la primera gran coincidencia entre Oposición democrática y chavismo crítico. Y no es otro que el rescate de la democracia y la defensa de la Constitución. Mientras, Maduro y su gobierno se han ganado las etiquetas de dictadura, terror y represión. Queda claro que el agotamiento no es sólo de un modelo político sino también de un liderazgo que no ha podido contener el deslave del chavismo de base, ni mantener unido al movimiento que fundó Hugo Chávez. No ha podido mantenerlo tampoco en la Fuerza Armada. Y ya no es decir. No se trata de que haya movimientos conspirativos en el estamento militar sino algo más grave. El sentimiento de que Maduro fracasó. No es casual que el mismo día que este denunciaba de un supuesto complot en la Fuerza Armada con el fin de parar la constituyente, se decidía la suerte de Leopoldo López.

El editorial de El País termina así: “El régimen bolivariano ha perdido el aura revolucionaria que un día quiso imprimirle su fundador, Hugo Chávez. Ni siquiera los más entusiastas se atreven ya a alzar la voz para defender a Maduro, que solo se sostiene en el poder gracias a una feroz represión y hostigamiento de la oposición. En vez de enrocarse en el poder, le toca dar un golpe brusco al timón: si así fuera, la liberación de López sería un primer paso. Debería seguirle la liberación del resto de los presos políticos, la suspensión del proceso constituyente y el inicio de negociaciones con la oposición para abrir un proceso de profundo y auténtico cambio político que restaure la democracia en el país”.

Dicho esto, queda la negociación. Lo que está por verse es en lo que están dispuestos a ceder Maduro y el grupo que lo apoya. Hace un par de meses, Diosdado Cabello le declaró a José Vicente Rangel en el canal Televen que negociación no significaba claudicar ni tampoco la salida de Maduro del poder. También Cabello negaba la posibilidad de negociar con partidos como VP -el partido de Leopoldo López- al que definía como terrorista. Hoy es otra la realidad. Cambio de tiempo y cambio de fuerza. ¿Retirarán la constituyente? ¿Adelantarán las elecciones regionales? ¿O se establecerá un cronograma electoral que incluya para el corto plazo la elección general? ¿Se liberarán todos los presos políticos? ¿Se reconocerá la Asamblea Nacional? ¿Se terminará el acoso contra la fiscal General? Falta también la respuesta opositora. Cómo asumir la negociación. ¿Unidos? ¿Convencidos? Y sin que el cálculo político y personalista interponga límites. El Gobierno avisa que está atrapado. Si sigue con la constituyente profundiza la crisis. Si la retira, envía una señal de debilidad de muerte súbita. Por tanto, busca una salida negociada. El Papa ha hablado de “valentía” para encarar la negociación. ¿Dónde están los valientes que despejarán la crisis? Esta crisis.