Luis Alberto Buttó: El Pedagógico en el corazón

Luis Alberto Buttó: El Pedagógico en el corazón

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hay muertos que lloran. Vaivenes de la tierra donde reposan huesos maltrechos por el tiempo, de vez en cuando gente ignominiosa se da a la infeliz tarea de pisotear el legado sembrado por aquellos que le antecedieron, estos sí cubiertos no de polvo sino de gloria, reconocimiento tenazmente negado mientras dure el correr infinito de las agujas del reloj a todos los solamente duchos en mancillar buenas obras. Grotesca y por demás dolorosa se torna la historia, cuando torpes cegados por la falta de comprensión de todo cuanto implica ejercicio del pensamiento, escupen protervamente las realizaciones de prohombres que con su altura de logros evidencian la pequeñez que hace deslucir a los ruines expertos en desmontar lo hermosamente erigido a punta de inteligencia y buena voluntad. En otras palabras, la ignorancia y el fanatismo siempre afanados, sin éxito por cierto, en acallar la luz.

Rostro hórrido afeado por las cicatrices de la vesania identifica a la infamia. Consciente como es de su malevolencia, es dada a actuar amparándose en las sombras y/o encapuchando su espantoso andar. Con rapidez y eficacia dignas de mejores tareas se irrumpe en el campus violando la autonomía universitaria y se captura a jóvenes estudiantes. Con idénticas rapidez y eficacia vergonzosas se les somete al escarnio de negarles lo que por justicia les corresponde: ser juzgados por jueces naturales; se les arranca de la ciudad-jardín donde se esforzaban por hacer realidad el sueño de aprender a enseñar y se les despacha como fardos molestos a prisiones lejanas donde con harta dificultad puede llegar la visita amorosa y la solidaridad operativa de familiares, amigos y compañeros. La sociedad indignada ante tan atroces hechos los llama upelistas por el gentilicio asociado a la digna casa de estudios que los acoge y para denunciar con mayor contundencia su injustificable situación no olvida sus nombres: Alex, Sergio, Enger, Yoneiker, Richard, Ángelo, Abraham, Kevin, José, Boris, Jesús, Johan, Fabio, Lisandro, Ángel, César, Luis, Andrés, Michelle, Kenny, Daniel.

Así las cosas, desde el terruño donde yace su grandeza, la tristeza debe estar consumiendo los restos de Mariano Picón Salas. En 1936, con brillantez de mira y verdadero espíritu de servicio a la patria, dirigió el equipo que trajo al mundo al Instituto Pedagógico de Caracas. Replicas de este germen pionero se esparcieron por toda Venezuela y en 1971 levantó columnas el Instituto Pedagógico de Maracay, ése al cual ahora irrespetan encarcelándole sus muchachos. Debe estar llorando Don Mariano al darse cuenta que no ha pasado la pesadilla donde los chácharos se pasean orondos haciendo alarde del abuso de poder. Qué pena con usted Don Mariano: los que hoy indecorosamente manchan el inmortal regalo que con tanta gentileza le dejó a la patria, lo hacen no porque jamás han leído sus escritos sino porque ni siquiera saben quién fue usted. Vea cómo son las cosas: moral y luces siguen escaseando. Lo civil que honra poco les importa.





El cansancio no hace mella. Una voz fortísima se escucha: #LiberenALosUpelistas
Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3