¿Cómo se sobrevive a la muerte de un hijo?
Irradia un sol pálido sobre la bahía de San Francisco, donde vive, desde hace 30 años. La escritora más internacional que tiene Chile, Isabel Allende Llona –67 millones de libros vendidos en 30 idiomas– vuelve a sentirse frágil y responde con una voz escasamente audible: “Lo que pasó con Paula es una de esas situaciones en la que uno no tiene ningún control. Hasta que Paula se enfermó, yo tenía la sensación de que, cuando había una crisis, una situación violenta o mala en mi vida, siempre había una manera de escapar.
En el golpe militar, me podía ir de Chile. En un mal matrimonio, existía la posibilidad de separarse. Pero cuando Paula se enfermó, no había escapatoria ni opciones ni alternativas. Lo único que se podía hacer en ese momento era estar con ella. Y rezar. Yo no soy una persona muy creyente, pero en ese momento lo único que uno puede hacer es tratar de convocar fuerzas mágicas, divinas, para que ayuden. Porque nada funcionaba. Y llega un momento en que hay que confrontar el hecho de que se va a morir. Y cada persona vive el duelo de manera personal.
En el caso mío, me ayudó mucho la escritura. Poder escribir Paula me permitió recordar día a día lo que había sucedido en ese año de confusión. Porque Paula se enfermó el 6 de diciembre de 1991 en España. Y yo pasé varios meses en el hospital con ella en España y después me la traje a la casa en California. Pero cuando Paula finalmente murió, exactamente un año más tarde, para mí todo había sucedido como en un solo magma”.
Al morir su hija, el 6 de diciembre de 1992, Isabel constató que su vida había estado detenida durante 12 meses.
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