Los dos sujetos que disputan jefaturear al régimen, no quieren negociación. Cabello se desaforó en alaridos proclamando que no negocia absolutamente nada. Maduro sigue extendiendo violencia por todo el territorio. Ambos disparan una acción represiva brutal.
Desde ellos no existe una propensión real a encontrar una salida para una transición pacífica que desvíe el choque de trenes. A sus emociones primitivas y al deseo de conservar el poder no les importa el sacrificio en vidas ni la destrucción amontonada.
El 16J volvió a mostrar una mayoría contundente que desconoce los actos inconstitucionales de la cúpula que el 2015 asalto al Estado. El Paro nacional la ratificó con esplendor cívico. Pero, 4 a 5 millones de venezolanos, una parte de la cual comparte el juicio negativo sobre Maduro y duda en darle un falso aval constitucional a su dictadura, exige nuestra atención. Son venezolanos.
El país que está en la calle, con alegría y coraje, quiere un nuevo gobierno, civil y plural, producto de una elección libre. Uno que encare la crisis humanitaria, que garantice vivir y convivir con sosiego, producir, trabajar, crear y tener libertad.
Se quiere paz, bienestar, justicia. El fin de las impunidades, el debido castigo a los incursos en violaciones de los derechos humanos y a una pequeña minoría, cuyo robo continuado a la riqueza de la nación contribuyó a incrementar la pobreza de la población. Esos no actúan por ideas o ideales, sino en defensa de sus inmorales privilegios y sus cuotas personales de poder.
La sociedad no puede coexistir con una cúpula que pretende someterla al control absoluto y exprimirla. El país será más ingobernable si se perpetra el fraude de una nueva constitución, derogando la de 1999, porque en vez de un pacto social será un acto de guerra contra la democracia. El cambio de Constitución agravará las calamidades económicas y decretará el cese de todas las organizaciones e instituciones que resultan incómodas a la instauración de un monopolio absoluto del poder.
La cúpula y sus negocios son incompatibles con un Estado social de justica y derecho. La inalterabilidad del régimen nos lleva al peor futuro imaginable. Si en su seno no surge una visión de respeto a la Constitución vigente, sólo habrá porvenir a costa de una resistencia firme, sostenida, unida y coherente de todos los estamentos de la sociedad. Ese es el desafío.
La Asamblea Nacional debe seguir avanzando en la ejecutoria del mandato soberano del 16J. No para instaurar un poder paralelo, sino para defender las instituciones que cuenten con la legitimidad suficiente para restablecer la institucionalidad y la vigencia de la actual Constitución según su artículo 333.
El pueblo ha ganado y lo hará definitivamente, a pesar de que la cúpula quiera un baño de sangre. Para evitar esa tragedia hay que recordar una verdad universal, que incomoda y espanta a muchos, lograr la paz, la coexistencia y el cambio con estabilidad pasa por una negociación.
@garciasim