Corren los años y en Venezuela se profundizan la incertidumbre, fingimiento e hipocresía, un conflicto permanente de poder y poderes. Un gobierno constitucional, legítimo de origen pero deslegitimado a través del ejercicio y un Poder Legislativo, Asamblea Nacional, fruto de elecciones convocadas por el Poder Electoral en 2015, cuando los ciudadanos decidieron cambiar el rumbo con una mayoría calificada opositora de 112 diputados.
Muchos son los partidos políticos, pero sólo dos extremos protagonizan. Los que quieren cambiar y los que defienden la Constitución que Chávez llamó bolivariana. Una minoría quiere modificarla, sus torpezas la han hecho incómoda, limitante, y una mayoría desea conservarla no porque sea mejor o peor, sino porque no quiere que esa minoría destructora imponga una Carta Magna que la ampare. A tal punto, que ya incluye en sus haberes sectores del chavismo divergente, lo que se conoce como chavismo critico, disidente, pensante o democrático.
Después del domingo 16 de julio el horizonte opositor se institucionalizó, al demostrar con votos un amplio y firme apoyo popular que trasciende por mucho el ámbito partidista y la misma MUD. Una mayoría ciudadana que exige un país diferente y democrático, convicción que envuelve a ese chavismo decepcionado y engañado. La oposición consolidó su legitimidad, precisaba de ese espaldarazo para profundizar labores y vencer el obstáculo inventado, la constituyente, y además desplegar acciones para poner al descubierto el engaño e ilegitimidad. Los oficialistas lo saben, mantendrán sus armas en ristre y la calle se recalentará. Es una causa vacía, sin esencia, solo destinada a satisfacer intereses del gobierno, acólitos, millonarios allegados, complacientes testaferros, enchufados, cómplices y bolichicos.
El oficialismo insiste frenético en realizar la constituyente, siente que es la única manera de asegurarse el poder absoluto, tener bajo control los poderes públicos que le son incómodos y neutralizar a chavistas disidentes, considerados traidores. Esa testarudez arrastra un careo sin sentido, conduciendo la confrontación en acciones brutales por los embajadores del horror.
Una actitud que sólo retardará su salida con el derramamiento de más sangre inocente, insensatez e irresponsabilidad en sumo grado. Sin embargo, les queda un posible escenario. Retirar la constituyente con la generosidad obediente de la Sala Constitucional, o los buenos oficios de Rodríguez Zapatero, emprendiendo un ajuste menos traumático. No obstante, todo indica que será la menos probable, no se vislumbra escapatoria, todo implica, quieran o no reconocerlo, la apresurada salida del régimen.
Algunos criterios no admiten acuerdos con el chavismo disconforme, se fundamentan en que chavismo es chavismo y el madurismo no es diferente, por tanto, pactar con grupos disidentes, lo interpretan como prevaricación. Esos opositores, conceptuados de radicales y divisionistas con la finalidad de chantajearlos y desacreditarlos, no comprenden un dialogo político, a menos que las conversaciones se concentren en principios éticos morales e intereses colectivos de la nación y no de parcelas políticas, provechos partidistas y beneficios individuales.
Hay los que sostienen teorías pragmáticas, narrando la experiencia del episodio sucedido en la segunda guerra mundial, cuando Stalin no pidió a Churchill se hiciera comunista ni Churchill exigió a Stalin se convirtiera en demócrata. Ambos concertaron una alianza frente al enemigo común, Hitler, y con esa asociación lo derrotaron. La unidad circunstancial de dos o más posiciones diferentes para lograr un objetivo común. El tiempo y la historia les dieron la razón.
En consecuencia, no puede descartarse la posibilidad de una alianza entre fracciones del chavismo y sectores de la oposición formal, existe un punto de convergencia: la defensa de la Constitución del 99. Que consideran legado de Chávez. Qué ironía, pero ese será el inicio para un acuerdo político. ¿Cómo será recibido? ¿Será aprobado? ¿Tendrá éxito? ¿Quién lo sabe? Difícil predecirlo.
La política es, entre otras cosas, -bien concebida-, el arte de sumar y multiplicar, no de restar y dividir. Mal interpretada, sin importar cómo y con quien. Pero los sectores de la oposición que adversan la politiquería barata conveniente a intereses subalternos y consideran la política como profesión noble al servicio público, de acuerdos honestos, cuya prioridad sean los intereses nacionales, desafortunadamente no tienen el suficiente poder de difusión y organización.
La premisa de que el chavismo constitucional intenta sumarse a la oposición constituida, es una apreciación de cuidado. Al contrario, los chavistas no maduristas se distancian de la MUD cada vez que tienen oportunidad. Diferenciados del madurismo, se consideran una fuerza distante, la tercera vía de la política venezolana. El dilema no es aceptarlos o rechazarlos, sino reconocerlos en lo que son -o pretenden ser- y, dialogando, explorar puntos de coincidencia e interés que lleven a una alianza táctica en función de buscar la transición con la Constitución de 1999.
En otras palabras, los chavistas defensores de la constitución y del “legado” de Chávez no son saltatalanqueras. Son fieles creyentes y buscan espacio propio en el espectro político. Inventaron el “madurismo” que, al observar el desastre, decidieron rescatar a Chávez, minimizando el costo político que significa estar cerca de la ineptitud de Maduro y compañía.
Estamos en días que definen, el gobierno convoca desesperado al diálogo pero con el rabo entre las piernas, la crisis económica que creó y trató de justificar con una guerra inexistente, la presión internacional y la calle con la brutal represión, lo acorralan. Sectores de oposición asoman una negociación, los venezolanos la rechazan, reclaman un nuevo gobierno y el regreso de la institucionalidad.
Venezuela se resume políticamente en opositores varios y chavistas desencantados, contra el castrismo venezolano, que no es otra cosa que la exacerbación del amasijo y acumulación de errores de la cuarta y quinta república.
El venezolano no se rinde ni acepta negociaciones en la oscuridad de conciliábulos. Cualquier acuerdo de gobernabilidad o negociación, debe ser con la única finalidad de la salida y cambio del régimen. Quienes nos representen deben ser serios, confiables, transparentes y reconocidos por la ciudadanía, cualquier decisión nos afecta a todos. Solo así se respetará. De lo contrario, no pierdan el tiempo, los ciudadanos los repudiarán y desobedecieran.
@ArmandoMartini