Maduro tiene la Constituyente. Y cree que ha conseguido una gran victoria. Pero hay victorias que terminan en derrotas y aparentes derrotas que acaban en victorias.
Por Juan Carlos Zapata en Al Navío
En 1998, a propósito del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez explica en una entrevista televisiva que le hace Marcel Granier por qué era un triunfo lo que, por el contrario, el entrevistador consideraba había sido un fracaso. La Constituyente ha logrado que MUD y chavismo democrático se encuentren, lo cual confirma que esta historia, como le decía Chávez a Granier, está en pleno desarrollo.
Montada la Asamblea Nacional Constituyente, ANC, el dictador Nicolás Maduro cree que ha obtenido una gran victoria. Mientras, buena parte de la oposición venezolana se considera derrotada. Otra vez. Pero hay victorias que terminan en derrotas y aparentes derrotas que acaban en victorias. Busquemos una referencia reciente. El golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 de Hugo Chávez contra Carlos Andrés Pérez. En la entrevista que Marcel Granier le hace en 1998 en el programa Primer Plano de la emisora de televisión RCTV, el candidato Chávez explicaba por qué era un triunfo lo que, por el contrario, el entrevistador consideraba había sido un fracaso.
Según Chávez, el golpe no fracasó. Varios hechos así lo confirmaban. Rafael Caldera era presidente producto del 4 de febrero de 1992. Él mismo era candidato con opción de triunfo gracias al 4 de febrero. El golpe terminó de tumbar a Carlos Andrés Pérez, enjuiciado y preso al cabo de año y medio. El golpe, expresión de Chávez, “polifracturó” el Pacto de Punto Fijo, el pacto de partidos vigente desde 1958. Acción Democrática, AD, expulsó a Pérez, quien fundó otro partido. El excandidato presidencial Claudio Fermín montó tienda aparte. Y el más anciano de los dirigentes de AD, Luis Alfaro Ucero, sería un candidato defenestrado y expulsado también de su partido ese mismo año. Por otro lado, el anciano Rafael Caldera dinamitó al partido que fundó, Copei. Creó Convergencia, con el que ganó la presidencia en 1993. El expresidente Luis Herrera Campins se quedó con el Copei oficial. Y Henrique Salas Romer -que contendía en esas elecciones- se llevó otra porción con Proyecto Venezuela.
Chávez señalaba que los efectos del golpe aún estaban en pleno desarrollo. Que la historia seguía rodando. Y que los efectos estaban en plena marcha. Y tuvo razón. Ese año alcanzaría la Presidencia de la República. En 1992 el golpe tuvo una repercusión mediática decisiva. Las encuestas reflejaban la popularidad del comandante en aquella fecha y la confirmaban en 1998. A Chávez se le subestimó, y basta con ver de nuevo la entrevista con Granier para percatarse de que seguía un plan, un plan que lo haría victorioso. En resumen, la aparente derrota se convertiría en triunfo seis años más tarde. La dirigencia de AD y Copei y las élites empresariales mantuvieron un comportamiento errático.
La reflexión de Hugo Chávez obliga a observar el escenario en el que Nicolás Maduro ha consumado el golpe de Estado que comenzó con la elección que no ganó frente a Henrique Capriles Radonski; que siguió Diosdado Cabello desde la Asamblea Nacional, AN, con la designación de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, TSJ, cuando ya el chavismo había sido derrotado el 6 de diciembre de 2015 en las elecciones parlamentarias; que continuó con las sentencias del TSJ, entre las cuales se declaró en desacato a la Asamblea Nacional controlada por la oposición, restándole competencias, asumiéndolas el Supremo, o traspasándolas al Ejecutivo; que avanzó con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente sin llamar a referendo consultivo, hecho refrendado por el TSJ y el Consejo Nacional Electoral; que finalizó con la elección fraudulenta -la empresa Smartmatic reveló que se manipuló la data- y la instalación de aquella este viernes 4 de agosto.
Pero es un hecho. La fiscal general, Luisa Ortega Díaz, confirmó la ruptura del hilo constitucional y la instauración de una dictadura totalitaria en el país. Dictadura totalitaria es también el concepto usado por la Asamblea Nacional en el Acuerdodebatido en plenaria la semana pasada. Maduro es el ejecutor de esta operación. Y el sepulturero de la democracia, proceso que se había iniciado con Hugo Chávez. Sigamos el guión de este. ¿Ganó Maduro? ¿Coronó Maduro? ¿Alcanzó el objetivo? Por ahora sí pues ha instalado la Constituyente. Pero, hay que preguntarse: ¿A qué costo? Sigamos el hilo de la historia. Porque, como también decía Chávez, los efectos están en plena marcha. O los hechos en pleno desarrollo.
La presidencia de Maduro, a decir del expresidente de la AN Henry Ramos Allupnació “manchada” en abril de 2013 por la duda del triunfo. Nunca se abrieron las urnas electorales pese a que Maduro, la noche que se proclamó ganador, admitió tal posibilidad. Ya en lo interno, su designación como sucesor por parte de Hugo Chávez generó resquemores en cuadros civiles y militares, activos y retirados.
Al cabo de un año, en 2014, Maduro enfrentaba un cuadro de protestas en la calle, La Salida, liderada por Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Se produjeron más de 40 muertos. Cuando el golpe de 1992, hubo 18 muertos, y todavía, en el programa con Granier, Chávez se responsabilizaba de las bajas. Maduro ha hecho lo contrario pese a que ha llevado la represión al extremo, en 2014 como en 2017. El régimen lleva la impronta del crimen, del asesinato. En 2017 los muertos más que triplican los de 2014, los heridos se cuentan por miles, y los detenidos abarrotan las cárceles del país. Se le conoce en el mundo como un régimen asesino y represor. Chávez le dijo a Granier que él y su grupo juraron tumbar a Carlos Andrés Pérez porque este sacó al Ejército a la calle a matar a la gente -con ráfagas de ametralladora- que saqueaba Caracas a finales de febrero de 1989. La Guardia Nacional, la Policía Nacional y colectivos paramilitares no solo han salido a matar sino a también a sembrar el terror en la población respondiendo órdenes del régimen de Maduro, y este se ha ufanado de ello.
En 2014, López solía referirse al gobierno de Maduro como dictadura. Pocos le seguían en la caracterización del régimen. Pero él insistía: esto es una dictadura. La historia le dio la razón. Maduro compró tiempo en 2014 llamando a un diálogo que nunca fue. Sin embargo, comenzó a pagar el costo político de la represión, tanto a nivel nacional como internacional. La represión también resquebrajó estructuras del poder. Se produce la baja en el Gobierno del general y ministro Miguel Rodríguez Torres, quien pasa a la oposición.
El 6 de diciembre de 2015, se produce la derrota parlamentaria. Con votos, el chavismo sufre el peor descalabro histórico. La reacción es en consecuencia con la naturaleza del régimen. Entonces Cabello y Maduro deciden cambiar al TSJ para controlar por vía de sentencias a la Asamblea Nacional. Primera etapa del golpe, que también registra un alto costo político nacional e internacional. Maduro pone al descubierto a la dictadura. La situación de Venezuela va a debate en la OEA, Mercosur, en la Unión Europea. Se suspende a Venezuela del Mercosur y esta última semana se le expulsa porque ya no representa un país democrático.
En 2016 Maduro cierra las vías electorales. Al mismo tiempo, la crisis se agiganta. Hay escasez de alimentos, de medicinas, se acelera la inflación. Se suspenden las elecciones regionales. Se ponen trabas al referendo revocatorio. Se va al diálogo con la mediación de José Luis Rodríguez Zapatero y el Vaticano. Gana tiempo aunque sigue perdiendo espacios en la comunidad internacional. Los niveles de aprobación del Presidente caen a menos de 20 puntos. Más costo político.
Una historia que no favorece a Maduro
Es en 2017 cuando se suceden las sentencias del TSJ que rompen el hilo constitucional y es cuando se convoca la ANC. Entonces, ocurre lo impensable hasta meses atrás. Se desmarca del Gobierno la fiscal general Luisa Ortega Díaz. Y el chavismo crítico -hasta hace poco incipiente- adquiere volumen, voz y fuerza. La verdad es que desde que tomó posesión en abril de 2013, figuras y movimientos chavistas tomaron distancia de Maduro. Él mismo luego purgó a otras figuras. Él mismo se enajenó el apoyo de factores chavistas debido a la corrupción, la gestión económica, la gestión de gobierno, y la falta de tacto político para con aquellos, los “suyos”. El chavismo crítico aún sigue viendo en la Constituyente un paso muy personal de Maduro que pretende instaurar una dictadura, acabar con la Constitución de 1999, la Constitución de Chávez. Este es un costo político. La fractura del chavismo. ¿Ganó Maduro?
En verdad, la nueva fuerza del chavismo crítico surge de la fractura provocada por Maduro. Aún no se pueden medir los alcances. Por ahora, siguiendo a Chávez, es posible considerar que se trata de una fractura; pero quién puede desmentir que la “polifractura” del chavismo está en marcha. La elección de la ANC no dejó a todos los factores satisfechos. La excanciller Delcy Rodríguez, el exvicepresidente Aristóbulo Istúriz, y el exfiscal general Isaías Rodríguez son las figuras estelares. En segundo plano ha quedado quien era el primer candidato a presidir la Constituyente: Cabello. Se trata de la cuarta derrota que le propina el grupo civil al militar Cabello. La primera en la fundación del Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, 2006. La segunda cuando “impusieron” a Maduro como sucesor. La tercera, en el Congreso del PSUV celebrado en 2014. Y ésta reciente. Se dijo con anticipación que Maduro no podía tomar el riesgo de permitirle a Cabello que asumiera la presidencia de la ANC. Demasiado poder para quien es considerado un adversario natural, pese a que sin el respaldo de Cabello, Maduro no se hubiera sostenido en todo este tiempo.
El costo político de la Constituyente tiene entonces esa expresión interna. Y también expresiones de fractura en lo militar, lo cual parece ser cada vez más evidente. Hay un costo político indudable en el campo internacional. La ANC es rechazada y no es reconocida por países y organismos. Se le observa como un instrumento dictatorial. En la comunidad de naciones, Maduro es conocido como dictador. Este es otro costo político. ¿Ganó Maduro? ¿Fracasó Maduro?
Con el paso de las horas, suman los costos. La destitución de la fiscal general confirma lo que ya temía el país, y lo que ya temía la comunidad internacional. Que la ANC es el instrumento para “la toma total” del poder. Por ello es que distintos gobiernos se han pronunciado señalando que no reconocerán los actos emanados de la Constituyente. De allí la solidaridad internacional con Ortega Díaz, y de allí la negativa a reconocer al fiscal general designado por la Constituyente, Tarek William Saab. Todo parece indicar que cada acto de la Constituyente generará más desestabilización interna con inmediata respuesta internacional. ¿Ganó Maduro? ¿Fracasó Maduro?
Cierto, Maduro tiene la Constituyente. Pero el cuadro de conflicto sigue en el país. La Constituyente nació “manchada”, ilegítima, inconstitucional. O como dice Henrique Capriles Radonski. Nació muerta porque nació sin mayoría. La mayoría está en la acera de enfrente. La rechaza. La rechaza la oposición tradicional y la rechaza el chavismo de base y crítico. El chavismo no la votó. La abstención del 30 de julio así lo demostró. Según Capriles, esta es una señal que hay que saber interpretar.
Maduro tiene la Constituyente pero sigue manteniendo un rechazo del 80%. Enfocado en aplicar la guillotina del poder, descuida la economía, y así la inflación se acelera, el bolívar se devalúa, el PIB sigue cayendo. Venezuela es un caso que amenaza la estabilidad de la región.
Maduro tiene la Constituyente, lo cual se supone es el poder total. Si es así, ya el régimen no tendría excusas para solventar la situación de crisis. Chávez le dijo a Granier que se alzaron el 4 de febrero por razones éticas, contra la corrupción, por la situación económica que sufría el país, por la crisis social. Todo esto se multiplicó en los tiempos de Maduro -también con el propio Hugo Chávez-. Venezuela sufre una crisis humanitaria. Venezuela sufre una catástrofe económica, según dice el economista Ricardo Hausmann. Y es el país más endeudado del mundo.
Maduro tiene la Constituyente. Es verdad. Y cree que ha conseguido una gran victoria. Sin embargo, es una Constituyente que no une al país. Está uniendo al otro país, al país opositor. De hecho, avanza la coincidencia entre la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, y los factores del chavismo crítico y democrático con la finalidad de crear un Frente Nacional en defensa de la Constitución de 1999 y de la democracia. Chávez en 1998 le decía a Granier que el 4 de febrero de 1992 había despertado un sentimiento nacional que se expresaba en el Polo Patriótico, la unidad de partidos que lo llevó al poder. La Constituyente ha logrado que MUD y chavismo democrático se encuentren, lo cual confirma que esta historia, como le decía Chávez a Granier, está en pleno desarrollo. Y es una historia que no favorece a Nicolás Maduro.
__________________________________________________________________________________
Juan Carlos Zapata es periodista y editor de los portales Konzapata y Al Navío