Argumentos sobran a favor y en contra sobre la necesidad o necedad de concurrir al llamado tramposo y conveniente de las elecciones regionales. Vociferamos que no reconocemos al Tribunal Supremo de Justicia, ni a la Asamblea Constituyente, tampoco al CNE por bribón, y estamos en rebeldía ciudadana de acuerdo al artículo 350 de la aún vigente Constitución del 99. Existen cientos de presos y exiliados políticos; el mundo por fin, nos respalda, Venezuela muere de mengua ¿y vamos a regionales? Contradicción e incoherencia.
Con la dictadura ni se negocia ni cohabita, se combate. Convivir, significa prolongar su gestión, darle la espalda y sacrificar al pueblo. Sin embargo, son varias las cuestiones a considerar, políticas y éticas.
Hay que tener catadura perversa para decirle a las familias en luto, sufrimiento y lágrimas de los más de 110 muertos, centenares de presos torturados, sometidos a la hediondez de las frías cárceles y a los maltratos de sus esbirros, miles de heridos y golpeados, que ahora deben votar bajo control del mismo organismo y rectores que falsearon las cifras del 30J, que no tuvo empacho en inventar votantes ilusorios y electores multivotos. Y la constituyente se proclamó a sí misma por dos años, hasta agosto de 2019. Inocente pensar que habrá elecciones.
Cara dura al visitar zonas populares, pueblos, viviendas y edificios con las rejas destrozadas, familias allanadas, humilladas, vejadas y atemorizadas, para solicitarles que voten por mengano o zutano para Gobernador, mientras 545 constituyentes ilegítimos se ríen desguazando la Constitución que auspició su fundador, convirtiendo en leyes las miserias castristas.
Votos que habrá que pedir a la gente mientras desesperan día a día muriendo de hambre, lidiando con la inseguridad, tratando de comprar alimentos y medicinas que no consiguen, y si las encuentran no tendrán posibilidades de comprarlas.
Andrés Pastrana se pregunta: ¿Será la MUD capaz de legitimar la Constituyente inscribiendo candidatos ante un poder electoral ilegítimo? Los invitamos para que nos defiendan derechos vulnerados y de repente aparecen operadores e intelectuales criticándolo. ¡Vergüenza nos debe dar como ciudadanos!
Ir a las elecciones partiendo de supuestos falsos, conlleva conclusiones erradas. Ocurre cuando se plantea que no acudir a las regionales es lo mismo que perder las gobernaciones, recordando los hechos de 2005, son situaciones distintas.
También significa la agonía y muerte segura de sectores adversos, afectada por el cáncer terminal de intereses y asfixia por su propia incongruencia. Han insistido que estamos en dictadura, con un gobernante sentado y abrazado a bayonetas, que la Constituyente castrista es carta firmada, ¿cómo se pueden considerar elecciones regionales, si acaso al oficialismo le da la gana de concederlas, con la tesis de “ocupar espacios”? Pregúntenle a María Corina Machado, Capriles, Leopoldo López, o Alcaldes presos, destituidos o inhabilitados como Ramos, Ledezma, Ceballos, y tantos otros, más los que están en lista esperando su turno, como le acaba de suceder a la Fiscal Luisa Ortega Díaz; les tocará más adelante a diputados que pronto correrán la misma suerte. Los diputados indígenas desincorporados, los magistrados juramentados, abandonados a su suerte, uno preso y en huelga de hambre; otros asilados en la embajada de Chile y el resto enconchados o fuera del país. Sólo algunos ejemplos patéticos de la tesis de ocupar espacios, que funciona en democracia, pero inservible en dictadura. Sólo ocuparán cargos los empleados partidistas que subsistirán de las dádivas del régimen paralelo, pero habrán perdido la confianza y fe no solo de los ciudadanos sino del mundo.
Al mismo tiempo, afirman a diario, dentro y fuera de Venezuela, que el culpable de todo es el régimen y que el primer paso para que el país empiece a recuperarse es que se vaya; ahora mismo. Pero lo legitiman y convalidan al empeñarse porfiados en competir para elecciones regionales dentro de la administración del mismísimo dictador. Finalmente, al hacerlo, será mucho lo que se arrojará por la borda, en particular los últimos meses que han dejado en evidencia la naturaleza vil y criminal del régimen, además del apoyo internacional que tiene claro que en Venezuela el poder dictatorial ha destruido el tejido y lógica social, los principios y los valores.
La cruda realidad es que teniendo bajo su mando directo 20 gobernaciones e indirecto 3, y la mayoría en los consejos legislativos regionales, el régimen ha perdido el control y respeto ciudadano, y nada cambiará si se apoderan de las que les faltan. El país estará igual o peor, el Estado forajido seguirá teniendo guardias pretorianos incondicionales, policías desvergonzados y malandros autorizados, pero nunca tendrán patria como lo exclaman sus consignas políticas.
Venezuela tampoco gozará de una oposición establecida, se autodestruyó, prefirieron ventajas distintas a las de la nación. La rebelión y confianza estarán en manos de los ciudadanos y nuevos líderes que desde hace meses están en las calles. Cuando la dictadura, sus cómplices y adversarios incoherentes terminen de desplomarse, el país estará igualmente arruinado, destruido, y tocará a ese pueblo en insubordinación democrática y los recientes dirigentes la colosal tarea de emprender la reconstrucción.
Entretanto, ¿cómo se justificará el titubeante barranco electoralista, frente al pueblo, jefes de estado y organizaciones? Cuando la realidad es que -más o menos- la mitad de los Alcaldes opositores electos, han sido, son y serán objeto de arremetidas por parte de la Contraloría, Fiscalía o del Tribunal Supremo de Justicia. Los han destituidos, están en prisión o tienen orden de aprehensión, prohibición de salida del país. ¿Y así pretenden lograr comprensión y apoyo de Washington, la Unión Europea y los vecinos latinoamericanos? Parece difícil que les den lo que los mismos venezolanos ya no tendrán.
Ése es el voto de los fallecidos, bofetada a la dignidad, deshonor a los muertos, al país que se desangra en las calles, y el otro, el nuevo, el diferente, que va emergiendo entre gases y perdigones. Como dijeron una vez los argentinos hastiados antes de volverse a equivocar: “que se vayan todos”
De manera grosera por la burla que significa un “dirigente” dijo, que quienes habían dado su vida estos últimos meses, lo hacían para que hubiera elecciones, cinismo que no tiene nombre e indigno considerar: en realidad ofrendaron sus vidas por la libertad. Y recuerdo que ser gobernadores de una dictadura no honra, deshonra.
@ArmandoMartini