Es muy difícil negociar cuando tienes como contrapartida a un gobierno que ha perseguido, inhabilitado y apresado a alcaldes, gobernadores y líderes democráticos. Ha desconocido a la Asamblea Nacional electa. Se robó el revocatorio de mitad de período. Sigue cerrando medios de comunicación. Se encuentra en hiperinflación. Al borde de la cesación de pagos. Subordinado a la Habana. Y mata de hambre a un pueblo producto de las políticas marxistas fracasadas. Para excusarse remite la culpa a una supuesta guerra económica, proveniente de la oposición en unión con “el imperio norteamericano”.
En el día de ayer estuve en un foro organizado por la agrupación “Cambio Democrático”. Uno de los ponentes fue el politólogo y profesor John Magdaleno, quien apeló a una investigación sobre cómo las autocracias hegemónicas o los regímenes totalitarios salen del poder. En la mayoría de los casos lo hacen a través de la negociación. Cuando colapsan de otra manera son sustituidos por fuerzas militares, lo que significa que queda abierta la caja de Pandora y la pretorianización. En este sentido la oposición tiene como camino el sujetarse a la Constitución.
La fortaleza de la alternativa democrática está en que somos una clara y abrumadora mayoría electoral. Bastaría que se respeten las elecciones pautadas en la Carta Magna y en la ley para que a más tardar el año entrante esté resuelta la sucesión gubernamental a nivel municipal, regional y nacional. Por ello, la importancia de la mediación, la veeduría permanente y la presión internacional. Hay que insistir en el cronograma electoral, sin dejar de lado el cese de las inhabilitaciones, el reconocimiento de la Asamblea Nacional, la liberación de los presos políticos, el establecimiento de un canal humanitario y la implantación de unas políticas económicas de salvación nacional. Negociar no es dejar la calle, todo lo contrario, la lucha es en todos los terrenos y hoy también hay que retomar la calle.
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