Luis Alberto Buttó: Tragedia y tarea

Luis Alberto Buttó: Tragedia y tarea

 

 

En tiempo presente, la existencia del venezolano se debate entre la tragedia y la tarea. Ambas miran en todas las direcciones posibles desde el par de rostros simultáneos que presentan: lo estrictamente personal y lo inexcusablemente colectivo. En ambas, la palabra futuro pesa una enormidad, pues la duda acerca de si es posible construirlo, o por lo menos modificarlo en algo para aminorar lo malo y/o potenciar lo bueno, taladra el pensamiento. Lo dramático del asunto descansa en que lo primero (lo malo) es demasiado. La ilusión implícita es que lo segundo (lo bueno), pese a tanto, resiste. Vivir la realidad implica nadar en las aguas del pesimismo acumulado y el optimismo que no se desaprende. Hace rato, la frase ser o no ser, perdió su condición meramente literaria.





En lo individual, comprender el peso de 20 años de retroceso obliga a plantearse interrogantes cuyas resoluciones definen invariablemente. En algunos casos, donde las canas ya se asomaron, eso es quizás, con mucha suerte, lo que reste por vivir. En otros, donde el brío de la juventud aún despunta, eso es lo determinante, lo más importante de todo cuanto se llegará a vivir. ¿Vale la pena, entonces, asumir la cuota de esfuerzo sin tener certeza de lo por venir? Cada uno va encontrando la respuesta en la medida de su posibilidad o en la medida de su convencimiento. Cada respuesta es tan válida como las otras que corren paralelas. Cada quien tiene derecho a soñarse como le parezca o pueda en medio del tránsito vital que le ha tocado enfrentar. Para tantos, el horizonte anhelado está a la vuelta de la esquina más cercana. Para muchos, está en calles lejanas de las cuales todavía no tienen el recuerdo. Nada original hay en decirlo: el hombre y su circunstancia.

En lo colectivo, el punto es discutir sobre el país que se quiere tener; el país que se puede tener; el país que al fin de cuentas se va a tener. Casi seguro, no habrá coincidencia entre los tres. Eso no es lo realmente importante. La marca verdadera es que ninguna de esas opciones se materializará en la cotidianeidad palpable si quienes están llamados a edificarlas no entienden ni asumen la responsabilidad asociada. Empeñarse en la discusión intrascendente, centrarse con afán digno de mejores causas en lo que en horas no dejará impacto alguno, no conduce a nada de lo que en sentido de mejora se espera. La discusión por el menudo es propia de la inmovilidad; de los que disfrazan intereses particulares con retórica nacional; de las mentes pequeñas que se solazan en relamer heridas; de los que asumen el rictus de fea sonrisa al proclamar su infeliz «se los dije», cuando, en verdad, fueron cobardes hasta en equivocarse. Rómulo Gallegos llamó a salir en búsqueda de la morocota. Se olvidó lo aprendido con la lectura de Cantaclaro, o quizás nunca se hizo la lectura, como era imprescindible hacerlo. Por mera conveniencia, por vulgar indolencia o por fatal incomprensión, la generación que esto teclea dejó que el país se fuera al garete. Mientras tanto, hijos y nietos esperan por el reencuentro del amor distanciado. No hay dignidad alguna en mirar para otro lado.

¿Esperanza? Que desde ya se haga la tarea. Que jamás se olvide quienes fueron los causantes de la tragedia.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3