Parece que en este país, no solo son irreversibles los resultados que descaradamente presenta Tibisay Lucena, sino la tozudez de algunos dirigentes de la Unidad Democrática, que siguen empeñados en señalar a la abstención como la causa de la derrota electoral sufrida el 15 de Octubre. Que no comprenden que se perdió por falta de garantías y reglas claras, de groseras arbitrariedades de los poderes públicos, del inmenso ventajismo del gobierno en el uso ilegal de los recursos del Estado y de la flagrante parcialidad del ente electoral; y que ante el nuevo llamado de la Asamblea Nacional Constituyente a elecciones —ahora municipales— han decidido lanzar sus candidaturas, sin reflexiones ni explicaciones.
Me mantuve aislada del proceso electoral que se desarrolló recientemente para elegir a los gobernadores, pues siempre consideré que pedir votos como un acto de fe era absurdo, que esas elecciones eran un engaño; porque aun ganando todas las gobernaciones no se resolverían los problemas que denunciaban los candidatos, sin contar que jamás vi a ninguno de ellos presentar un compromiso real, firme y decidido de lucha contra la dictadura. Pero especialmente, porque sabía que al iniciarse el proceso de inscripciones y campaña, todos distraerían su atención de la verdadera lucha, la social, para dedicarse simplemente a lo electoral. Y así llegamos a finales de Octubre con la inflación disparada como nunca, con mayores índices de desabastecimiento, con 280 mil niños en riesgo de muerte por desnutrición (según denuncia de Cáritas), sin que ningún referente político haya dado prioridad a lo social y los problemas reales de los venezolanos antes que a lo electoral.
Todos sabíamos que habría fraude, algunos incluso aseguraban que era necesario que se consumara para poder denunciar y deslegitimar al régimen con pruebas en la mano. Pero no ocurrió así, rápidamente algunos reconocieron “la derrota” responsabilizando de esta a los ciudadanos. Otros corrieron a juramentarse ante la antes desconocida ANC, para legitimar al régimen e investir de legalidad su oprobioso sistema político electoral, en especial a ese organismo inconstitucional que tiene el rechazo de más del ochenta por ciento de la población venezolana, y que no es reconocido por la gran mayoría de países del mundo. Cada minuto que se mantiene este régimen en el poder, se convierte en meses de sufrimiento para el ciudadano común. El daño que se ha causado al país es irreparable. Los errores cometidos por traidores y falsos líderes, nos llevaron a retroceder en la lucha que desde las calles dimos miles de venezolanos en todo el país.
Hoy cuando la mayoría de los partidos de la oposición venezolana —unos por convicción y otros por oportunismo— han decidido cambiar el rumbo no participando en elecciones, empezamos a ver nuevamente el desespero del gobierno: persiguiendo líderes, amenazando a quienes llamen a no votar; incluso a quienes no voten. ¿Puede alguien seriamente creer que el voto perjudica al régimen, si es el gobierno quien convoca y después lo promueve e incita? La abstención masiva los desespera, necesitan dar la sensación de democracia y sin el aval ciudadano no podrán hacerlo.
El intelectual italiano Pier Paolo Pasolini lo dijo claramente: “Las personas que han escrito la historia son las que han dicho no”; y agregaba que, la negación es un gesto de cambio. El sentido común nunca ha cambiado nada, mientras que el rechazo sí, “pero para ser eficaz ese rechazo debe ser total, grande y no puntual”. Es hora de que todos volvamos a decir ¡NO! al régimen y a sus cómplices, pero de manera total, sin concesiones ni convivencias; de no permitir más abusos, de exigir y asumir posiciones claras y firmes, que fue lo que nos hizo avanzar. Decir que no a las elecciones, no es para llamar a una guerra, sino para reclamar mejores condiciones de participación y que se retiren las inhabilitaciones a quienes realmente tienen chance de ganar una elección. Que se dé libertad a quienes injustamente están condenados por causas políticas, para que no sea el gobierno quien elija a los más débiles de liderazgo como sus contendores.
Decir no a las elecciones, debe significar retomar la agenda social, volver a las calles para acompañar a un país entero que tiene mil razones para reclamar. Nos debe obligar a reactivar la organización y canalización de ese descontento; a rechazar el hambre, la pérdida del poder adquisitivo, las malas políticas económicas del gobierno. Debemos concentrarnos en la lucha ciudadana y abandonar la electoral, porque claro que queremos democracia y voto, pero no así como nos la impone el gobierno.
El resultado del 15 de Octubre volvió a demostrar que la decisión improvisada de acudir a un proceso electoral sin garantías, donde el chavismo controla todas las etapas del proceso, es un error; y por eso insistimos que la abstención no es enemiga de la oposición venezolana, los enemigos a vencer realmente son: la dictadura chavista, su fraude electoral y los cómplices del régimen que le hacen el juego disfrazados de opositores.
@judithsukerman / judithsulerman@yahoo.com