Consabido, el aporte de la Universidad Simón Bolívar a las jornadas continuas de protesta frente al régimen, fue extraordinario. No sólo porque divisábamos con facilidad la insignia universitaria en medio de las manifestaciones urbanas tan injustamente reprimidas, por multitudinarias y pacíficas que fuesen, destacando en las apretadas autopistas, sino por la corajuda invocación que hizo del artículo 350 constitucional.
Además, respondió ejemplarmente a la coyuntura, pues, por una parte, la exigencia de liberación de algunos de los suyos, comprometía eficazmente a toda la comunidad universitaria, persistente como quizá ninguna otra al saber detenido a algunos de sus miembros. Y, por otra, la casa de estudios celebró la correspondiente consulta democrática para designar al profesor Oscar González, de larga y reconocida trayectoria uesebista, como vicerrector académico, en lugar del profesor Luis Holder, proveniente de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, según la orden ministerial impartida.
Afectada por las condiciones imperantes en el país, peligrando como el resto de las instituciones de educación superior, hoy, también experimenta un retroceso que va más allá del natural y circunstancial repliegue. Compaginando con la conducta timorata del profesor Enrique Planchart, cuyo rectorado tiene una inevitable significación e implicación histórica, los resultados recientes de los comicios estudiantiles apuntan a una preocupante situación.
En efecto, ganaron las fórmulas orientadas al aislacionismo, al ombliguismo y, en definitiva, a un temerario ensimismamiento universitario que dirá salvar a la casa de estudios no sólo de los peligros cernidos sobre la universidad venezolana, sino sobre el propio país que cifra sus mejores esperanzas en ella. Esta vez, toda una ilusión óptica, la antipolítica se ha enseñoreado en el medio, despachando con sorprendente y angustiosa facilidad, el bravío testimonio de lucha de un movimiento que se ha resistido ante la feroz dictadura.
Fenómeno que traduce toda una advertencia al resto de la población, el colaboracionismo expreso o tácito, directo o indirecto, incluyendo el gesto de congraciarse con el profesor Holder, portador de un específico propósito que va realizando con inusitada habilidad, no relevará jamás a la USB de la crisis que aqueja a la institución universitaria en Venezuela, pues, a modo de ilustración, alrededor de 25 profesores es el promedio ya alcanzado de deserción por trimestre, sabiendo de docentes que trataron de defender una larga carrera docente en la casa de estudios. Ni siquiera el precio a pagar por el sojuzgamiento, orientará a la prestigiosa USB a un estadio distinto de progreso, porque – sencillamente – no es la meta oficial, comprobadamente alérgico el poder establecido a toda sociedad libre de la información y del conocimiento estratégico que prospera en otras latitudes.