La pasada semana culminé mi columna –que trató sobre la reestructuración de la deuda pública externa y la entrada formal del país en la hiperinflación- preguntando: ¿puede salirse de este callejón sin mayores traumas para la población? Anticipé repuesta señalando que sí.
Sobre la reestructuración de la deuda externa nadie discute que es un derecho de cualquier estado soberano. Para más, en el 2015, Naciones Unidas aprobó propuesta del Grupo de los 77 + China en la cual se establecieron los 9 principios para reestructurar la deuda de países entre los cuales destacan buena fe, transparencia, imparcialidad, trato equitativo, inmunidad soberana, legitimidad, sostenibilidad. Tampoco estamos ante un hecho inusual; Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard contabiliza desde 1800 hasta la fecha 250 defaults de los cuales por cierto Venezuela acumula 11 en su historia republicana.
En cuanto a la hiperinflación señalada tal cuando, según Phillip Cagan de la Universidad de Columbia, el aumento de precios es mayor al 50 % intermensual, se documentan 56 países que han sido afectados en los últimos 100 años, a la cabeza de ellos Hungría en 1946 cuando los precios se duplicaban cada 15 horas.
Preciso que la reestructuración de la deuda y la hiperinflación están íntimamente ligadas siendo regla universal que cuando un país no puede pagar sus deudas cae en la devaluación y esta a su vez alimenta la inflación.
Sin excepción, los 56 países que han caído en hiperinflación y han sido incapaces de cancelar sus deudas externas, adelantaron profundas reformas incluido en algunos casos el reemplazo de su moneda nacional y en otros dolarizando.
Es muy larga la lista de lo que en Venezuela debe hacerse: promover la producción agropecuaria y forestal local, impulsar el turismo, implementar sistemas flexibles de trabajo, salarios vinculados a la productividad, mayor participación de los trabajadores en el proceso de gestión del sector público y privado, liberación comercial, desregulaciones tanto como sea posible, privatizaciones de empresas públicas ineficientes, mayores asignaciones presupuestarias para la educación –y reforma de esta-, sistema de justicia transparente y probo, potenciar el crédito y el consumo, multiplicar la inversión en infraestructura y erradicar el gasto suntuario, entre tanto y más.
De lo que dudo es de la disposición de la burocracia oficialista de desechar el modelo que nos ha traído hasta aquí y rectificando iniciar el proceso de recuperación que a todos conviene.
Se requiere no solo de nuevos gobernantes sino a la par un proyecto de país que nos saque de la crisis que con el paso de las semanas será mucho más grave de lo que ya es. Adicionalmente se hace necesario para garantizar la sostenibilidad de una nueva gestión un Pacto Social que vaya más allá de los partidos políticos opositores, incluya a los distintos sectores de la sociedad venezolana e incorpore incluso a miles de militantes, simpatizantes de base y cuadros medios del PSUV.
@luisemartinezh