La llegada de Antonio Ledezma a la libertad es motivo de celebración para todos los demócratas, dentro y fuera de Venezuela. Un hombre que con paciencia soportó el encierro en la cárcel militar de Ramo Verde y después en su casa, sin poder siquiera bajar de su apartamento al jardín, debe haber maquinado ese plan de fuga con un detalle milimétrico. Lo logró, y genera una sensación de resarcimiento. Me imagino a Antonio pasar del confinamiento y los múltiples momentos de soledad, a estar con los familiares y amigos que jamás lo abandonaron, y sobre todo a ser recibido como una de las principales y autorizadas voces de la lucha por la libertad. Jefes políticos y de gobierno, así como los venezolanos infinitos de la diáspora, lo han recibido con emoción.
La salida de Ledezma a la libertad también ha sido un termómetro. Al conocerse su fuga, no han faltado los miserables que se lanzaron a dentelladas contra él en el intento de sembrar sospechas: ¿será que el gobierno permitió su salida? ¿Negociaría a cambio de qué extrañas concesiones esa sospechosa huida? Ya que el régimen no hace sino burlarse del evadido, ¿podría pensarse que no ha hecho sino cumplir el plan acordado con Maduro? Se han visto periodistas, escribidores y politicones, lanzar dardos de sospecha alrededor de un hecho lleno de épica y de significado político.
Me he preguntado la razón de tanta malquerencia por parte de algunos; ¿por qué el encuentro de Ledezma con la libertad no es un alivio para todos los demócratas por igual? Observo que se ha pretendido equiparar al Alcalde con los dialogantes de República Dominicana, partidos que se arrogan una representación nacional que no tienen y acuerdan con el régimen términos que la sociedad no conoce. No se quiere conceder que Ledezma le coleó la parada a Maduro sino que –dicen los sórdidos- seguramente hubo una negociación turbia. Así, todos serían negociadores a espaldas del país.
No convencerán con embustes contra Ledezma. Su trayectoria está clara. Aun preso se negó a recibir al dialogante y miserable Zapatero, a cuya sombra apresan cada vez a más venezolanos. Ha tenido una posición crítica sobre la conversadera en República Dominicana, sin avalarla en lo más mínimo.
Su libertad es victoria de todos. Maduro quiere vengarse por la evasión de uno de los presos más emblemáticos. La nueva agresión al comisario Simonovis y la persecución a los empleados de la Alcaldía, es prueba de la malignidad roja.
La causa de los presos sigue intacta; a luchar por su libertad. La de todos. Sin listas ominosas.