“Cuando tenía 21 años no me había acostado con nadie, no porque no hubiera tenido oportunidades (…) pensaba que el sexo era algo especial que no se podía compartir con cualquiera (…) Trabajaba como camarera los fines de semana, y una noche de descanso salí y me encontré con quien era mi jefe, un tipo seductor, el ligón de los bares (…) mí me gustaba… Ese día me miró de manera diferente, me trató como trataba a cualquiera de sus innumerables conquistas y preparó una cocktelera especialmente para mí (…) Después del primer trago empecé a sentirme mareada. Tras el segundo quise volver a casa (…) Cuando desperté me vi en una oscura habitación (…) Recuerdo una pequeña vela encendida en una mesita de noche… y él sobre mí, moviéndose, mientras yo empecé a llorar al verme desnuda, sintiendo asco y vergüenza a la vez (…) o único que pensé es que deseaba que aquello terminase cuanto antes. No puedo contar cómo llegué a casa. De eso mi cerebro no retuvo nada (…) Solo fui capaz de confiarle lo ocurrido a una de mis hermanas, que me llevó al día siguiente a urgencias de un hospital ginecológico (…) Dije que no quería denunciar, porque tenía miedo de las consecuencias (…) Fue la doctora quien dio parte al juzgado (…) Finalmente renuncié por escrito a cualquier tipo de proceso judicial contra él (…) Durante años me sentí tremendamente culpable (…) Culpable por haber bebido, culpable por haber salido, culpable por haberme puesto aquel vestido corto y ceñido, culpable, culpable, culpable… (…) Admiro a las mujeres que deciden echarle coraje y seguir hasta el final en casos de violencia sexual, y animo a cualquiera que pueda sufrir una situación semejante a ponerle valor y luchar con uñas y dientes por hacer saber su verdad.”
Reseña ABC.es