La Familia Real Británica posee muchas tradiciones. Algunas más rígidas que otras. Sirven -la mayoría de las veces- para justificar alguna acción reprochable o que esté reñida con los tiempos que corren. Y esas reglas no escritas son necesarias también para romperlas cuando así convenga. Pero lo que no puede quebrarse o dejar de lado es lo escrito. Eso es sagrado, reseñó InfoBae.
Es por eso que Meghan Markle será la esposa del Príncipe Harry, pero nunca podrá ser princesa del Reino Unido de acuerdo a los estatutos de la realeza. Y no por su nacionalidad estadounidense, su ascendencia afro o su condición de divorciada. Ninguna de esas premisas está en debate por estos momentos.
Como Kate Middleton, Markle no gozará del título que sí poseía la madre de su prometido, Diana Spencer. A pesar de que podrá casarse con un príncipe, no contraerá el honor nobiliario por ese simple acto. A diferencia de Lady Di, Markle no pertenece a una casa real que da la posibilidad de conseguir esa distinción en caso de casarse con un miembro de los Windsor.
En el caso de Diana, ella nació en una familia aristocrática británica: la casa de Spencer. Hija de John Spencer, VIII conde de Spencer y de Frances Ruth Burke Roche, hija de Mauricio Roche, IV barón de Fermoy. A partir de su casamiento con Carlos de Gales, el 29 de julio de 1981, recibió el título de Princesa. “Su Alteza Real la Princesa de Gales”, más específicamente.
Lady Di también fue nombrada condesa de Chester, duquesa de Cornualles, duquesa de Rothesay, condesa de Carrick, baronesa de Renfrew, señora de las Islas, princesa de Escocia. Todo duró mientras permaneció casada, es decir, hasta el 28 de agosto de 1996.
Como Middleton, Markle no es parte de una casa real en su ascendencia. Según medios británicos, la Reina Isabel ha mantenido reservado todos estos años un ducado para aquella que se casara con su nieto, el príncipe Harry: el de Sussex. Así, a partir del momento en que se case, la actriz de la exitosa serie Suits podría tener una nueva denominación: Meghan de Sussex.