Las garrapatas ya chupaban la sangre de los dinosaurios, mucho antes de convertirse en la pesadilla de otras especies y de los excursionistas, según un estudio publicado en la revista Nature Communications. AFP
Un equipo de investigadores españoles y británicos halló en Birmania cuatro garrapatas perfectamente conservadas en el ámbar resultante de secreciones de vegetales fosilizados y de 99 millones de años de antigüedad.
Entre estos cuatro parásitos surgidos del pasado, uno de ellos, de la familia de las “garrapatas terribles de Drácula”, estaba “repleto de sangre” y otro tenía una pata “enredada” en una pluma, que debía pertenecer forzosamente a un dinosaurio puesto que las aves todavía no existían.
Esta último garrapata, de una especie ya extinguida, medía un milímetro, tenía ocho patas y ningún ojo.
“Es extremadamente inusual descubrir fósiles de parásitos hematófagos directamente ligados con los restos de sus huéspedes”, explicó Xavier Delclòs, de la universidad de Barcelona, coautor del estudio.
Las garrapatas se fijan en la piel de su presa para alimentarse de su sangre, propagando a menudo una gran variedad de enfermedades.
“Mientras que los pájaros son los únicos descendientes de los dinosaurios terópodos que sobrevivieron a la extinción másiva del final del periodo Cretácico, hace 66 millones de años, las garrapatas no solamente se apegaron a su vida, sino que además se desarrollaron”, apuntaron los investigadores.