Renzo Prieto, fue detenido el 10 de marzo del 2014 en la plaza Alfredo Sadel por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), Policía Nacional Bolivariana (PNB) y El Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), y fue trasladado al Helicoide, donde lo acusaron de asociación para delinquir y fabricación ilegal de armas.
Especial LaPatilla.com
Prieto lleva tres años en lo que los presos denominan “las mazmorras del Helicoide”, y a pesar de ser diputado suplente a la Asamblea Nacional, poco le importó al exgobernador del estado Táchira, José Gregorio Vielma Mora, quien pidió su cabeza y el gobierno ignoró sus derechos parlamentarios.
En repetidas oportunidades su abogado, Carlos Daniel Moreno, ha dicho que Renzo “es un preso de José Gregorio Vielma Mora”, ha indicado que el ensañamiento en su contra no tiene sentido, y que aún el tribunal que lo procesa no despacha desde hace más de un año.
Captura
El 10 de marzo Renzo se encontraba cercado por una cantidad descomunal de hombres, que en su mayoría no estaban uniformados pero si armados “hasta los dientes”. Cualquier persona que estuviese presente en ese momento podría jurar que buscaban a un narcotraficante o a un asesino.
En el momento en que entiende que vienen por él, Prieto corre hacia las instalaciones del centro comercial Tolón, pero varios funcionarios accionaron sus armas de fuego y lo lograron neutralizar. A Renzo no le quedó de otra que entregarse a lo que hoy algunos llaman “dictadura”.
“Coronamos, tenemos al Cristo”
“Coronamos, tenemos al Cristo”, fue lo que dijo un funcionario cuando le quitó la gorra y se dio cuenta de su larga cabellera. Si, habían detenido al premio gordo que había pedido Vielma Mora.
Renzo siempre se caracterizó por su melena larga y lisa, lo que le otorgó el sobrenombre de “Cristo”, por sus grandes ojos verdes y por su acento gocho acompañado de un humor muy peculiar.
En el momento en que lo detienen, los funcionarios se peleaban por él como si fuese un juguete de Navidad, como si no importara si la persona que estaban privando de libertad era culpable o no. Lo único que los funcionarios sabían era que seguro esa noche iban a recibir algún beneficio por capturarlo.
La espera, la agonía
Cada vez que los “funcionarios policiales” detienen a alguien que lucha por Venezuela la peor tragedia es la que sufren los familiares. La muerte, la tortura y los golpes es lo que ronda por la mente de cada ser querido.
La familia de Prieto pasó un día entero sin saber nada de él, esperaban una llamada, algún mensaje, lo que sea que anunciara que Renzo estaba con vida, que seguía en pie de lucha.
El “ruleteo” por las redes sociales no se hizo esperar, y todos los medios de comunicación exigían a la justicia pronunciarse ante este arresto ilegal del líder estudiantil, pero como cosa rara, el gobierno se mantenía en silencio, un silencio sepulcral que los define a la perfección.
No conforme con esto las amenazas a los familiares llegaron. El pasado 17 de mayo sus allegados denunciaron que habían recibido llamadas telefónicas donde aseguraban que Renzo estaba muerto.
“Llamaron para mi casa a media noche y preguntaron si éramos familiares del diputado Renzo Prieto y dijeron que mi hermano estaba muerto”, aseveró el hermano del parlamentario en una entrevista a El Nacional Web.
Su estado de salud, lo que menos le importa al Sebin
El estado de salud de Renzo, al igual que la de todos los presos, va de mal en peor.
Sus salidas al sol son escasas y sufre de un dolor abdominal que no ha sido atendido, ni mucho menos trasladado al Hospital Militar para un chequeo médico formal en estos tres años y siete meses que van de condena.
La esperanza es lo último que se pierde
“No abandonemos. No dejemos solo a los jóvenes como mi hijo. El camino es difícil, pero más temprano que tarde tendremos una verdadera democracia”, son las palabras que dijo Lucas Prieto, padre de Renzo, en diversas entrevistas que ha dado a los medios de comunicación, y aunque el futuro se distorsione y la paciencia a veces se agota, Renzo sigue de pie con la esperanza de algún día volver a recorrer las calles de Venezuela.
Hoy la mirada de Renzo es diferente, sus ojos verdes ya no brillan como antes, y a pesar que su humor sigue intacto, se le nota que los tres años injustamente detenido no han pasado en vano.
Renzo hoy es un preso político más que el gobierno ignora, su familia extraña y que la democracia espera con ansias verlo en libertad. Y el mayor regalo que le podrían dar los venezolanos a todos los presos políticos es no olvidarlos y recordar que su lucha es por el país que todos queremos alcanzar.