El Producto Interior Bruto (PIB), un indicador que puede hundir gobiernos o hacer ganar elecciones, es un instrumento anticuado y poco fiable, que incita a un crecimiento desenfrenado sin tener en cuenta las desigualdades, apuntan los economistas.
El debate sobre su utilidad y la necesidad de sustituirlo se ha acelerado en los últimos años y también esta semana en el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos.
“Está surgiendo un consenso para decir que las estadísticas que se han usado hasta ahora ya no funcionan”, explicó a la AFP la economista británica Diane Coyle, de la Universidad de Mánchester.
Muchos expertos abogan por alternativas como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), una iniciativa de Naciones Unidas.
La idea de Coyle y otros economistas es añadir a los datos económicos brutos -los únicos que incluye el PIB- otros sistemas para medir la educación, las aptitudes personales o el “capital intangible”, como los datos o las patentes que produce un país.
También habría que incluir aspectos sobre la calidad medioambiental o el “capital social” que mide la unidad o la división de un país.
Las nuevas tecnologías complican más aún el cálculo de la riqueza, y recursos como Wikipedia, accesibles en todo el mundo, tienen un valor cero en el cálculo del PIB.
El PIB tampoco incluye el mercado negro, una importante fuente de ingresos en muchas regiones del globo ni tampoco puede medir la distribución de la riqueza dentro de un mismo país.
La consecuencia es que un PIB que crece no es siempre sinónimo de que la riqueza beneficie a todo al mundo, al contrario.
El PIB fue creado en 1934 por el economista Simon Kuznets para ayudar a Estados Unidos tras la Gran Depresión y mide el valor de los bienes y servicios producidos en un país durante un espacio de tiempo, generalmente un año.
– Noruega, ¿el país más rico del mundo? –
“Tenemos que encontrar un nuevo mecanismo para incluir partes mucho más grandes de la población y usar sistemas distintos para medir el éxito de un país”, dijo Inga Beale, directora ejecutiva de Lloyd’s of London, el mayor mercado del mundo de los seguros, a la cadena CNBC.
El PIB está considerado un instrumento demasiado tosco para medir el crecimiento y ha suscitado críticas de premios Nobel de economía como Joseph Stiglitz y Amartya Sen o de la directora general del Fondo monetario internacional (FMI), Christine Lagarde.
Sin embargo el PIB sigue siendo rey y algunos países, como China, lo han convertido en el símbolo de su creciente riqueza.
Tras décadas de crecimiento inestable, el gigante asiático es ahora la segunda economía el planeta, por detrás de Estados Unidos, según su PIB, algo que también le concede prestigio y poder en las instancias internacionales que durante décadas no había tenido.
Frente a ello, muchos de los economistas proponen incluir el factor humano.
En Davos, donde esta semana se celebró el Foro Económico Mundial (WEF), sus responsables proponen un nuevo Índice Inclusivo de Desarrollo, con aspectos medioambientales como los recursos pesqueros, a punto de extinguirse en muchos puntos del petróleo.
Según este índice, Noruega es el país más rico del mundo, en un top 10 que incluye pequeños países europeos o Australia. Según este baremo, Estados Unidos queda en el puesto 23 y China en el 26.
Según la profesora Diane Coyle, no es necesario que los países cambien drásticamente sus sistemas de cálculo de la riqueza para tomar en cuenta aspectos medioambientales.
“Sólo hay que respirar el aire en Pekín para darse cuenta de los costes”, dijo.
AFP