La vergüenza y la tragedia de la pérdida de nuestra democracia es un hecho que ciertos venezolanos predijeron ante el ascenso al poder de Chávez. Sin embargo, la mayoría no escuchó, o mejor dicho, no quiso escuchar palabras sobrias en un clima de algarabía vengativa y de cantos de sirena. La frustración con nuestros problemas institucionales de aquel entonces estaba más que justificada, pero mirémonos ahora, y preguntémonos, ¿hacia dónde nos llevó la tan celebrada defenestración de lo que fue nuestra república? Si lo hacemos, denotaremos que la respuesta es muy cruda: el oprobio, la fractura del orgullo nacional, el empeoramiento de nuestros vicios, la aniquilación de nuestras virtudes, o si se quiere poner todo esto en resumidas cuentas; la vida detrás el cordón sanitario. Hoy, aún así, hay muchos entre nosotros que no quieren verlo; somos el ejemplar de un neo totalitarismo que trata de sobrevivir en una época y una región que no lo tolerarán.
Fuera de la gran pantalla conformada por los eventos de transcendencia nacional está nuestro día a día. Todas esas horas sobre las cuales no hay reportaje alguno, pero donde se siguen atestiguando las vicisitudes del vivir en un experimento tiránico. Estos son los detalles que los grandes trazos que hace la historia son incapaces de ilustrar, pues ¿cómo se ilustra históricamente un ánimo? ¿Cómo se describe la agonía de cada individuo víctima de la enfermedad, el hambre, injusticias jurídicas y el miedo a salir a la calle, que han sido generados desde el poder? ¿Cómo se explica, años después, la normalización de lo anormal y la regularización de lo inaceptable?.
La historia es una ciencia que hace crónica de los grandes hechos del pasado y por eso le está vedado el relatar los matices de la cotidianidad, esa vida que continúa, llueve, truene o relampagueé. Lo mismo, desde una óptica diferente; puede decirse de la mayoría de la clase política que hace vida en el país. Siempre inmersos en estratagemas o engaños insidiosos mientras que el ciudadano de a pie padece el horror en que se ha tornado el día a día. Por tal razón, de manera silente, el venezolano común carga en su piel centenares de pequeñas heridas que pocos saben, pocos relatan y pocos están prestos a auxiliar.
El despertar en Venezuela de por si implica, el entrar en un juego en que todo está en contra. Puesto de otra manera, puede decirse que en el país las bases de una sociedad están corroídas hasta la médula. Los ejemplos son muchísimos y tocan cualquier área. Un venezolano puede ser asesinado, secuestrado o extorsionado por cualquiera, sea un delincuente común o un delincuente con cuello blanco o uniformado. Un venezolano que al no contar con medios públicos de transporte termina siendo movilizado en un camión tipo jaula para animales. Un venezolano enfermo es uno que probablemente se va a morir ante las fallas y carencias en el “sistema hospitalario” y en la “red farmacéutica”. Un venezolano que no sabe si en su hogar tendrá electricidad o internet, y mucho menos agua, y si las tiene será por unas horas. Un venezolano que vive con la consciencia de que hoy es más pobre que ayer y menos pobre que mañana. En definitiva, nuestras vidas avanzan en una circunstancia en que, sin importar lo que hagamos; seremos vulnerados insistentemente por una u otra causa.
Así son las cosas, así son nuestras vidas dentro de la sala de emergencia en la que estamos recluidos desde hace años. En esta hora menguada tenemos que preguntarnos si queremos quedarnos limitados para siempre o si deseamos resurgir entre las cenizas. El curar nuestra enfermedad es una tarea sumamente difícil mas no imposible. En tal sentido, debemos tener amor hacia lo bueno en nosotros, para no ser prisioneros de los peores elementos en que se ha envuelto nuestra cotidianidad y que acaban lentamente con nuestra idiosincrasia. Si nosotros los venezolanos somos los pacientes en esta situación, debemos hacer lo necesario para apostarle al enfermo y no a la enfermedad.
Por último, en cuanto al Médico Extranjero, él está poniendo todos sus esfuerzos en favor de nuestra recuperación, pero él necesita que luchemos activamente contra lo que nos aflige. Tal doctor está conformado nada más y nada menos que por las naciones civilizadas que han hecho vanguardia contra la tiranía. Como pacientes que somos debemos estar claros que no estamos solos en nuestra condición, que a pesar de que el médico no puede sentir lo que nosotros sentimos, él está al tanto del diagnóstico y sabe cómo ayudarnos. En estos tiempos globalizados, la indiferencia internacional ya no es una opción y como venezolanos debemos apoyarnos en ello a sabiendas que, como buenos pacientes; debemos poner de nuestra parte y seguir las instrucciones implícitas o explícitas del sentido común. Estoy seguro que con claridad de propósitos y convicciones grupales de cohesión, podremos cumplir nuestro rol para salir del claustro en el que hoy nos encontramos. Y si estamos faltos de inspiración, solo recordemos el final inexorable de toda aflicción que no se cura, porque de no haber solución, sea a pasos pequeños o agigantados, llegaremos a nuestro último suspiro con una vida esclava que difícilmente valga la pena recordar.
@jrvizca