Las dictaduras del siglo XXI no se parecen en nada a las dictaduras de hace 40 o 50 años atrás. Es un error garrafal comparar los regímenes dictatoriales de Rafael Leonidas Trujillo (1930-1961), Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957); Fulgencio Batista (1952-1959); Augusto Pinochet (1973-1990) o Manuel Antonio Noriega (1983-1989) con las dictaduras modernas de Fidel Castro (1959-2006), Raúl Castro (2006-2018) y Nicolás Maduro (2013-2018).
He escuchado a dirigentes políticos venezolanos decir que la dictadura (hay quienes usan el término Tiranía) de Nicolás Maduro puede ser derrocada con las mismas armas con las que se puso a correr a Marcos Evangelista Pérez Jiménez en 1958. Esos mismos dirigentes políticos son los que siguen creyendo que una Mesa de Diálogo en República Dominicana puede resolver la grave crisis política que vive Venezuela.
Mi opinión es que las dictaduras modernas, como las que tenemos en Venezuela, no se pueden combatir con armas convencionales ni con los mismos métodos que se usaron para para deponer, por ejemplo, a Jorge Rafael Videla (1976-1981) en la Argentina. Las dictaduras modernas, como la de los hermanos Castro en Cuba y como la de Nicolás Maduro, en Venezuela, se valen de la tecnología, del poder duro, el poder blando y el poder agudo, y tienen, necesariamente, que ser atacadas y desmanteladas de otra forma.
Algunas dictaduras modernas, como las que existen en Rusia y Venezuela, por sólo citar dos ejemplos, no están presididas por militares, sino por civiles. No fueron producto de un Golpe de Estado, sino más bien consecuencia de procesos electorales, lo cual les da un manto de “impunidad” y “encubrimiento” que les permite se operar detrás del velo de supuestas democracias. Puede resultar contradictorio, pero es la verdad: son dictaduras que nacieron y se consolidaron gracias al voto popular.
Los dictadores modernos del siglo XXI utilizan el Poder Duro, el Poder Blando y el Poder Agudo. No son demócratas. Pero se valen de las bondades de la democracia sólo para hacer elecciones, mediante procesos controlados electrónicamente, y aprovechan enormes y poderosas bases de datos (construidas metódicamente gracias al férreo control que ejercen del poder estatal, y de organizaciones públicas de todo tipo: ministerios, institutos, gobernaciones, alcaldías, bancos, empresas de telefonía, etc) para perpetuarse en el gobierno.
Las dictaduras modernas usan el Poder Duro, basado en su armamento militar, o en su aparato represivo, para combatir enemigos externos o internos y ejercer control total sobre la población. Tanques, aviones, bayonetas y lanza cohetes, son activados para demostrar que el gobierno tiene mayor poder de fuego. Eso hace que los enemigos externos o internos lo piensen dos veces antes de atacar.
Pero también utilizan el denominado Poder Blando, término acuñado por el politólogo estadounidense Joseph S. Nye y que se entiende como la “capacidad de afectar a los demás por la atracción y la persuasión”. Las dictaduras modernas invierten grandes sumas de dinero, millones y millones de dólares, para aumentar su influencia mediante los medios de comunicación, la cultura, el deporte, los centros de estudios, el mundo académico y otras esferas.
El denominado Poder Blando se manifiesta a través de las políticas que desarrollan algunos gobiernos para ejercer el control estatal sobre la apertura, la cultura independiente y la sociedad civil. De allí la preocupación que estos gobiernos tienen por ser dueños y propietarios de grandes medios de comunicación, grandes bancos y todo tipo de empresas públicas. El Poder Blando necesita, en cierta forma, de una enorme clientela.
Christopher Walker, Vicepresidente para Estudios y Análisis del Fondo Nacional por la Democracia, sostuvo en un reciente artículo que “Rusia, China y otros regímenes ambiciosos y con abundancia de recursos proyectan más influencia más allá de sus fronteras que en cualquier momento de la historia reciente, y no principalmente a través de lo que Joseph Nye llama poder duro, es decir, la potencia militar o coerción económica bruta”.
Según Walker, “no hay duda de que Rusia ha usado la fuerza militar con cierta frecuencia en la última década, por ejemplo en Georgia, Ucrania y Siria. Pero sus aviones de combate y sus tanques no impulsan el aumento global de la influencia de Moscú. De manera similar, China está mostrando sus fuerzas militares en el Mar del Sur de China y a lo largo de su frontera en disputa con India. Pero, al igual que Rusia, ha sido mucho más activa en el uso de otras formas de influencia en la pasada década”.
Walker dice que “los gobiernos autoritarios, que suprimen el pluralismo político y la libre expresión para conservar el poder interno, se inclinan a actuar distinto en el plano internacional. Son regímenes que han adoptado hábilmente algunas de las formas, no la sustancia, del poder blando. Buscan lo que se podría entender como “poder agudo”, cuyos atributos clave son la censura, la manipulación y la distracción abiertas, en lugar de la persuasión y la atracción”.
En diciembre de 2017, Walker y otros prestigiosos investigadores publicaron el informe titulado “Sharp Power: Rising Authoritarian Influence” (“Poder agudo: influencia autoritaria en aumento”). En ese documento, los investigadores hablan de las “guerras de la información”, las cuales forman parte del repertorio de los regímenes autoritarios, pero señalan que éstas por sí mismas son una descripción inadecuada del poder agudo.
El documento señala que los regímenes autoritarios, sea de China, América Latina o Rusia, no solamente no se han liberalizado, sino lo que es mucho peor: no se han democratizado. Walker escribió, en otro documento que produjo, junto a Jessica Ludwig en noviembre de 2017, en Foreign Affairs, que “la complacencia de las democracias acerca de un poder maligno y agudo se ha ido formando por su confianza en el paradigma del poder blando. Los analistas que ven la conducta de los autoritarios en términos de esfuerzos por reforzar el poder blando de sus países cometen un error y se arriesgan a perpetuar un falso sentido de seguridad”.
La conclusión de Walker es que “los regímenes autoritarios no están siguiendo las reglas de las democracias gobernantes. Su rasgo característico es la represión sistemática, y el poder agudo que generan no se puede forzar en el marco más familiar y tranquilizador del poder blando”.
Los chinos y los rusos han demostrado ser unas verdaderas estrellas en el uso del Poder Agudo. Sobre todo los rusos, que lo pusieron en práctica durante gran parte del año 2016, hackeando gran cantidad de correos electrónicos de altos dirigentes del partido Demócrata de EEUU e inundando las redes sociales (especialmente Facebook y Twitter) con cuentas falsas para bombardear todo tipo de mensajes y generar matrices de opinión que, al final del día, terminaron mermando las posibilidades electorales de Hillary Clinton.
Una empresa de seguridad contratada por los demócratas identificó a dos grupos como los grandes responsables del despiadado ataque que sufrió la ex secretaria de Estado en las redes sociales pocas semanas antes de la elección: uno que acababa de entrar al sistema del partido, llamado Fancy Bear, y otro que llevaba allí casi un año entrando y saliendo del sistema denominado Cozy Bear.
El periodista Andrey Soshnikov, experto en temas de seguridad de BBC Rusia, informó que tanto Fancy Bear como Cozy Bear son nombres utilizados por un grupo de ciberespionaje vinculado al gobierno ruso que los investigadores del FBI han llamado The Dukes (“Los Duques”).
“The Dukes es uno de los nombres del notorio grupo de ciberespionaje Cozy Bear“, dijo Soshnikov. “Es uno de los llamados grupos APT (Advance Persistent Threat, Amenaza Persistente Avanzada), que se dedican a operaciones de ciberespionaje generalmente contra organizaciones o países por motivos políticos o comerciales”.
Una investigación desarrollada por el FBI, indica que el grupo The Dukes (conocido también como APT 29, Group 100, Cozy Duke y Euro APT) actúa apoyado por el gobierno ruso. La firma F-Secure publicó en septiembre de 2015 una investigación sobre el grupo que tituló: “The Dukes: 7 años de ciberespionaje ruso”.
El informe agrega que The Dukes es un grupo bien financiado, sumamente dedicado y organizado que ha estado trabajando para la Federación Rusa desde al menos 2008, recogiendo inteligencia para apoyar la toma de decisiones de política externa y de seguridad.
“The Dukes atacan principalmente a gobiernos de Occidente y organizaciones vinculadas, como ministerios y agencias gubernamentales, centros de estudios políticos y subcontratistas de gobierno (…) Entre los que han sido blancos de ataques de The Dukes, dice F-Secure, están gobiernos de Asia, África y Medio Oriente, organizaciones asociadas al terrorismo checheno y portavoces rusos vinculados al comercio ilícito de sustancias controladas y drogas”.
En el año 2009, expertos obtuvieron evidencia de la participación de The Dukes en ciberataques a gobiernos y organizaciones de Occidente. El método favorito utilizado por este grupo de ciberespionaje es mediante el uso de los spear fishing, comunicaciones que parecen legítimas, que a menudo aparecen como correos en la bandeja de entrada de algún personaje importante de algún gobierno, y que contienen vínculos o archivos adjuntos que llevan a un software malicioso que permiten al hacker obtener acceso a una computadora.
El PODER AGUDO DE RUSIA
El 6 de enero de 2017, la inteligencia de EEUU confirmó lo que ya no era un secreto para nadie: que el Kremlin ordenó intervenir en las elecciones presidenciales de 2016 en favor de Trump mediante ciberataques. “Consideramos que el presidente ruso Vladimir Putin ordenó una campaña para influir en las elecciones presidenciales de EEUU”, reza el informe de 25 páginas del FBI, la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), las principales agencias de espionaje estadounidenses.
“Los objetivos de Rusia eran socavar la fe pública del proceso democrático de EEUU, denigrar a la ex secretaria de Estado y candidata presidencial, Hillary Clinton, dañar su posibilidad de ser elegida y su potencial presidencia. También consideramos que Putin y el Gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por Trump”, se lee en el informe, recogido por la agencia EFE.
El informe, presentado en enero de 2017, advierte sobre “los planes que Moscú pensaba aplicar luego de las lecciones aprendidas en su injerencia electoral en Estados Unidos para intentar influir en las elecciones de otros países, incluyendo aliados estadounidenses”.
Esos planes ya se están llevando a cabo en México, Colombia y Venezuela, países que durante el presente año 2018 tendrán sus elecciones presidenciales. El plan de Moscú, tal cual como lo hicieron en EEUU en 2016, es influir en la opinión pública de esas naciones para favorecer a aquellos candidatos que se identifiquen con los intereses de Vladimir Putin. En México: Andrés Manuel López Obrador; en Colombia, Gustavo Petro, y en Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
¿CÓMO FUNCIONA EL PODER AGUDO DE RUSIA?
Lo primero que hacen los hackers rusos es robar datos a las diferentes organizaciones políticas que participan en la contienda electoral. Ojo: no es solamente una operación de robo de información, es toda una operación diseñada para influir y tener impacto en el mundo real.
En EEUU, tal como declararon conjuntamente el director Inteligencia Nacional de Estados Unidos, James Clapper, y el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson,“los robos de información y las revelaciones que se hicieron posteriormente tenían la intención de interferir con el proceso electoral de Estados Unidos”.
Las máximas autoridades de inteligencia de EEUU dijeron que “esta actividad no es nueva para Moscú. Los rusos han usado tácticas y técnicas similares en toda Europa y Eurasia, por ejemplo, para influir en la opinión pública allí (…) Creemos que, basados en la extensión y sensibilidad de estos esfuerzos, sólo los más altos funcionarios rusos pudieron haber autorizado estas actividades”, una afirmación que apunta directamente al presidente Vladimir Putin.
Después de robar muchos terabytes de información valiosa, los rusos proceden a la 2da fase: crear cuentas y páginas falsas en las redes sociales como Facebook y Twitter. Durante la campaña electoral de 2016 en EEUU, los rusos crearon el sitio DCLeaks y miles de cuentas fantasmas, las cuales aprovecharon para desplegar toda una super batería de ataques contra Hillary Clinton.
Un reportaje publicado en The New York Times sostiene que “el ataque informático ruso a las elecciones no se quedó en el hackeo y la filtración de los correos electrónicos de los demócratas o en la pila de historias —verdaderas, falsas e intermedias— que criticaron a Clinton en medios rusos como RT y Sputnik. Mucho menos llamativo, y mucho más complicado de rastrear, fue el experimento que Rusia realizó en Facebook y Twitter, las empresas estadounidenses que inventaron las herramientas para redes sociales y, en este caso, las que no pudieron evitar que las redes se convirtieran en motores de engaños y propaganda”.
The New York Times, y la firma de ciberseguridad FireEye, revelaron algunos de los mecanismos que supuestos operadores rusos utilizaron por medio de Twitter y Facebook para difundir mensajes en contra de Clinton y promover el material hackeado.
Representantes de Facebook revelaron tiempo después que habían cerrado cientos de cuentas por considerar que habían sido creadas por una empresa rusa ligada al Kremlin y habían sido utilizadas para comprar 100.000 dólares en publicidad de “mensajes divisivos” (desde asuntos LGBT hasta cuestiones raciales, inmigración y derechos sobre las armas) durante y después de la campaña electoral de Estados Unidos.
La investigación de The New York Times demostró que en Twitter, como en Facebook, las huellas digitales de los rusos se encuentran en cientos o miles de cuentas falsas que de forma regular publicaban mensajes contra Clinton. Muchas cuentas de Twitter eran automatizadas, llamadas bots, las cuales a veces disparaban mensajes idénticos con segundos de diferencia, y en el exacto orden alfabético de sus nombres inventados, según los investigadores de FireEye.
El día de las elecciones presidenciales de EEUU se determinó que un grupo de bots de Twitter enviaron la etiqueta #WarAgainstDemocrats (guerra en contra de los demócratas) más de 1700 veces. Eso apenas en cuestión de minutos. Los ataques contra Clinton se llevaron a cabo desde 2015 y durante casi todo el año 2016.
The New York Times dijo que “debido al poderoso papel que tienen las redes sociales en las contiendas políticas, entender la ofensiva rusa será crucial para prevenir o mitigar ataques similares —o más sofisticados— durante la campaña por el congreso de EEUU en 2018 y las elecciones presidenciales de 2020”.
En abril de 2017, Facebook publicó un informe sobre las operaciones informáticas que utilizaron cuentas falsas. La poderosa empresa propiedad de Mark Zuckerberg se mantuvo al margen de nombrar a Rusia como el principal culpable, pero señaló que había eliminado 470 cuentas y páginas “no auténticas” las cuales era “posible que operaran fuera de Rusia”. Los representantes de Facebook acusaron a una empresa de San Petersburgo que tiene lazos con el Kremlin llamada Internet Research Agency.
RUSOS EN AMERICA LATINA
La intervención rusa en las elecciones de EEUU dio tan buenos resultados que los hackers al servicio de Vladimir Putin ya se encuentran desplegados en sus ordenadores trabajando para hacer el mismo ciberataque en varios países de América Latina. Ya hay denuncias en México y Colombia sobre la interferencia rusa en los procesos electorales que se viven en esas dos naciones. El plan ruso es atacar estados considerados como “aliados estratégicos” de EEUU, como lo es Colombia, o países con gran influencia en el mercado petrolero mundial, como lo son México y Venezuela.
En el caso venezolano, hay fuertes sospechas de que los hackers rusos tuvieron algo que ver con los resultados fraudulentos del 30 de julio de 2017, cuando se produjo la tramposa e ilegal “elección” de los más de 500 miembros de la Asamblea Nacional Constituyente que le da soporte a la dictadura de Nicolás Maduro.
Ese día, inexplicablemente, las máquinas Smarmatic propiedad del CNE, contabilizaron cerca de 8 millones de votos que nadie vio en las calles. El directivo deSmarmatic, Antonio Mugica, denunció que hubo una extraña aparición de al menos 1 millón de votos que no estaban respaldados por los sistemas informáticos y la base de datos de sus computadoras.
La presencia de los rusos ayudando al gobierno de Maduro ha quedado en evidencia en la poderosa maquinaria comunicacional que la revolución tiene en redes sociales, la cual genera matrices de opinión y ciertas tendencias en cuestión de minutos. Los bots al servicio de Maduro en redes sociales como Twitter han sido puestos a prueba a la hora de atacar adversarios del Jefe de Estado como Rafael Ramírez, ex presidente de Pdvsa, quien ha denunciado diversos hechos de corrupción de la actual administración.
Los rusos son defensores a ultranza de la gestión de Maduro. Han apoyado financieramente al gobierno de turno otorgando préstamos a Pdvsa. Y le han respaldado también políticamente, al defender la elección y posterior funcionamiento de la Asamblea Nacional Constituyente. Si los rusos se atrevieron a interferir en las presidenciales de EEUU en favor de Donald Trump, ¿no lo van a hacer en Venezuela a favor de Maduro? ¿Podrán los hackers de The Dukes darle a Maduro los 10 millones de votos electrónicos que nunca pudo sacar Chávez, el padre de la revolución?
Venezuela, 8 de febrero de 2018