En Venezuela hoy la institución más apreciada por el pueblo es la Iglesia Católica. Y la más despreciada es la Fuerza Armada.
Quienes pedimos desde hace años que la Fuerza Armada venezolana exija al narco-régimen su salida del poder no hemos estado abogando por un golpe de estado, sino por el cumplimiento de su deber constitucional
El régimen de Nicolás Maduro está financieramente quebrado, los poderes públicos carecen de autonomía y solo representan al régimen dictatorial, el régimen es un satélite político cubano, la corrupción está firmemente incrustada en todos los niveles de la administración pública, hay centenares de presos políticos, la población pasa hambre y muere por falta de atención médica, el éxodo de venezolanos ricos y pobres hacia el exterior ha adquirido características de estampida. Venezuela ha sido convertida en un narco-estado y en un estado forajido.
La Fuerza Armada debe intervenir y terminar con esta pesadilla. ¿Por qué no lo ha hecho? Porque los altos mandos militares forman un tapón que impide que esa institución cumpla con su deber constitucional. Ese Alto Mando militar, los ministros y gobernadores militares narcos, los militares dueños de empresas que hacen negocios con las empresas del régimen y saquean el erario público, integran una pandilla criminal que – junto al sector civil del narco-madurismo – se ha adueñado del poder político. Los miembros dignos de la Fuerza Armada han debido insurgir en contra de esa pandilla y, hasta ahora, no lo ha hecho.
Cuando un régimen viola la constitución, cuando roba y asesina, cuando cierra toda vía para la solución democrática de los problemas nacionales, cuando se pone de espaldas a los venezolanos, la Fuerza Armada debe intervenir para reponer en el país el sistema democrático. Esa intervención no sería un golpe sino cumplir con el deber que le dicta claramente la constitución.
El golpe militar es, precisamente, el contrario, no intervenir, permitir que una purulenta úlcera militar a lo Padrino, a lo Reverol, a lo García Carneiro, a lo Cabello, se haya convertido impunemente en cómplice del narco-estado. La Fuerza Armada venezolana debe justificar su existencia como institución haciendo respetar la constitución. De lo contrario habrá perdido la confianza del país para siempre.