Dibujo libre es una frase muy utilizada últimamente para reflejar un estado de cosas en que cada quien hace un poco lo que se le viene en gana.
Esta definición de cosas y situaciones muy bien refleja lo que sucede en nuestra Venezuela de estos tiempos, hay dibujo libre en la conducción del país, en la política, en la economía, en la sociedad, en la familia y en cada uno de los venezolanos.
Vivimos una especie de anarquía sin freno en las instituciones, en las calles y en las casas de nuestro país y es una anarquía, un descontrol masivo que sucede mientras quienes deberían poner orden, hacer valer las reglas y dar el ejemplo se hacen de la vista gorda.
Esta forma de descontrol social parece favorecer de manera directa a quienes rigen desacertadamente los destinos del país, es más, pareciera ser una línea de comportamiento dirigida y avalada desde el centro mismo del poder.
En Venezuela campea la impunidad y diera la impresión de que las normas y leyes fueron hechas para ser vulneradas. El típico ejemplo del padre irresponsable que castiga inmisericordemente a sus hijos por cometer una falta, cuando esos hijos han aprendido a cometerla viéndolo precisamente a él. Es el típico “no hagas lo que yo hago, sino lo que yo te digo”.
La crisis de valores en nuestro caso va irremisiblemente atada a la crisis económica. Se justifica la rapiña, la usura, la estafa, el mercado negro, el robo, el asalto, el hurto con el único pretexto de la supervivencia, mientras un pequeño grupo aferrado al poder hace bueno el refrán aquel de que “a rio revuelto, ganancia de pescadores”.
Hemos llegado al límite de que se comercie con el dinero en efectivo como si fuese una mercadería más. Vemos desesperados los ciudadanos como el costo de la vida aumenta de forma exponencial, mientras nadie hace nada por desarrollar planes y políticas efectivas para frenar la hiperinflación que nos desangra. Las industrias básicas del estado fueron devoradas por la desidia y la corrupción y nuestra principal industria, la petrolera en estado de quiebra inminente.
No tenemos ya conciencia exacta de si debemos temer más a cuatro individuos parados en una esquina oscura o a una pareja de uniformados que vengan hacia uno en cualquier calle de cualquier ciudad. “La matraca”, “el martillo” y el rebusque se han convertido en formas de ganarse la vida y de conseguir ingentes ingresos a quienes la practican, haciendo burla despiadada del trabajo honesto.
En este orden de ideas debemos concluir que la labor titánica de reconstruir el país no pasa solo por el cambio político o el remplazo de autoridades. El cambio debe ser también orientado a lo social, a lo humanístico, a la restitución de los valores fundamentales que permitan la reinstauración de la sana convivencia y hagan efectivo el estado de derecho, basado en la justicia y la equidad. Somos responsables todos los ciudadanos de que Venezuela retome la senda del progreso y la civilidad. De lo contrario estaremos condenados sin remedio a seguir viviendo esta grotesca parodia social, en dibujo libre.
Ing. José Manuel Rodríguez.
Analista Político / Consultor
@ingjosemanuel