Nur se mira el dedo, sin anillo, y escruta a sus camaradas de la universidad de Damasco pero solo ve mujeres y ningún chico con el que poder casarse.
Con 30 años, esta mujer que decidió retomar sus estudios, dice estar impaciente para casarse. Pero la guerra en Siria, que se está eternizando, hace que la gran mayoría de hombres o bien hayan emigrado, o estén en el ejército o hayan fallecido.
“Espero que un día una alianza orne este dedo”, confía Nur, que utiliza un pseudónimo para, según ella, hablar libremente.
“No hay más hombres jóvenes aquí, se fueron hace años. Su número se reduce de año en año”, asegura.
Cuando estalló el conflicto, en 2011, Nur se preparaba para obtener su diploma en economía.
En aquella época, tenía cada semana nuevos pretendientes. “Hoy las peticiones de matrimonio casi han terminado”. Y los que las proponen “o ya están casados o son mayores”, lamenta la mujer.
“No tengo nada para pasar el tiempo. Ni amigo, ni amante ni marido”, suspira. “Me horroriza la idea de que me salgan canas antes de casarme. Entonces no tendré ninguna esperanza”.
En este país tan conservador, las mujeres suelen casarse antes de la treintena.
Bodas por Skype
“Hoy en día, una mujer puede casarse a los 32 años sin que la gente le diga que lo ha hecho tarde”, explica Salam Qasem, profesora de psicología en Damasco.
En casi siete años de guerra, más de 340.000 personas murieron. Decenas de miles de hombres fueron llamados al frente.
De los 23 millones de habitantes que contaba el país antes de la guerra, más de cinco millones huyeron fuera de las fronteras y cerca de siete millones son desplazados internos.
Esto ha hecho que casi hayan desaparecido los lazos sociales que se utilizaban antaño en las familias para encontrar futuros cónyuges, señala Qasem.
“Los vecinos se conocían todos antes o aprendían a conocerse rápidamente, pero hoy, las familias están dispersadas por todas partes”, explica.
Algunos sirios consiguieron superar estas dificultades casándose a través de Skype. Los futuros esposos viven en diferentes países o provincias sirias y delegan a una tercera persona para concluir o registrar su acta de matrimonio mientras ellos intercambian sus votos en línea.
Pero no es así para todos.
Con 31 años, Yusra, que trabaja como traductora al servicio del gobierno, explica que sus padres temen que “pierda el tren del matrimonio”.
“No quiero que te conviertas en una solterona”, le repite su madre, mientras le aconseja que “mire a su alrededor para encontrar un buen partido”.
Loco
Pero como Nur, Yusra está rodeada de colegas mujeres o hombres que considera demasiado mayores para ella.
“Todo el mundo sabe que una gran parte de la juventud ha pagado un alto precio” en el conflicto, recuerda a la AFP esta mujer.
Además de la falta de hombres jóvenes, la guerra también ha hecho que las bodas entre personas de diferentes comunidades religiosas sean más difíciles. También ha provocado una fuerte inflación, un desempleo generalizado y pérdidas económicas colosales.
“El aumento del coste de la vida y otros factores financieros hacen que el matrimonio sea una misión imposible”, explica Firas, un hombre de 37 años que no quiere casarse.
“Quien se case en estas circunstancias está loco. No puedo ni garantizar una vida segura y digna para mí, ¿qué pasaría si tuviera una mujer e hijos?”, se pregunta.
Munzer Kallas colgó en la pared de su habitación un gran calendario con varias fechas marcadas en rojo. Son los plazos para presentar las solicitudes de becas para estudiar en el extranjero.
“No pienso para nada en el matrimonio. He decidido seguir a mi hermano a Alemania”, dice este estudiante de medicina, de 26 años. “Será mejor para mí que busque un billete de avión y no una mujer”.
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