Henry la rata, por Juan Carlos Sosa Azpúrua

Henry la rata, por Juan Carlos Sosa Azpúrua

thumbnailjuancarlossosa

Henry se levanta y entra al baño. Se mira al espejo y aparece una rata.  Pocos reflejos evocan tan fielmente el rostro de la traición.

Se cepilla los dientes y no puede enjuagarse el sabor a fracaso. Se peina sus cinco pelos y se unta la esencia que imita a “Secret”, la fragancia de Antonio Banderas.





Se pone su pinta de actor ambulante, de ferias de enanos y gigantes, mujeres barbudas y monos lampiños. Lustra sus botas de piel de culebra y se lanza a las calles en busca de pecados. Es un cazador de sombras e ilusiones.

Menea el cuerpo como John Travolta en “Saturday night fever”. Mira a un lado y al otro. Mueve esos ojos como un loro borracho, atrapado en una jaula de cartón.

Se siente sexy, algo tan imposible que casi es verdad, como las pesadillas de los niños, que de tanto lloriqueo se hacen realidad.

Camina en zigzag, de esquina a esquina. Cruza un semáforo y luego otro. Los minutos paren horas y éstas se vuelven eternidad. Días largos, anacondas hambrientas del tiempo, que se lo traga todo. Una vida resumida a botas de cuero reptil y olores a pachulí; pintas infladas de alucinaciones, puertas de un laberinto sin salida.

Se sienta a la mesa usual. El sitio es pequeño, oscuro y sucio, muy distinto a lo que él ve, pero fiel a lo que observan los otros. Pide un trago a la mesonera de ayer, que mañana tendrá la misma sonrisa. Es diminuta la señorita y hasta la seis su nombre es Yalitza, porque luego se llama Miel, otra chica del burdel.

Chistes malos. Anécdotas insípidas, cháchara torpe; sílabas huecas y verbos enfermizos. Termina el café, paga, se levanta y culmina su destino: el comando de campaña. Aquí le hacen creer a Henry que es un Travolta criollo, con sus botas viperinas y el sombrero revolucionario. Boinas con los tonos de Satán, rojas y negras, tan populares en estos predios, donde le rinden culto a las miserias. Envidia y mezquindad se subliman en la ideología rimbombante. El comando se parece a su baño. Aquí un roedor se cree Antonio Banderas.

Sí, allá va Henry, el “urban cowboy”, meneando ese rabo. Es una rata y un esclavo de la revolución.

Colorín colorado, el cuento se ha acabado.

@jcsosazpurua