Un régimen débil, agotado, fracasado, despreciado internacionalmente, con cada vez menos aliados dentro y fuera insiste en estrellarse. Hoy busca un apoyo que no tiene en una Cumbre del Alba, un esquema político destinado al fracaso y a corto plazo, que se reúne para conmemorar entre otras cosas, la muerte del golpista Hugo Chávez, que ahora comienza a descubrirse y mostrarse muy distinta a la que los portavoces del régimen de entonces afirmaban con el llanto y la mentira, entre ellos, el cada vez menos presente Villeguitas, entonces Ministro para la información.
El objetivo de esta reunión del Alba, disfrazada de conmemoración, no es más que otro intento desesperado para mostrar al mundo que la fraudulenta elección del 20 de mayo es honesta, justa, transparente, lo que desde luego, solo tendrá eco en los pocos aliados que le quedan, como se evidenció en la última reunión del Consejo Permanente de la OEA, en la que muy pocos apoyos firmes se vieron.
El régimen tiene los días contados. Las sanciones seguirán y aumentarán y ningún Lacava podrá negociar nada con nadie en Washington para que las levanten. Seguirán y no solo acá en Washington, también en Lima, en Bruselas y en todas partes hasta que las cosas cambien en el país y los demócratas retomen las riendas del poder y comience una nueva etapa en el país.
El cambio es cierto, nadie lo duda, ni ellos mismos, aunque se muestren seguros de la estabilidad y de los 7 u 8 millones y hasta más, según Tibisay Lucena, quien ya redondea la cifra con sus compinches, al igual que para el “rival”, el ex chavista, Gobernador fracasado, vendido y divisionista Henry Falcón, para que parezca tener más seguidores que su esposa, hijos y uno que otro empleado que por conveniencia votará por él, y quedar así como la “fuerte oposición oficialista” a partir de mayo.
Estamos en un período de transición y de cambio que cristalizará en algún momento, como siempre, en el menos pensado y es allí cuando la oposición, el liderazgo opositor, debe jugar un papel importante. El mundo espera un proyecto de país. Ya se ha hablado mucho de este tema, trabajos muy valiosos de la Venezuela que todos queremos han generado confianza en los que vemos el cambio en el futuro próximo.
Pero es a los dirigentes políticos a los que le corresponde preparar el camino hacia una transición pacífica, segura, conveniente para todos. Eso es lo que espera la comunidad internacional, preocupada a veces por las diferencias entre muchos, pensando en un poder que se aleja, si no hay unidad.
Es el momento de reflexionar. Lo decimos todos. Estamos en esa dirección, pero se requiere no solo que se “declare” la unidad, sino que se ejerza y se muestre que trabajadores, estudiantes, gremios, la Iglesia, los partidos democráticos, los empresarios, todos, exigimos un cambio de gobierno y, más que eso, de sistema, en el que se respeten los valores de todos, sin exclusión de ninguna índole.
Robert Carmona-Borjas