Rosana Sosa: La propuesta de Dolarizarización en Venezuela: ¿éxito o fracaso?

Rosana Sosa: La propuesta de Dolarizarización en Venezuela: ¿éxito o fracaso?

La ausencia de un plan de estabilización macroeconómica equilibrado. Los continuos fracasos económicos del gobierno de Maduro. La muerte del Petro antes de nacer. La monstruosa contracción económica. El gigantesco déficit fiscal. Los riesgos de una recesión profunda por un ajuste sin credibilidad. Un gobierno súper corrupto. La espantosa hiperinflación que pulverizó los salarios. Y sobre todo un olor a cambio político. Han estimulado entre los economistas venezolanos el debate de la Dolarización y de la Caja de Conversión como eje de la discusión en políticas públicas.

Pronósticos de la Dolarización con base en los postulados de la Caja de Conversión

Fortalezas

1.- La Dolarización en Venezuela traería efectos positivos en la lucha contra la inflación.

La coyuntura hiperinflacionaria de Venezuela es similar a la Argentina en 1989. Esa nación tuvo ese año una inflación de 3.079 % que descendió en 1991 a 171,7%. Una significativa disminución desde los niveles de los dos años anteriores. Y la reducción continuó a lo largo de los años hasta terminar estabilizándose en un promedio de 1,9 anual desde 1993 en adelante.

¿Cómo fue posible ese extraordinario descenso de la inflación en Argentina?

Todo comenzó con la llegada de Domingo Cavallo al ministerio de economía de Argentina permitiendo viabilizar la eliminación del Control de Cambio, a partir del 27 de marzo de 1991, con la Ley de Convertibilidad, o Caja de Conversión.

A partir de esa transformación de la política monetaria y cambiaria “las reservas de libre disponibilidad del BANCO CENTRAL DE LA REPUBLICA ARGENTINA en oro y divisas extranjeras, serían equivalentes a por lo menos el cien por ciento (100 %) de la base monetaria”.

En teoría la implementación de esa Caja de Conversión debía asegurar una reserva adecuada y suficiente. La idea era garantizar que incluso, en circunstancia extrema, cuando todos los tenedores de los billetes emitidos por la Caja quisieran convertirlos a la moneda de reserva, la Caja pudiera hacerlo. Y aunque en la práctica la base monetaria no fue respaldada con el 100 por cien de reservas netas, sino con el 100 por cien de reservas totales, lo que incluyó dólares de terceros, el éxito de la medida se concretó en poco tiempo.

El resultado se explica porque con la Caja de Conversión el Banco Central quedó imposibilitado de emitir moneda, a menos que la cantidad de divisas extranjeras y oro de sus reservas aumentará y ya no se hablaría de “tipo de cambio”, sino de “paridad”.

Dicha imposibilidad de incrementar la emisión de moneda sin el correspondiente incremento de los dólares en las reservas anuló la capacidad del Banco Central de hacer política monetaria. Lo cual impidió que la Caja de Conversión pudiera financiar los gastos del gobierno de manera directa. Esta eliminación del llamado “dinero inorgánico” controló la inflación de modo automático al reducir drásticamente el monto del circulante.

2- Frente a un colapso de la autoridad monetaria conviene la renuncia a esa soberanía

Williamson, por ejemplo, identifica al menos dos situaciones en que las que las Cajas de Conversión son la mejor elección: 1.- Cuando el colapso de la confianza en la autoridad monetaria local ha sido tan grande que sólo la renuncia de la soberanía monetaria puede restablecerla. 2.- Cuando un país está determinado a usar a cualquier costo un tipo de cambio fijo como ancla nominal para estabilizar la inflación según parece haber sido el caso de Argentina y pudiera ser el de Venezuela actualmente.

Sin embargo, es difícil garantizar suficientes reservas internacionales para respaldar la base monetaria en un cien por ciento a fin de implementar el sistema. Existe el peligro de que con un tipo de cambio fijo llegue a sobrevalorarse rápidamente la moneda nacional. En especial si la Caja de Conversión es implementada como un intento de detener una inflación elevada.

Debilidades

1.- Una Caja de Conversión suprime la posibilidad de que la industria nacional pueda competir con los productos importados.

Todos los bienes y servicios producidos a nivel nacional tendrían que competir con los bienes importados. Esta aspiración requiere niveles de competitividad y productividad acordes a los parámetros internacionales de los países con los que se comercializa. Solo esta variable en ascenso permitiría generar una tendencia creciente en la recuperación de los salarios reales.

No es el caso del aparato productivo venezolano. Donde únicamente el factor trabajo resultaría competitivo por su bajo costo. Pues el costo de las inversiones en activos fijos y las necesidades de financiación de inversión y tecnología, así como en investigación y desarrollo para reconstruir el tejido industrial nacional demandarían elevados niveles de inversión en el corto plazo. En especial el de la industria petrolera más compleja para su reconstrucción, recuperación y reactivación en el mediano y largo plazo. Un proceso que sin duda no se podrá hacer de la noche a la mañana.

De implementarse, la tendencia sería que los productos importados inundarían el país y la industria nacional no tendría ninguna posibilidad de recuperación, salvo contadas excepciones. Se incrementaría el desempleo y podría agravar la recesión económica.

Un tipo de cambio fijo puede hacer más costoso el ajuste al impedir el uso de modificaciones cambiarias para facilitar el proceso. Especialmente ante las rigideces de precios y de salarios usuales en las economías en desarrollo.

Argentina fué un ejemplo de ello, el desempleo fue el indicador con peor desempeño. La tasa de desempleo pasó del 6,5% en 1991 al 17,3% en 2001. Incluso si se toma el mejor año de la convertibilidad, 1998, se observa que la tasa de desempleo se había duplicado, al pasar de 6,5% a 12,9%.

2.- La Caja de Conversión por si sola no eliminaría el déficit público

La Caja de Conversión a pesar de que elimina el uso de políticas monetarias activas, solo es una herramienta monetaria y cambiaria.

Su capacidad de lograr disciplina fiscal sigue dependiendo de manera importante de la voluntad política del gobierno de turno. Con libre cambio o sin libre cambio, el déficit fiscal provoca desequilibrios.

Además, el gobierno puede optar por la política fiscal expansiva. Tanto en materia de impuestos o de emisión de deuda en los mercados como forma de financiación.

Si lo hace con un aumento de los impuestos, el sector privado debe absorber un costo mayor para producir. Añadiendo un elemento adicional a los efectos indeseados del tipo de cambio fijo sobre la producción y el empleo.

Si se financia con deuda contraída en el mercado local, el resultado es el mismo debido al efecto “crowding out” y el aumento de la tasa de interés

En su trabajo “Crisis Bancarias y Convertibilidad”, Armando Ribas nos dice que “un tipo de cambio fijo pone un límite superior a los precios de los bienes transables pues la competencia externa impide que éstos se puedan aumentar”.

Todo aumento del gasto público y/o de los salarios significa una caída del tipo de cambio real. Ejerce una presión sobre los productores de bienes transables. Su sobrevivencia en el mercado depende de sus posibilidades de mejorar la productividad de los factores que están bajo su control.

En Argentina durante la vigencia de la Ley de Convertibilidad el gasto público pasó de 46.351 millones de dólares, en 1991, a 82.842 millones de dólares, en 2001, un aumento del 79%. Los ingresos, aumentaron durante el mismo período un 45%.

El déficit salta a la vista. El resultado fiscal fue siempre negativo y creciente hacia los últimos años de vigencia de la Ley. La consecuencia fue que la deuda pública se elevó de 60.048 millones de dólares a 144.200 millones de dólares, un 105% entre los años 1991 y 2001.

El llamado “costo de la credibilidad imperfecta” durante un proceso de estabilización basado en la dolarización y los problemas de gobernabilidad, acentuados de Venezuela, harían ineludible un endeudamiento indiscriminado en el corto plazo con miras a atender las distintas demandas políticas y sociales.

Si la disciplina monetaria que la Convertibilidad impone no se alinea con la disciplina fiscal necesaria, el déficit fiscal creciente podrá conducir a una crisis de deuda similar a la actual y a un nuevo default.

La clave del éxito de las políticas públicas y de sus hacedores depende de un gobierno responsable en materia de gasto. De unas autoridades que hagan los ajustes necesarios manteniéndose impolutas frente a las demandas políticas para lograr la gobernabilidad.

Las presiones sociales deberán ser atendidas en el marco del control de la corrupción, asignándoles los programas sociales a la Iglesia y a organizaciones de la sociedad civil con ejemplo de buena praxis.

La reconstrucción de las Instituciones será una tarea difícil, pero no imposible. La jerarquización de valores y la reducción progresiva de la impunidad, consolidando un sistema de justicia capaz de combatirla, serán claves para el logro de la administración eficiente del Estado.

Serán decisivos los hombres y mujeres al servicio del bien común. Es imperativo contar con gente capaz y responsable de asumir estos grandes retos y sobre todo compensar y convertir el sufrimiento en esperanza.

No existen herramientas mágicas. Todas necesitan pasar por la revisión sistemática en el acoplamiento de todas las variables en un horizonte de planeación de un programa de ajustes equilibrado. La mira debe colocarse en lograr un crecimiento económico con equidad y bienestar, respetando los principios básicos ya estudiados para el éxito en materia económica y social. El punto de partida y el de llegada debe ser la atención de la gente.

Rosana Sosa García
Economista
PHD

Exit mobile version