Mientras Liliana le saca los piojos a su novio, Patricio —los dos sentados juntos en la acera de una calle de Caracas—, la joven observa de cerca a su “familia”, reseñó El Nuevo Herald.
Por: Eduard Freisler
Cuando una niña de 10 años llamada Danianyeliz se arrodilla a tomar agua de un charco, Liliana le regaña y le brinda un trago de una botella de jugo que acaba de encontrar en una bolsa de basura.
A los 16 años Liliana se ha convertido en la figura materna de una banda de niños y adultos jóvenes venezolanos llamado Chacao, el nombre del vecindario que reclaman como su territorio. Los 15 miembros del grupo, de entre 10 y 23 años, cooperan para sobrevivir las violentas peleas por la basura “de calidad” en medio de la fuerte escasez de todo que hay en el país.
Sus armas son cuchillos, palos y machetes. El premio son las bolsas de basura con suficientes alimentos en estado aceptable para comer.
Todo lo que encuentran lo comparten. El resto de la banda queda fuera del grupo de dirección por diferentes razones: comportamiento violento, no compartir alimentos y a veces por asuntos personales.
Pero a la hora de defender el territorio se olvidan todas las diferencias y antipatías. Caramelo convoca a los 15 miembros para presentar un frente unido ante bandas de otros vecindarios.
Así es como la pandilla de Caramelo tomó el control de Chacao, aunque muchos de sus integrantes no son del vecindario, entre ellos la propia Caramelo, que nació y creció en El Junquito, en las montañas a unas 10 millas del centro de la ciudad.
Hace un año, la banda se colocó cerca del Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT), que genera toneladas de basura. Pero una temida banda rival del vecindario de Las Mercedes también quería esa basura.
La pandilla de Caramelo fue atacada y la sacaron de la zona. Así que echaron mano a sus armas —cuchillos, hondas, pedazos de vidrio y machetes— y tomaron el control de la cercana Chacao.
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