Precisemos, aprendida la lección de una amarga experiencia, no otra que la inaugurada al concluir la década de los cuarenta, el Pacto de Puntofijo (PP), suscrito en octubre de 1958, aseguró el rechazo unísono de cualquier golpe de Estado, un gobierno de unidad nacional y la realización de un programa mínimo, dándole viabilidad a la democracia representativa. Y, aunque mucho insistió en concursarlo, auto-victimizándose, en el acuerdo no entró el PCV por razones que, lamentablemente, validaron los hechos de un largo y tumultuoso decenio.
Al correr el tiempo, circunscrito a los partidos firmantes, aunque URD desertó, incorporándose luego al gobierno de Leoni a través de la Ancha Base, junto al FND, PP fue perfeccionándose como expresión de un necesario entendimiento sobre los asuntos fundamentales del país, Después de 1968, otras iniciativas como la del pacto institucional en el parlamento y la política de pacificación, por ejemplo, nos concedieron una estabilidad que ahora tanto extrañamos, luego de la profunda satanización que se hizo de PP, maliciosamente propulsada y aprovechada por el clan dominante de la presente centuria.
El solo propósito de un programa mínimo sobre aspectos muy concretos para 1958, suscitó la necesidad de consensuarse sobre otros que alcanzaron, así, trascendiendo a varias administraciones, el carácter de una Política de Estado. Y, con el relevo en la cancillería de Ignacio Luis Arcaya, defensor de la causa cubana, por cierto, incorporado luego como magistrado de la Corte Suprema de Justicia, por Marcos Falcón Briceño, definitivamente adquirió el definitivo perfil del que supimos, la reclamación de El Esequibo.
Puede aseverarse, el espíritu puntofijista le dio alcance al problema esequibano y, por muchas diferencias que suscitara, palpable en el libre debate parlamentario y en los medios de comunicación social, el siglo XX concluyó con un magnífico esfuerzo concertado en la materia. A modo de ilustración, el Acuerdo de Ginebra fue ventilado y firmado por una delegación venezolana compuesta por factores de todos los partidos legalizados y figuras independientes, firmantes o no del PP, añadido el PRIN, quien indirectamente representaba a las organizaciones insurrectas de entonces; y, durante la suscripción y discusión en casa del Acuerdo, no hizo mella alguna situaciones difíciles, como la del sabotaje guerrillero de oleoductos o el alzamiento militar de Ramo Verde, en los meses de inicio de 1966, en un país con niveles de vida hoy envidiables, lejano a la hambruna y a la inseguridad personal a las que nunca nos acostumbraremos.
Y es que, con todos sus yerros, PP hizo posible esa Política de Estado hacia El Esequibo, agregado el cuestionamiento tan propio de la pluralidad. Agotado PP, sin la sustitución de otros mecanismos o medios de un entendimiento indispensablemente histórico, la política desarrollada, caprichosa y excluyente, prendada a la artificial y consabida polarización, ha resultado un monumental fracaso en lo que va de la presente centuria.