Los puentes humanos inter generacionales nos conectan con la historia y con nuestro pasado. Tal vez de allí debamos extraer enseñanzas que nos ayuden a encontrar la ruta para salir de esta pesadilla que utiliza lo peor de nuestro gentilicio para perdurar y fortalecerse, en una suerte de círculo vicioso interminable que al pasar el tiempo empeora cada vez más.
Don Rafael Grooscors Caballero es uno de esos puentes humanos. Me refiere una anécdota de Guido Grooscors Caballero, su hermano mayor, cuando se desempeñaba como secretario del entonces candidato Rómulo Gallegos antes de las elecciones de diciembre de 1947. En un recorrido en mula por Humocaro Alto, en el Estado Lara, un campesino le gritaba en la muchedumbre al entonces candidato presidencial en campaña, “¡General, General!” tratando de llamar su atención. Don Rómulo, en su conocido vozarrón le espetó con firmeza: “¡Yo no soy General!”, como indicando que Venezuela estaba en elecciones donde serían los civiles quienes cambiarían la historia del país. El campesino, con esa clara inteligencia socarrona del pueblo venezolano le contesto: “No, pero lo será…”.
En esa pequeña anécdota se resumen 200 años de historia republicana. Ese campesino no le hablaba a Rómulo Gallegos, civilista y candidato presidencial para unas elecciones. Le hablaba a una figura de poder, que es la que ha conducido siempre el destino de los venezolanos: los militares. Pero más allá de eso, la anécdota nos revela que aunque Don Rómulo Gallegos cabalgara en lomo de mula hasta lo más recóndito de Venezuela, el pueblo llano no creería realmente –y a mi juicio todavía no cree- en lo que esa figura ciudadana de las letras venezolanas encarnaba. Solo creía en el poder fáctico que solo estaba en lo militar y peor aún, que esa ciudadanía buscaría transformarse en eso porque estamos en Venezuela.
Para el dolor de todos nosotros eso es lo que al final ha pasado, quizás porque el militarismo ha estado en el ADN del pueblo desde la independencia. Y tal vez esa fue la razón por la cual los venezolanos creyeron que un militar sería la solución de sus males en 1998. Ese es el reto cultural –y más aún, estructural- más importante que debemos enfrentar: que se imponga el pensamiento ciudadano sobre la impronta militarista de nuestro pasado. Sin embargo hemos retrocedido en lo civil más de 60 años –o tal vez más- y particularmente en estos últimos 20 para hacerlo. Necesitamos entonces un plan, más que de retorno a lo civil -que en realidad nunca hemos tenido- para acometer la construcción de una nueva y genuina ciudadanía. Lo que hemos disfrutado hasta ahora es un espejismo de ella, y enfrentar su gestación después de este retroceso será todo un reto político.
Pero si a todo esto le agregamos la destrucción sistemática de la institución militar tal y como la conocíamos antes del año 2002 realizada por Hugo Chávez, para construir en su lugar un aparato militarista y comunista para sostener este sistema en el poder, la cosa se pone mucho mas cuesta arriba. Del excelente trabajo de Federico Boccanera (ver , El negocio de la conspiración en Venezuela, enhttp://www.lacabilla.com/ContenidoOpinion/opinion/el-negocio-de-la-conspiracion-en-venezuela-por-federico-boccanera/991) extraemos lo siguiente: “La fuerza armada nacional bolivariana es la obra más acabada de Hugo Chávez, la que verdaderamente pudo concluir antes de morir, es su verdadero legado, y es la culminación histórica de un largo proceso de convergencia -que el chavismo encuentra natural- entre el militarismo político venezolano y el sistema político militarista por antonomasia, el comunismo, el cual transforma a sus líderes en comandantes, a las sociedades en ejércitos, a los ciudadanos en tropa, y consagra un estado de guerra permanente.”
Y lo peor de todo es que esa construcción militarista está estructurada en la Constitución de 1999. Boccanera nos confirma en su artículo algunas de las razones por las cuales en ANCO creemos que es necesario cambiar esta constitución inmediatamente: “Estas mafias militares son intocables y han acumulado riqueza y poder no por abuso, sino por designio supremo del estado chavista, cuya constitución de 1999, eliminó el requisito de la autorización civil para los ascensos a oficiales superiores y les otorgó el privilegio del antejuicio de mérito, eliminó la prohibición del ejercicio simultáneo de la autoridad militar y civil, eliminó el carácter apolítico y no deliberante de la institución militar, concedió a los militares el derecho al sufragio, y lo más importante, estableció una doctrina de seguridad de la nación y defensa integral, que debe regirse por el principio de “corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil”, el cual debe ejercerse sobre “los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, capítulo II de los principios de Seguridad de la Nación, art. 326)” (subrayado nuestro).
De acuerdo a esto, las mafias militares abusan del poder no porque pueden hacerlo por la fuerza, sino porque ¡están constitucionalmente habilitadas para ello! ¿Cabría entonces esperar que algún oficial surgido de esa misma superestructura distorsionada, especialmente construida por Chávez para profundizar el Estado militarista en Venezuela, insurja para cambiar el estado de cosas, con la finalidad de colocar al país en un camino donde impere el poder civil y constitucional en el marco de un Estado de Derecho? Obviamente que no.
Y eso es lo que sorprendentemente está esperando el país y de lo que se aprovechan aquellos que trafican con la conspiración como un negocio, tal y como lo describe Boccanera muy bien en su artículo. Y pensar que todavía existen venezolanos que de buena fe rechazan una nueva Constituyente precisamente para cambiar eso, en la creencia del mensaje miles de veces repetido por el régimen de que esta es la mejor constitución del mundo.
Sin embargo y para fortuna de todos, paradójicamente la Constitución de 1999 funciona en dos sentidos opuestos, 1) garantizando la permanencia de los militares en el gobierno, con un poder ilimitado que jamás ha tenido grupo alguno en el pasado, como efectivamente se ha descrito; y 2) dejando la puerta abierta para que el mismo pueblo, con su prerrogativa de participación civil, ciudadana y constitucional cambie esa situación (Artículos 347, 348, 349 y 350 de la Constitución).
Dicho de esta manera, la situación militar descrita como un designio fatal gravitando sobre la República solo puede ser abordada en su condición ciudadana por el pueblo, no solamente pronunciándose civilmente en contra de esa superestructura militar a través de una Consulta Popular, sino convocándose para cambiarla en el marco de una nueva Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario por iniciativa popular.
No podríamos esperar nunca, dadas las prerrogativas constitucionales de las mafias militares, que una situación de secuestro de la población sea resuelta por aquellos que la originaron. Si el pueblo no se pronuncia y se levanta como un todo, logrando civilmente un cambio de lo que fue distorsionado deliberadamente por “el designio supremo del estado chavista”, no habrá ninguna modificación en el actual estado de cosas en Venezuela. Así de grave e importante es la inmediata consideración de una Consulta Popular por parte de la población.
Y de eso se trata dejar que el pueblo venezolano decida. O el pueblo se pronuncia a favor de lo ciudadano, o ya nos venció el militarismo…
Caracas, 4 de Abril de 2018
Blog: http://ticsddhh.blogspot.com/
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana