Memo es fontanero, electricista y desde hace algún tiempo, tiene su tarantín en la gasolinera de La Piedad, donde está encargado de la venta de lotería de animalitos. Desde temprano, Memo enciende su celular y comienza la fiesta con su zoológico particular. “Me guardas la paloma” -Le indica su comadre, Josefa. “Ajá” responde el vendedor.
Me dice –con cierta sonrisa burlona- que casi todos los días “esa paloma se la pasa volando” mientras anota en un papel. “Fíjate que la paloma es muy salidora” y acto seguido, deja escapar una carcajada.
La primera llamada que atiende Memo le da los resultados. “Er conejo” escucho que repite y enseguida comienza a lamentarse. “Es que lo que son la paloma, el conejo, la culebra y el gato, siempre están saliendo”
Pero Memo no se da por vencido y él mismo se convierte en apostador. Llama a su banquero particular y le dice que le apueste 500 bolívares al mono. “Es que anoche soñé que estaba uno encaramao en la mata de tamarindo”
Mientras vamos en el carro rumbo a la casa de mi suegra a revisar la bomba de agua, por la radio se escucha una canción del grupo mexicano, Maná. Memo se entusiasma. Me pide que suba el volumen. Sus ojos se iluminan. Se le infla el pecho cual palomo enamorado. Aclara la voz y de seguidas, repite en un solo aliento, la letra de la conocida canción.
“Es que tú no sabes que a mí me llaman El Maná de Los Rastrojos” -Me río en sus narices y él, inmutable, sigue cantando y tarareando su canción. El antiguo caserío que fue Los Rastrojos, aldea de indígenas y después un pueblo evangelizado por los españoles, en el siglo XVI, está en la periferia de Cabudare. Ya no están los brujos ni misioneros que pactaban con Pilancón.
Sonriendo le digo que me sorprende. “Tú eres la propia encarnación de eso que dicen por ahí, reinventarse” Deja de cantar, me mira y pregunta: “¿Re…que…quéee? “Re-in-ven-tar-se” “Mi nuerita que más quiero, estaría feliz de ver a alguien haciendo tantos trabajos a la vez” “Esa es su palabra favorita de este año”
Y Memo se deja ir con un discurso fiestero. De esos de fines de semana cuando sabes que tendrás una parranda y eres el protagonista y tal. “Es que todos los fines de semana me buscan, para bautizos o cumpleaños” “Hasta tengo por yutú mi propio video” “El año pasado fuimos y grabamos el video y lo metieron por ahí” Me dice señalando mi celular.
“¿Pero te pagan por cantar?” “Nada” Responde medio aflijido “Esa es mi contribución con la comunidad” Me dice, mientras se queda pensativo. “La cosa está dura, verdá” “¿Cuál cosa, la paloma? Reímos y de seguidas, vuelve a comentar. “Los reales no dan para nada” “¡Ah! Pero a mí me dijeron que tú eras chavizta, Memo” Me mira y baja la cabeza. “Uju” Es todo lo que le escucho decir. “Bueno, pero de todos modos uno anda pelando” “Me hace falta completar para los remedios. Los de la tensión”
“Pa’mí, Memo, que tú no eres chavizta” “Sí, vale. ¿Y por qué no voy a ser?” “De Maduro sí que no” “Ese bicho es muy maluco” “Por aquí nadie lo quiere”
La canción se termina y se hace un silencio. Pienso en Memo y su revelación. Le echo un jarabe de lengua y me voy por debajito: “Mira, Memo. Un chavizta. Un verdadero chavizta. De esos de pura cepa. Originales. Usan como reloj un rolex. Tienen en el garaje de su casa estacionada, una hommer. Brindan con güisqui de 21 años. Van a Disney en cada vacación escolar” “Dime, Memo: ¿tú tienes algo de eso?” “Ni sabía que habían relojes que se llamaran así”
“Memo” -Continúo con mi sermón. “Tú lo que eres es un rodilla en tierra” Acentúo mi afirmación mientras lo observo. “Los rodilla en tierra son los hijos de aquellos que llamaban en los gobiernos adeco-copeyanos, pata en el suelo. Y nietos de los antiguos juan bimba. Del siglo pasado”
“Así es la cosa” “O sea, que siempre hemos estado jodidos” “Siempre, mi querido amigo” “Te das cuenta ahora que solo ha sido un cambio de nombre, Memo. Juan Bimba-Pata en el suelo-Rodilla en tierra, son la misma cosa”
Memo termina de arreglar la bomba de agua. Ya es más de mediodía. Me dice que lo deje en la gasolinera porque tiene que atender un cliente. “Aunque sea sábado, hay que trabajar” Afirma, mientras acomoda en el carro su bolso con sus aperos. “Fíjate que yo estoy trabajando desde chiquito. Ya tengo 63 años y sigo en la brega”
Como Memo, son millones los venezolanos buenos. Los siempre trabajadores. Antes adecos, copeyanos o independientes. Ahora chaviztas. Pero siempre económicamente empobrecidos, utilizados y relegados.
“Menos mal que ya es sábado por la tarde. Esta noche tengo un toque” -Me comenta mientras su rostro se ilumina con esa su ilusión que lo rejuvenece y lo vuelve soñador. Cantante, pues.
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