No son un mismo gobierno, pero actúan como si lo fueran. Los regímenes de Cuba y Venezuela se dejan llevar por sus instintos autoritarios y se ponen en evidencia en la Cumbre de la Américas por la intolerancia. Con ello Raúl Castro le recordará al continente que su gobierno no es parte de la solución sino del problema venezolano.
Por Pedro Benítez / Al Navío
Luego de haber asegurado que: “Llueva, truene o relampaguee iré a la Cumbre de las Américas a decir la verdad de Venezuela”, el presidente Nicolás Maduro cambió de opinión. La última declaración al respecto fue: “La Cumbre no está entre las prioridades, ahí no hay nada que se vaya a decidir, es una pérdida de tiempo”.
No obstante, por lo ocurrido ayer en la ciudad de Lima, Perú, parece que para él la VIII Cumbre de las Américas sigue siendo un tema de relevancia. No asistirá físicamente pero por lo visto se hará sentir.
Según reportes de periodistas venezolanos unos 200 partidarios del Gobierno han hecho acto de presencia en diversas actividades que tradicionalmente suelen realizarse en estas cumbres presidenciales.
El foro denominado “Diálogo Actores Sociales y Representantes de Alto Nivel”, en el que participaban delegaciones de diversos países de América Latina, fue interrumpido por un grupo de manifestantes que gritaban consignas en contra de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), y de las sanciones que el Gobierno de Estados Unidos ha impuesto a altos funcionarios del gobierno de Maduro.
Según los reportes en vídeos difundidos por las redes sociales estos activistas del chavismo estaban acompañados por ciudadanos de origen cubano a los que se identificó como miembros de la delegación de ese país. En la versión de los medios cercanos al gobierno de La Habana eran “parte de la sociedad civil cubana”.
En estas actividades participa un numeroso grupo de opositores venezolanos, tanto de ONG defensoras de derechos humanos y críticas del régimen de Maduro, como diputados opositores de la Asamblea Nacional de Venezuela y el alcalde metropolitano de Caracas Antonio Ledezma, hoy en el exilio, y también la disidente cubana Rosa María Payá, hija del fallecido Oswaldo Payá, jefe del Movimiento Cristiano de Liberación de Cuba.
Payá leyó un comunicado en medio de los gritos, en el que criticó la violación de derechos humanos y la pobreza que se vive en Cuba y Venezuela.
Es una larga “tradición” que los defensores del régimen castrista hagan acto de presencia en actitudes de hostigamiento verbal e incluso físico en foros públicos donde se presente la disidencia de ese país. Ya ocurrió en la Cumbre de Panamá en abril de 2015 cuando sucedieron choques entre seguidores y detractores del gobierno de Raúl Castro.
En esta ocasión se han repetido escenas similares pero con la novedad de que ha sido por partida doble: defensores de los gobiernos de Cuba y Venezuela actuando conjuntamente en contra de los críticos de sus respectivos regímenes.
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