Stephen Hawking fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) cuando tenía 21 años, una extraña enfermedad degenerativa que atrofia el cuerpo provocando parálisis musculares. Con el paso del tiempo, sus células del sistema nervioso encargadas de las funciones motoras del organismo mueren: los afectados con ELA pierden el control de sus brazos y piernas, luego de sus manos y el resto de músculos, incluso la fuerza del cuello que hace posible mantener la cabeza erguida, todo hasta que el sistema entero colapsa y llega la muerte, reseña Cultura Colectiva.
Para el físico el diagnóstico fue un golpe devastador, pero no mortal. Estaba a punto de casarse, tenía una prometedora carrera y toda una vida por delante. Los especialistas no le dieron más de tres años de esperanza de vida pero él vivió otros 55 más.
Hawking perdió la habilidad para hablar en 1985, después de realizarse una traqueotomía posterior a un viaje a Génova. Fue ahí cuando Intel Corporation decidió trabajar de primera mano con Hawking para fabricar un sistema anidado a su silla de ruedas que le devolviera la voz y también mejorara radicalmente su vida.
A principios de 2014 y con la progresión de su enfermedad invadiendo gran parte de sus músculos, Intel presentó la última –y definitiva– silla de ruedas. El sistema de código abierto que le daba voz fue bautizado como ACAT (Assistive Context-Aware Toolkit) y según la compañía, se componía de tres partes: un sensor de infrarrojos o cámara que detecta movimientos faciales, la interfaz que selecciona las letras para formar palabras y el software (desarrollado por SwiftKey) que predice lo que el usuario está escribiendo.
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