William Anseume: El aumento del bocado

William Anseume: El aumento del bocado

wanseume@usb.veWilliam Anseume

 

Volvió a subir el espanto. Tenemos otro de esos ajustes de sueldo que lanza el máximo representante gubernamental a espaldas de todos. Contra todos. Aterrorizados esperaban esta acción económica los diversos sectores: trabajadores, empleadores, los del gobierno y también los de la díscola oposición. Y ahí está: la demostración palpable de nuestra ruina. Materialmente los trabajadores aumentan la cifra de sus ingresos, materialmente las empresas deberán pagar más, pero lo sabemos: humo electoral esfumado es aquello que constituye ese anuncio. Porque es un anuncio de verborrea presidencial electoral, nada más.





Fedecámaras, esa aglomeración de empresas que tiene una queja ante la Organización Internacional del Trabajo contra el gobierno de Venezuela por su torpe e irregular, ilegal, manera de relacionarse con trabajadores y empresarios, lo ha dicho ya: el ajuste de sueldos se hace desconociendo todas las normas para su discusión y acuerdo. Vale decir, es el ajuste impuesto por la mano tiránica que sin escuchar a los interesados, de ningún modo, ejecuta una elevación de sueldos que a nadie realmente sirve, sino a los intereses vocingleros del gobierno en un momento en el que pretende ganar una “elección” presidencial sin comptencia alguna; que busca desesperado alguna popularidad secuestrada en bolsas de comida también desvanecidas.

Es absolutamente falso que el nivel de los ingresos, que el poder adquisitivo, aumente. Este anuncio de un nuevo ajuste resulta otra vez chocante ante la realidad diaria para quien arriba a la adquisición de algún bien, de algún servicio. Al ser simplemente un anuncio que tardará muchos días en concretarse, en tiempos de hiperinflación, el verbal traslado de poder adquisitivo no  será siquiera agua ni sal. Cuando se cumpla, cuando se haga efectivo en nuestras míseras arcas familiares no será siquiera el fantasma literal en números que es hoy. Pensemos que a los profesores universitarios tardaron un mes en asignarnos el ajuste que nos otorgaron como dádiva graciosa, disuelta a todas luces donde hay luz. Y choca contra nuestra realidad debido a que quien más pueda, trabajando, comprar productos, no podrá alcanzar una vida digna, porque sencillamente no hay en Venezuela trabajo dignamente compensado.

Realmente, la violación de los Derechos Humanos en Venezuela incluye la imposición del hambre desde el poder, tal y como ayer se dijo en la OEA e incluye el más abierto desconocimiento al Artículo 25 de la Declaración Universal: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda…”. Ya lo expresó nuestra Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar en documento expuesto a principio de año: en Venezuela se perdió el valor del trabajo.

Un guasón del siglo XIX en su trabajo intitulado “Carestía” se refería obviamente al tema: “Si no bajan los comestibles, vamos a quedar aviados”. Y prosigue, Bolívar Coronado: “Porque el papelón anda por las nubes y una fanega de caraotas, vale un ojo de la cara y parte del cachete”. Remata: “De modo que si la cosa sigue así, y el hambre aprieta, bonitos que andaremos por esas calles de Dios o de Caracas, descachetados y tuertos”.

No es tiempo de guasa, sino de hambre. Los bocados no existen o se encarecen al ritmo veloz, imparable por anuncios, de la hiperinflación impuesta por el gobierno, desconocedor de los derechos laborales y de los derechos humanos.

Trabajar es resistir. Es hora hace mucho de revertir toda esta humillante situación. Sin una verdadera unidad, como hasta ahora, luce imposible.