Según nuestra Constitución el voto es un derecho, según la ética cívica un deber. Decisión que, sin estar prescrita en la ley y sin coerción al incumplimiento, es un acto de autonomía. Su fundamento es la conciencia individual. Su forma es la de un imperativo categórico.
Si no hay democracia, el estatuto del voto como derecho se distorsiona, se restringe, se manipula o se elimina. La experiencia arroja que cuando las dictaduras ofrecen una rendija electoral, los demócratas deben meterse por ella para expandir su mensaje, expresar intereses concretos, movilizar a la población y contribuir a organizarla.
Si se desaprovecha esa rendija, ¿cómo avanzar desde un régimen autoritario a la democracia? La apuesta no debería ser por salidas violentas como un golpe, una invasión o una insurrección popular. Tres desenlaces que están fuera de la voluntad de los ciudadanos, ponen las decisiones en manos distintas a las de la libre competencia entre partidos y son más difíciles, inciertos y traumáticos que la vía del voto.
Entre los sabios mantras de Pompeyo Márquez, había tres que repetía con la insistencia de un om: la unidad; luchar, siempre luchar y aprovechar la menor rendija democrática para ampliarla. Si se reflexiona sobre ellos, uno podría concluir que son virtudes constitutivas del ciudadano.
No llegó la bola de cristal para profetizar el final de un proceso que reúne tantas condiciones adversas al poder que podría decirse que su derrota está cantada. Pero algunos lo miran al revés y siembran la idea de que el régimen es invencible. Tendrán razón? Debemos quedarnos en nuestras casas y dejar que otros decidan quienes nos van a gobernar?
Es improbable, pero no imposible que el poder resista tantas condiciones que les son desfavorables y que su astucia encuentre, en la ausencia de electores, los pasadizos para arribar a su meta. Refutaría a todas las encuestadoras con reputación que cuidar, pero entre las atipicidades de la situación puede que lleguemos a ser el primer caso en el mundo donde la hiperinflación sea derrotada por el poder.
Si los resultados definitivos no coinciden con las encuestas y lo que se percibe en la calle, habría que saber por qué y tener pensado un abanico de respuestas ante los distintos escenarios posibles. En todos ellas debería estar presente la defensa de la Constitución, la prioridad de solución a la crisis de hambre y medicinas y el establecimiento de acuerdos, entre los dos proyectos que están en competencia, para abordar la gobernabilidad y la convivencia desde un viraje radical respecto a las políticas actuales. Para salvar a Venezuela, sus ciudadanos necesitan sanar de años de odio, exclusiones e impunidades. Requieren formular un Nuevo Entendimiento Nacional.
Pero también está presente la posibilidad de que se repita, con similar contenido, el primer voto asistido que se produjo en Caracas en abril de 1810, cuando un cura, detrás y desde adentro del poder, instruyó que se votara contra ese poder.
En aquella época al aprobar la primera Constitución Nacional, un año después, se establecía que ni tenían derecho al sufragio los que no tenían propiedades. ¿Que podría ocurrir hoy, si todos los que no tienen ni propiedades ni poder deciden unirse en una misma decisión de voto?
Para saberlo, hay que cumplir con el sagrado deber.
@garciasim