En el mundo se prevé que las sequías sean más frecuentes e intensas con el cambio climático, agravando los impactos hidrológicos, económicos y ambientales Estos cambios pueden traducirse en importantes pérdidas económicas si no se actúa con anticipación diseñando estrategias de adaptación adecuadas. El pésimo manejo de las fuentes de agua, durante décadas, por parte de la agricultura, alteró los ciclos de los ecosistemas costeros. La sequía que asoló California entre 2012 y 2016, según algunos la mayor en 1.200 años, evidenció una serie de problemas que tienen que ver con la alteración humana de los ecosistemas naturales. En efecto, en el pico de este fenómeno, sin duda achacado al cambio climático, hubo que exprimir los acuíferos o reservas naturales de agua, así como disponer de los bancos de agua creados artificialmente. Las consecuencias de la sobre explotación de las reservas de agua fue una abrupta subsidencia: esto es el hundimiento de la superficie de los suelos por causa de la extracción, debido a que los minerales de la capa freática se compactan, lo que desencadena que la superficie ceda y se hunda; el asunto es que una vez que los minerales se comprimen, no retornan a su estado anterior, de ahí la irreversibilidad de la subsidencia. Pero también se da el fenómeno contrario: el de la elevación de los terrenos en épocas de lluvias e infiltración, cuando se recuperaron un poco los reservorios de agua subterránea; sin embargo el nivel no sube mucho porque la subsidencia tiene el efecto de disminuir la capacidad de almacenamiento del nicho subterráneo.
La falta de una legislación que lo obstaculizara, permitió que quien pudiera pagar, perforara pozos para disponer de las aguas subterráneas con fines agrícolas. En la parte crítica de la sequía, hubo una escalada en el número de pozos y en la profundidad de estos. Como consecuencia de este desorden se secaron las fuentes del subsuelo y la subsidencia se exacerbó. Así en un área de 1.200 millas cuadradas, en el Valle Central, el suelo se fue hundiendo 11 pulgadas cada año, dañando carreteras, ferrocarriles, puentes, tuberías y sistemas de irrigación de cultivos. Según la NASA, parte del Acueducto de California se hundió 20 centímetros en tan sólo cuatro meses. La subsidencia ya está presente en todo el estado. Es muy comentado el caso de la Torre Millennium, rascacielos de 58 pisos, ubicado en el centro de San Francisco; éste se hunde 40 milímetros por año, y ya recibe el apodo de la torre de Pisa americana, porque también se inclina.
En 2015 el gobierno estadal tomó medidas draconianas para reducir el consumo residencial: los ciudadanos de California tuvieron que recortar su ya disminuido consumo en 30%; no pudieron regar más sus jardines con agua potable sino mediante un sistema de riego por goteo, y quedó prohibido el riego libre en cementerios, campos de golf, universidades y otras instalaciones con grandes superficies verdes. Lo paradójico es que la agricultura consumidora del 80% del agua, no fue sometida a regulación alguna y miles de hectáreas de cultivos no autóctonos, devoradores de agua, se siguieron regando. La ley estadal de 2014, para controlar las aguas subterráneas, le puso coto al abuso en la explotación de este precioso recurso y recuperó al control estatal el Banco de Aguas de Kern.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 31 de mayo de 2018