Con la punta en la lengua, Adán tentaba sin cesar el diente roto. Con mirada de falso científico llegó a las calles de la Habana. Le entregaron el catecismo censor, y es lo único que se ha aprendido en su vida.
Parafraseando la lección de la Isla Interventora, construyó una frase con gran imaginación “La culpa es del imperialismo”. Su primera gran actuación fue destruir la Unellez, que le pagaba durante la cuarta, jugoso sueldo sin trabajar. Mandó a borrar la historia de la Universidad para que nunca sepan que fue el profesor más mediocre que ha pasado por sus aulas.
Con la punta de la lengua; Adán tentaba sin cesar el diente roto…vaga la mirada, así, apareció como constituyente. Su gran aporte en el foro se resume en una frase: “El imperialismo estaba metido hasta en los tuétanos en la moribunda Constitución”.
“Permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis”; gracias a estos dones fue nombrado en el 2.000 miembro de la Comisión Legislativa Nacional. Su aporte fue más estruendoso: “la espada de Bolívar la desenfundaremos contra el Imperio Yanky”.
Como nunca hablaba, su círculo íntimo recomendó que estuviera cerca de su hermano: Ministerio de la Presidencia. Ellos mismo le aupaban: “sufres del mal de pensar, eres un filósofo, eres un genio”. En la oscuridad de la boca, Adán “acariciaba su diente roto sin pensar”. Le surgió una idea: Traer médicos cubanos, que no eran tales, sino policías, por supuesto, para derrotar el Imperialismo.
“Su fama se aumentó como una bomba de papel hinchado de humo”. Ministro de Educación. Un día habló un cubano por él: “los programas educativos deben ser contra el Imperialismo norteamericano que nos acecha”. Llegó a la Gobernación de Barinas, pasó nueve años “distraído con su lengua ocupada en tocar la pequeña sierra del diente roto, sin pensar”.
Por ser sabio y profundo fue nombrado Ministro de Cultura. Nunca se presentó al despacho, “entregado a ondas meditaciones, sólo tentaba el diente roto sin pensar”.
Vuelve a la Constituyente, ahora la falsa, a la Cubana, fraudulenta, nombrada a dedo. Allí hace pocas horas, después de meses acariciándose su diente roto con la punta de la lengua, dijo: “pido la palabra”. Las barras hambrientas de líder lo aplaudían a nombre de la patria.
Exclamó: “Somos Victimas del guion imperial, a Chávez nos lo mataron. No tenemos pruebas suficientes pero hay evidencias, el Imperio mató a Chávez”.
Uno de los médicos, que lo atendió en el Hospital Habanero, cerca del mar de la felicidad, pensó para sus adentros, sin poder decir nada: “está loco ahora lo que falta es que alguien pregunte quienes lo intervinieron quirúrgicamente y que el Imperio nos compró. Aunque no tenemos ni para comer”.
En la falsa constituyente todo fue ovación y aplausos, “Sobre el grande hombre que nunca había tenido tiempo de pensar”.