Un Ferrari gris se detiene a dos pasos de la presidencia polaca, en Varsovia, y una mujer joven, con zapatillas deportivas y gafas de sol Chanel y un perrito en brazos, baja y entra en el hotel Raffles Europejski, un símbolo del retorno del lujo a Polonia.
Se dirige a “chez Lourse”, pues además de las habitaciones –cuyo precio oscila entre los 250 y los 4.000 euros la noche (290 y 4.700 dólares)–, el hotel cuenta con una pastelería histórica que lleva el nombre de su fundador suizo, Laurent Lourse, que llegó a Varsovia en 1820.
El Europejski, un establecimiento legendario, considerado en el siglo XIX el mejor hotel de Europa del Este y en el que en la actualidad cada cliente puede tener un mayordomo personal, acaba de reabrir sus puertas tras cinco años de reformas.
El año próximo podría instalarse aquí la primera tienda de Hermès de Polonia, aunque el grupo francés se limitó a confirmar “un proyecto de implatación en Varsovia a finales de 2019 o principios de 2020”.
Ausente durante mucho tiempo en el país, primero por las destrucciones de la Segunda Guerra Mundial y luego por el régimen comunista, el lujo se deja ver cada vez más en Polonia, atestiguando la aparición de una nueva clase rica, formada por jefes de empresas familiares, promotores inmobiliarios, banqueros…
– “Pueblo vertical” –
Y como símbolo de este lujo, se erigió la torre de apartamentos Cosmopolitan, de 44 pisos y un diseño minimalista obra de del arquitecto germanoestadounidense Helmut Jahn, autor de la sede de la Unión Europea en Bruselas.
De las 100 transacciones inmobiliarias más caras de Varsovia en 2015, 2016 y 2017, 79 correspondían a viviendas del Cosmopolitan, indicó a la AFP la presidenta de la empresa polaca Tacit Investment, que financió la construcción, Karolina Kaim.
El precio de un apartamento en este lujoso edificio varía según el piso y las vistas, el metro cuadrado de algunos alcanza los 10.000 euros, en un país en el que el sueldo medio mensual es de 1.100 euros.
La mayor parte de los propietarios son polacos (solo hay un 10% de extranjeros) y forman una especie de comunidad en este “pueblo vertical” cuya creación costó más de 100 millones de euros, según Kaim. Entre estos, hay cantantes, estrellas del espectáculo y futbolistas.
– Autos de lujo –
Otro símbolo del lujo son los automóviles. Hace solo unos años, la aparición de un Ferrari por las calles de Varsovia provocaba una gran expectación pero en la actualidad, al menos en la capital, la marca italiana ya no causa el mismo efecto.
Según la directora de mercadeo de Ferrari, Karolina Szulecka, que prefiere no dar cifras de ventas, el interés de los clientes crece constantemente y, si no fuera porque el constructor limita la producción, los polacos comprarían, nuevos, “un 10 o un 15% más”.
Tras la caída del comunismo en Polonia, se desarrolló una clase de ricos empresarios, muchos de ellos antiguos responsables de empresas privatizadas o pequeños comerciantes o artesanos que se adaptaron rápidamente a las nuevas condiciones y crearon o desarrollaron sus empresas familiares.
Además, las subvenciones y las inversiones europeas afluyeron hacia Polonia tras su adhesión a la Unión Europea en 2004. Los importadores de numerosos productos extranjeros, de los que el mercado polaco estaba sediento, también hicieron fortuna rápidamente.
Así, el PIB de Polonia en 2015 era más del doble que el de 1990. En la actualidad, las exportaciones progresan y, según las previsiones del FMI, el crecimiento debería ser superior al 4% en 2018, apoyado por un “consumo interior sólido”.
– Doce Ferrari –
En la actualidad, Polonia también cuenta con coleccionistas de bólidos de lujo, uno de los cuales –que prefiere guardar el anonimato– afirma tener doce.
El jefe los concesionarios conjuntos de Bentley y Lamborghini, Piotr Jedrach, espera vender este año unos 50 autos de estas marcas, incluyendo el modelo SUV.
Pero, aunque estos coches hagan soñar a algunos polacos, hay quien afirma no comprender ese afán por coleccionarlos. “Si tuviera tanto dinero, yo también me compraría un Ferrari”, asegura Hanna Mrowiec, una ejecutiva jubilada que vive en un piso de dos habitaciones. “¿Pero tener tres? Es absurdo, uno no puede circular en tres Ferrari al mismo tiempo”, declara a la AFP.
El lujo a la polaca es a menudo más discreto, más vinculado al mecenazgo cultural que a la ostentación.
La propietaria del Raffles Europejski, la suiza Vera Michalski, ordenó comprar unas 500 obras de pintores y escultores polacos modernos y, para decorar su hotel, empleó algunas de su colección personal.
AFP