Nunca como ahora fue tan difícil vivir en Venezuela, eso todos los sabemos. Un día falta el agua, el otro la luz, al otro el teléfono. Sin contar que desde hace muchos años falta la seguridad, la comida y sobre todo un gobierno decente que se preocupe por las necesidades más básicas de su gente. Si no fuera porque quienes aquí seguimos buscamos razones para continuar creyendo en nuestro país, definitivamente tendríamos un grave problema de salud mental. Resulta agotador para todos que cada día sea algo nuevo lo que se une a la lista de calamidades que vivimos, hace falta mucha estabilidad emocional para no desesperarse y para que el ambiente de destrucción que nos rodea no termine por destruirnos a nosotros mismos.
Evidentemente los problemas varían de acuerdo a cada venezolano, no me imagino por ejemplo lo que debe pasar alguien que padece de cáncer u otra enfermedad crónica y no consigue su tratamiento. Es allí cuando dentro de toda la tragedia que vivimos comienzas a agradecer por lo más elemental: la salud. Es una especie de instinto humano, compararte con quien puede estar peor que tú puede ser útil para ayudar a tranquilizarte, lo que no puedes permitir es que ese recurso te paralice y te vuelva una persona conformista, cuyo baremo de calidad de vida corresponde a ese donde se ubican los más desdichados.
Personalmente agradezco todos los días por estar con salud en un país donde estar enfermo es una condena a muerte, pero hay otras formas de agradecer que quedarte con el solo consuelo de estar vivo. Yo lo hago haciendo lo que puedo, no tengo cargo público, no soy millonario porque eso en este país se redujo a unos cuantos círculos de poder, pero eso no me impide ayudar y no saben lo que reconforta en medio de esta crisis sentirte útil, sentir que desde tu espacio das un empujón para producir los cambios que quieres ver en Venezuela.
Yo entiendo a quienes se sienten no solo cansados sino decepcionados de una dirigencia que sigue sin entender que mientras ellos se pelean, el país agoniza, pero para marcar la diferencia no hace falta que otro te diga qué hacer, solamente hay que hacer bien lo que cada uno hace e ir un poco más allá. Yo siempre cuento que cuando creamos la fundación “Un par por un sueño” con la idea de ayudar a los niños sin posibilidad de comprarse un par de zapatos para jugar fútbol, ni nos imaginábamos que tendríamos que ampliar este proyecto a un programa de alimentación que atendiera la grave crisis de desnutrición que viven nuestros sectores populares.
El problema estaba allí y sigue en aumento, no nos conformamos con lo que estábamos haciendo y quisimos ir por más, no sabíamos de dónde iban a salir los recursos, pero poco a poco fueron surgiendo ideas, aliados y hoy seguimos creciendo gracias a venezolanos dentro y fuera del país que también creen en el poder de ayudar y de soñar. Venezuela nos pertenece y nadie nos las puede quitar, si los lideres o políticos no son capaces de unirse, le tocará a la gente demostrar de lo que es capaz unida.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub