La fórmula de la aniquilación del bolsillo de los venezolanos: transferencia, efectivo e hiperinflación. Estos tres elementos hoy en día la mayoría los domina con dolor pero a la perfección en un país como Venezuela, reconocida por su riqueza petrolera, por su desarrollo, por su empuje en Latinoamérica. Nos metieron en el fango y ahora pobres y ricos sufren por igual.
Vivimos en un país de “transferencias”, pero aún con una pizca de confianza; resulta que si usted va comprar algo en un supermercado, en un restaurante o en una tienda de repuestos, la operación dependerá de si el punto electrónico funciona, o de si no se han robado los cables de Cantv para que haya internet, o de si al que baja el suiche en Corpoelec no se le ha olvidado subirlo para que haya electricidad en donde usted esté haciendo su compra. Si alguno falla, olvídese que podrá pagar; sin embargo, si corre con la bendición de tener un teléfono inteligente o mejor, un familiar o amigo en casa o en la oficina que tenga luz e internet, tiene la opción de cancelar vía “transferencia”, a la que se le debe hacer foto para enseñarla al encargado del sitio donde esté adquiriendo un producto o servicio.
La semana pasada estuve en el golfo de Cariaco, exactamente en la península de Araya, en el oriente de Venezuela, allí hasta el servicio de tostones con queso debe cancelarlo con transferencia, si no tiene un teléfono inteligente y la confianza del vendedor olvídese que puede comerse o ingerir lo que desea. Aquellos heladeros de playa o vendedores de mazorcas que negociaban en efectivo quedó en el recuerdo; hoy en día pagas en transferencia o no hay producto.
El otro drama antes de llegar a la “política económica de la transferencia”, es la falta de efectivo, aunque llegara a tener todos los bolívares en billete en su poder no le alcanzaría para pagar una cuenta de supermercado; así que el dinero en efectivo sólo se usa para echar gasolina o pagar el transporte público; mientras que los chinos hoy pagan todo con chip o por el teléfono nosotros estamos en un atraso inimaginable hasta que se vive en carne propia.
Debo confesar que pensé que la falta del efectivo y el negocio que las mafias, a las que no combate el Gobierno valga la acotación, era sólo en el Zulia pero ya veo que es toda Venezuela; la compra de dinero en efectivo cuesta 300%; para tener un billete de 100 Bs. tiene que pagarle a los mafiosos 300 Bs; en total debe transferirle 400 Bs. Esto es una locura ambulante, los únicos que no se dan cuenta porque miran para el otro lado, son los inquilinos de Miraflores y los que votaron por Nicolás en el circo electoral del 20 de mayo.
Cuando va un mercado y compra en efectivo el producto le cuesta tres veces menos, por ejemplo un cartón de huevos por punto o transferencia cuesta cinco millones de bolívares; pero en efectivo cuesta un millón de bolívares; y así pasa con cada producto de la cesta básica. No soy economista ni pretendo serlo, pero sí soy un venezolano que vive en carne propia lo que en este artículo de opinión planteo sin mucho tecnicismo y que hasta los abuelitos dominan a la perfección; la hiperinflación
Es tan galopante la hiperinflación que hoy puede pagar por una compota 400 mil bolívares y mañana un millón 200 mil bolívares, un paquete de harina PAN en dos millones de bolívares, un refresco en tres millones, una margarina en dos millones 500 mil bolívares, un libro para el colegio de tus hijos en 20 millones de bolívares, o una copia en 100 mil bolívares; ya ni con ni con guías o libros fotocopiados se puede estudiar.
Lo peor de todo esto es que si hoy no compra lo que necesita, mañana corre el riesgo que el producto aumente de manera sorprendente, según The Spectator Index Venezuela está en el primer lugar en el 2018 con una inflación que alcanzará el 12.615%; Turquía 12%, Alemania 1.8%, Francia 1.9%, Italia 1.2% y Japón 1%; con estos números se ratifica que vamos por el peor camino. El economista y diputado José Guerra hace referencia a que este año la inflación llegará a 100.000%, la acumulada ya va por 46.000%.
Con razón la gente no está pendiente de protestar sino de seguir sobreviviendo sin efectivo, con transferencia e hiperinflación. Qué tragedia la que vivimos.
Lo que falta es que el ministro de economía tome como medida hacer misas todos los meses para pedirle a Dios que baje la inflación; así como hizo el ministro de petróleo para pedir que aumente la producción petrolera.
Edward Rodríguez
@edwardr74