La Conferencia Episcopal de Nicaragua acordó hoy continuar como mediadora y testigo del diálogo nacional con el que se espera superar la crisis que ha dejado al menos 320 muertos desde abril pasado, pese a la agresión física y verbal que sufrieron este lunes los obispos.
EFE
“No nos retiramos pese a la hostilidad del Gobierno. Seguimos creyendo que el diálogo es el camino para superar la violencia en Nicaragua, por tanto, no abandonaremos el diálogo”, dijo el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, uno de los agredidos, al salir de un encuentro del pleno del Episcopado.
A esa conclusión llegaron los obispos tras una reunión por más de seis horas que se celebró en el Seminario Nuestra Señora de Fátima, en Managua, presidida por el cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes.
Los obispos convocarán a finales de esta semana a la reanudación del diálogo nacional.
“Va a continuar (el diálogo). Nos unimos a tanto dolor y sufrimiento de tantas personas que han sufrido esta violencia, unidos con paciencia y humildad”, dijo, por su lado, el obispo de la diócesis de Jinotega (norte), Carlos Herrera.
Tanto Baez como Herrera exhortaron a los nicaragüenses a tener fe y esperanza en que la paz se alcanzará usando métodos pacíficos.
La Conferencia Episcopal suspendió este lunes las mesas de trabajo creadas para superar la crisis en el país debido a la agresión física que sufrieron los religiosos en una basílica en la ciudad nicaragüense de Diriamba (sur).
El Episcopado había citado este lunes a la mesa de Verificación y Seguridad, así como a la mesa Electoral, no así a la de Justicia, para reiniciar el diálogo, sin embargo, optó por aplazar las dos mesas de trabajo tras los sucesos en Diriamba.
El lunes, un grupo de parapolicías irrumpió violentamente en la basílica de San Sebastián, donde agredieron a los obispos y periodistas, entre ellos el nuncio apostólico Stanislaw Waldemar Sommertag, el cardenal Brenes y el obispo Báez.
La agresión ocurrió cuando los obispos viajaron a Diriamba, 42 kilómetros al sur de Managua, para liberar a un grupo de enfermeros y misioneros franciscanos sitiados por los parapolicías en el templo.
La situación se presentó después de que una delegación de la Iglesia católica, acompañada por la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPHD), entró en la plaza central de Diriamba, cuya basílica estaba rodeada por unos 200 encapuchados paramilitares y parapolicías, así como decenas de policías fuertemente armados y algunos de ellos también con los rostros tapados.
Efe pudo constatar que cuando la delegación eclesiástica llegó al lugar los agentes uniformados desaparecieron para dar paso a centenares de encapuchados civiles y simpatizantes del presidente Daniel Ortega.
El Episcopado también denunció que un templo católico en la ciudad de Jinotepe (sur) fue profanado por un grupo de paramilitares.
Ambos sucesos fueron enmarcados dentro de la ola de violencia desatada por actos de represión hacia las personas que protestan contra Ortega, que han cobrado al menos 320 vidas, según la ANPDH.
El país centroamericano está sumergido en la crisis sociopolítica más sangrienta desde la década de 1980, con Ortega también como presidente.