Rusia después del Mundial: ¿que quedará de la alegría?

Rusia después del Mundial: ¿que quedará de la alegría?

 

Cuatro semanas de locura futbolística, fiesta en la calle y una policía excepcionalmente amigable. Por todo esto, muchos rusos no quisieran que terminara la Copa del Mundo. ¿Cuántos de los cambios perdurarán?





Por Emily Sherwin para Deutsche Welle

“Hay un ambiente de festival actualmente. Luego del Mundial, por lo menos nos quedará la mercancía, que será mucho más barata”, dice con sarcasmo un joven envuelto en una bandera rusa. Es uno de cientos de personas que pueblan la Plaza Roja, que se ha convertido en un enorme parque futbolístico a causa del torneo. Una joven madre se muestra fascinada por la atmósfera que el campeonato ha traído a su ciudad. “Todos quieren venir y pasear aquí. Siento incluso como si el metro me llevara más rápido hasta el centro de Moscú”, afirma. “Quisiera que todo perdurara más allá de la Copa del Mundo, incluyendo a los hinchas.”

En las pasadas semanas, cientos de miles de aficionados extranjeros han caído como un vendaval sobre las 11 ciudades sede de los partidos. En la capital rusa se siente un ambiente de fiesta perpetua. En la calle Nikolskaya, con sus faroles, hinchas de todo el mundo bailaban, se tomaban “selfies” y se ponían los sombreros de los demás. La policía se hacía la de la vista gorda ante quienes bebían en la vía pública y hasta posaba para fotos ocasionales con los turistas.

En la Plaza Roja, muchos rusos dicen que disfrutan todo esto, mientras dure. “Nada se quedará. Se llevarán todo, lo despedazarán y lo destruirán. Así es la gente aquí”, dice otra mujer. Una más, con mayor optimismo, asevera que los estadios en las sedes permanecerán y harán orgullosa a la gente porque “durarán para las próximas generaciones.”

Puliendo la imagen de Rusia

Tal orgullo tiene un costo. Rusia ha invertido un total de 683.000 millones de rublos (cerca de 11.000 millones de dólares) en la Copa del Mundo. La mayoría de los fondos se han invertido en infraestructura y construcción. Los organizadores del torneo esperan que cantidades similares regresen a las arcas rusas luego de que los hinchas se hayan ido. Cuentan con que el turismo vivirá un auge y contribuya a una mejor imagen de Rusia.

La Copa del Mundo ha sido para Rusia una oleada positiva, y no solo para los viajeros que visitaron el país. Alexander Baunov, analista del Centro Carnegie de Moscú, considera que no debe subestimarse el poder de la lluvia de fotos positivas a través de las redes sociales. “Rusia ha obtenido muchos ‘Me gusta’ “, dice.

¿”Me gusta” a largo plazo?

Pero si bien la copa del Mundo ha permitido a Rusia presentar una imagen distinta ante el mundo, analistas como Stanislav Belkovsky subrayan que el presidente Vladimir Putin no ha hecho inguna concesión política en el marco del Mundial (a diferencia de lo que ocurrió en 2014 antes de los Olímpicos de Invierno en Sochi). Hoy en día, el cineasta Oleg Stentsov permanece tras las rejas y en huelga de hambre en demanda de que sean liberados los presos políticos ucranianos de las prisiones rusas.

Su controvertido colega Kyrill Serebrennikov está bajo arresto domiciliario por un supuesto fraude. Antes de los juegos de Sochi, Putin liberó a dos activistas de la banda Pussy Riot, y Putin perdonó al magnate petrolero Mijail Jodorkovsky.

“Putin no desea repetir los que ve como errores de 2014”, indica Belkovsky. “Esas liberaciones no lo acercaron en lo más mínimo a reconciliarse con Occidente.” Belkovsky opina que las noticias positivas acerca de Rusia gracias al Mundial de Fútbol tendrán un efecto limitado. “El mundo de la política y el mundo del fútbol están separados. La marginalización internacional de Rusia no está determinada por el fútbol, sino por la anexión de Crimea, la guerra en el sureste de Ucrania, y la injerencia en las elecciones rusas. Y ninguno de esos temas se irá así como así.”

Concesiones para los hinchas

Las fuerzas de seguridad rusas parecen haber suavizado su postura durante el Mundial, presumiblemente cumpliendo órdenes “desde arriba”. Pero también es verdad que la seguridad ha sido prioritaria: en las sedes se dificultó el trámite para obtener autorización de realizar manifestaciones públicas. La presencia policial creció, lo mismo que los controles de seguridad. Pero en la Rusia normal, trepar a postes de alumbrado o envolverse con una bandera nacional puede ser causa de arresto o el uso de la fuerza policial.

Éstos y otros comportamientos han sido tolerados durante el campeonato de fútbol. “Pero eso terminará una vez que haya llegado a su fin el Mundial”, insiste Belkovsky. Baunov, del Centro Carnegie, coincide en que las restricciones que se aplican en Rusia contra la libertad de asamblea reaparecerán.

El analista también considera que la experiencia de abordar a una multitud “alegre pero no muy obediente” podría dejar alguna enseñanza a la policía rusa. “Es una experiencia que no se borra con facilidad. Los policías no pueden ser simplemente reprogramados. Son también seres humanos”, dice Baunov.

Una mujer madura observa en la Plaza Roja a un grupo de jóvenes de distintos países que juegan juntos al fútbol. “Quizá algo de esta camaradería se quede”, señala. “Las cosas buenas no se olvidan tan rápido. Ciertamente, nosotros recordaremos todo lo que hemos visto”.