Luis Alberto Buttó: Historias en mayúsculas

Luis Alberto Buttó: Historias en mayúsculas


A escala global, abundan las historias en medios y redes. Buena parte de ellas son banales, tergiversadas, intrascendentes. Narraciones pasajeras construidas en laboratorios mediáticos y difundidas mediante el esquema avalancha de “información” con la única finalidad de atrapar constantemente la atención de la gente, de forma tal que, al saltar de una nota a otra, las masas (término no peyorativo) no comprendan a cabalidad el mundo que las rodea, pues no llegan a contextualizar acontecimientos, fenómenos, procesos y problemas, cuyo tejido por definición es producto de lo transcurrido en perspectiva histórica. El concepto, el análisis en profundidad, la teorización del asunto, no son lo importante. La inmediatez lo es. Bajo el efecto perverso de ésta, se corre de un titular a otro, de un tuit a otro, con el desespero de quien no puede desprenderse del aparato electrónico porque siente pánico de ser el último en enterarse. La práctica del RT es lo realmente viral. Mientras unos se afanan sin lógica ni criterio en difundir todo cuanto les llega, algunos (demasiados) se solazan en el enfermizo onanismo de contar sus seguidores y menciones. Aquello de «voy con un hilo» se hizo equivalente a decir «el lila es el color dominante para la temporada veraniega».

Por supuesto, en medio de tantas historias redactadas en minúscula, sobresalen las escritas con mayúsculas. No porque se grite con ellas, ya que en realidad no es necesario hacerlo: tienen peso propio e indiscutido. Son historias que vale la pena sean contadas en función de la enseñanza que dejan; es decir, aquellas cuya lectura hecha con inteligencia debería generar el aprendizaje correspondiente. La de la biografía de tantos jugadores de selecciones europeas presentes en el actual mundial de fútbol, por ejemplo. Al leer las líneas de sus relatos, gracias a los perspicaces que tuvieron el tino de narrarlas, nos topamos con el hecho de que son hijos de inmigrantes o inmigrantes muchos de ellos mismos, víctimas de una realidad atroz que no termina de extinguirse de la faz de la tierra: el odio como leitmotiv de la política. Odio que trajo consigo la guerra. Odio que dejó tras de sí la devastación.

Cuando el liderazgo gobernante de un país está motivado por el odio, sólo la revancha, sólo la venganza, termina siendo el objetivo de todo cuanto se haga desde el poder. En esas condiciones, los pueblos deben saber que la desgracia se erigirá cotidianidad. Bajo esa bandera, identificada con los colores de la crueldad, no hay respeto posible a la condición humana y la armonía social se vuelve añicos. Las fieras descontroladas del despotismo, la tiranía, la opresión, campearán por sus fueros. Represión, atrocidades, despojo de espacios, negación de Derechos, indolencia frente a la necesidad, fuerza y brutalidad en ejercicio cebado por la impunidad, serán los elementos que nutrirán la lista de la infamia en ejercicio. En resumidas cuentas, irremediable sufrimiento de la gente. Frente a esta realidad, los pueblos están obligados a reaccionar. El monstruo debe espantarse. Es irracional permitir que cristalice la iniquidad. Jamás se debe olvidar que la ruindad del que odia lo hace inmutable al dolor de la otredad.





Por cierto, nunca he tenido favoritismo en los mundiales. Mi selección se escribe con V de Venezuela. Pero hoy, es obvio, me gustaría que ganara Croacia. Suerte.

 

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3