Los impactos de bala en paredes, ventanas y en imágenes de santos en la iglesia Divina Misericordia de Managua son testimonio del violento asedio de fuerzas del gobierno contra estudiantes opositores, uno de los episodios más cruentos de la crisis política que deja más de 280 muertos en tres meses de protestas en Nicaragua.
AFP
El daño material más notable es el causado al sagrario y a la imagen de Cristo en el templo, que tiene tres perforaciones de bala, una en el pecho y dos en su atuendo, del que parecen emanar destellos de luz.
“Esa imagen (del Cristo de la Divina Misericordia) fue traída de Polonia, es una réplica de la original y va quedar así, porque esos tres agujeros representan el sufrimiento del pueblo”, dijo consternado el vicario de la iglesia, Erick Alvarado.
Estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) se refugiaron de la represión gubernamental el sábado pasado dentro del templo y quedaron atrapados junto con sacerdotes y periodistas por unas 12 horas, durante las cuales fueron asediados por paramilitares que disparaban armas de fuego, en un hecho que dejó dos muertos.
Los sucesos en la iglesia se inscriben en la ola de protestas que comenzaron el pasado 18 de abril contra una reforma al sistema de pensiones y que derivaron en una demanda para la salida del poder del presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo.
“Eso (daños) va a quedar como recuerdo de todo esto que hemos vivido”, manifestó Alvarado, quien narró los momentos de terror que pasó junto a los estudiantes el día del ataque.
La iglesia de la Divina Misericordia, contigua a la UNAN, se mostró abarrotada este viernes durante una jornada de ayuno y oración convocada por la iglesia católica a favor del diálogo entre el gobierno y sus opositores, del cual los obispos católicos son mediadores y testigos.
Esa fue la primera misa de desagravio tras el ataque y ocurre después de que Ortega acusara a los obispos de “golpistas” y de estar comprometidos en una “conspiración” contra el gobierno, en un discurso el jueves en Managua, durante un acto por el 39 aniversario de la Revolución Sandinista.
Noche de horror
“Fue una noche de terror. A eso de las dos de la madrugada cortaron la energía, quedamos a oscuras y pasamos todos tendidos en el piso por miedo a las balas. Un par de balas entraron a la casa cural, muy cerca de donde estábamos”, recordó Alvarado.
“Temí por mi vida, en un momento pensé que era mi último día”. En esos momentos aciagos, el sacerdote mencionó que solo contemplaba la imagen de Cristo crucificado y rezaba con el rosario en sus manos.
“Jamás pensé que podían atacar un templo, la casa de Dios”, recriminó Alvarado, que logró salir del lugar tras 12 horas de asedio por gestiones del cardenal Leopoldo Brenes y organismos de derechos humanos.
Previo al ataque a la UNAN y a la iglesia “había asedio todas las noches. Fueron dos meses que nos costaba dormir porque se escuchaban balas, detonaciones cada dos o tres horas, pero nunca imaginamos que iba a ser un ataque indiscriminado a la casa de Dios”, insistió.
“Cuando vinimos a limpiar después de todo lo que pasó, fue horrible, impactante. Cuando entré había sangre en el piso, balas. Ver la capilla con las paredes toda rafagueada, fue duro”, manifestó Isabela, una joven estudiante de una universidad privada que ayudó a limpiar el templo tras los daños causados.
“Es horrible solo pensar cómo pueden hacer eso en un templo, un lugar sagrado”, manifestó la joven.