Reconozco que a veces padezco de recuerdos infernales sobre las llamadas imprevistas a pasar al pizarrón, para desmontar cifras, dilucidar ecuaciones enrevesadas o entender por qué a un mentecato se le ocurrió –para detener su tedio primitivo–, ponerse a contar y a fantasear con números.
Nunca fueron mi fuerte las matemáticas. Me hacía de la vista gorda cuando la maestra hacía esas explicaciones numéricas complicadas, mientras yo sólo ansiaba con premura las clases de castellano.
Hoy revivo esa misma sensación amarga, incierta y terrible, tras los anuncios incomprensibles de Maduro, de seguir eliminado ceros a nuestra moneda. Los pocos patriotas que quedan, estampados en esos billetes casi inservibles, deben anhelar encarecidamente, una postura más seria y ejemplar sobre su real valorización.
El mandatario venezolano lo ha llamado: “reconversión económica monetaria”, cuando a mí sólo me ha descompuesto el estómago y mandado a la porra cualquier análisis justo del futuro.
Lo más chinesco de todo este asunto, resulta la eliminación descarnada y por antojo de cinco ceros a la moneda. No cabe en mi cabeza cómo puede generar algo de alivio en la población que el sueldo pase de cinco millones a 50 bolívares, mientras un kilo de café terminaría valiendo más de 250.
Más allá de que el gobernante padezca de una indigestión de sentido común o que trate de modificar una economía inservible con sus fallidas recetas, la población no sólo sigue incrédula, molesta y agotada de su circo desventurado, sino nadie espera verdaderamente algún cambio en positivo para los venidos días.
Hacía unos meses, Maduro se había referido a la sustracción de dos ceros. Esta semana lo incrementó a cinco. Quizá su empecinamiento con los ceros consista en una idea desconcertante de que, mientras menos ceros tengan los billetes, el pueblo lo observe como un dictador sin-cero.
Lo destacable de la realidad venezolana es que, mientras el Presidente de Venezuela continúa notificando su compulsiva obstinación con la eliminación de ceros, el Fondo Monetario Internacional (FMI), más conocedor y avezado en el manejo de las cuentas globales, hace un análisis a la inversa y en vez de quitar ceros los suma, ante el encarecimiento incorregible de la calidad de vida nacional.
Augura nada más y nada menos que 1.000.000 por ciento de inflación para este año. La descomunal y desconcertante etiqueta de hiperinflación que sostiene el organismo frente al devenir de nuestra nación –que provoca la turbamulta de emigrantes venezolanos, superior a los mil diarios huyendo por las fronteras– , resulta comparable “a la de Alemania en 1923 o la de Zimbabue a fines del 2000”, como lo refirió el director del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, quien reconoció la destrucción del sistema de precios y la profunda crisis social y económica del país.
Por más que Maduro haya incrementado el salario mínimo cuatro veces en lo que va de año, le elimine ceros, bigotes y hasta el respeto a los billetes o rebautice a la moneda como fuerte, soberana o intergaláctica, la decadencia y deterioro de la población sobrepasa lo impensable, demostrando la carencia del más elemental humanismo por parte del gobernante.
Venezuela está torturada por un sistema farsante, indómito e incorregible. La única visión es eliminar ceros a diestra y siniestra, inventarse escaramuzas inconfundibles y manejar el absolutismo con oficio disciplinado. Posiblemente en el futuro, los ciudadanos cansados de la devastación colectiva, asuman la “tolerancia cero” y sumen fuerzas para cambiar de Gobierno.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571