Nicolás Maduro tiene razón. Quien lo escuchó el pasado sábado en su discurso de instalación del IV congreso del PSUV, sabe que, aunque tarde, por fin se sinceró. Reconoció lo que todos sabíamos, menos él: “las 70 principales empresas del Estado están en números rojos”. Con intención o sin ella, aceptó ante sus camaradas y un país empobrecido hasta los tuétanos, que es el responsable de la debacle de la producción nacional que se traduce, entre otras cosas, en la escasez y encarecimiento de los alimentos y el deterioro de los servicios públicos. En definitiva, Maduro se autoproclamó como el gran responsable de la emergencia humanitaria que agobia a los venezolanos.
“Estamos mal. Hace seis meses mandé a hacer un estudio de las 70 empresas más importantes del conglomerado de empresas nacionales del estado con distintas modalidades de administración…Las 70 empresas están en rojo. Ya es nuestra responsabilidad. Yo no lo voy a tapar, no lo voy a negar”. Así hacía Maduro su mea culpa mientras agregaba con sarcasmo: “Vemos un capitalismo de estado donde una directiva emperifollada, en su camionetota, hace lo que le da la gana en esa empresa”. Y para rematar el comentario, del que probablemente no midió su alcance, dijo: “No producen. No hay riquezas para el país. Al final ustedes ven nóminas infladas. Una empresa que puede funcionar con 200 obreros, termina teniendo 2.000. ¡No joda!”.
¿Dónde ha estado el Presidente todo este tiempo? ¿Qué ha estado haciendo que no se había dado cuenta del desastre en el que nos ha metido?
¿Acaso el Presidente obrero intenta sacudirse la responsabilidad del fracaso de esas empresas estratégicas para el desarrollo de la Nación, achacándole la culpa a sus ineficientes directivas y olvidando que éstas están donde están porque tienen su venia? ¿O es que acaso no es él quien manda? Sean cuáles sean las respuestas a estas preguntas, es él y sólo él el responsable de la catástrofe nacional que vivimos.
Pero la gravedad de la confesión no se queda allí. Va mucho más allá. Maduro lleva seis meses pecando por omisión, por complicidad. Tiene seis meses consintiendo el desfalco de la Nación, sacando millonadas para pagar unas nóminas que en nada le aportan al país, en vez de utilizar esos recursos para dotar los hospitales o garantizar los medicamentos de alto costo y así evitar que se sigan muriendo nuestros enfermos renales ó con cáncer. Nicolás Maduro ha preferido negarse a reajustar los sueldos miserables de nuestros médicos y enfermeros para seguir pagando la burocracia, la corrupción y la ineficiencia de unas empresas que lo que han hecho todo este tiempo es chupar y chupar mientras centenares de venezolanos pierden 8 kilos al mes porque no tienen cómo alimentarse.
Sin embargo, el Presidente sólo se refirió a las 70 principales. El hueco que le han hecho a las finanzas del país, y por ende a nuestros bolsillos, es inmensamente mayor a lo que nos podamos imaginar. Hasta el año pasado, la ONG Transparencia Internacional daba cuenta de que el estado era propietario de 526 empresas, de las que 390 fueron resultado de la creación, expropiación ó confiscación. En el año 2001 sólo se contaban 74. Este crecimiento exponencial de las empresas públicas ha sido justificado a través de los años por la élite dominante bajo la consigna de “seguridad alimentaria y protección laboral”. Pero como dijera Cantinflas, “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”, éstas sólo nos han dejado hambre, miseria y destrucción.
El chavismo, desde que llegó al poder, consumó sus ganas de hacerse de todo. Metió sus narices en todas partes. Tiene bajo su tutela, entre las empresas más importantes, PDVSA, Agroisleña, Cantv, Movilnet, Corporación Eléctrica Nacional, Corporación Venezolana de Guayana, cementeras, las hidrológicas, los bancos de Venezuela, Del Tesoro y Bicentenario; Metro de Caracas, las empresas del gas doméstico, los teleféricos de Mérida y Caracas, Conferry, Conviasa, Aeropostal, la fábrica del tan cacareado vergatario, y pare de contar.
Si bien el ejemplo más claro lo representa la destrucción de PDVSA, no es menos importante el profundo daño que el gobierno rojo le ha hecho al campo venezolano, lo que explica la emergencia alimentaria que vivimos. Transparencia Internacional indica en su página web que desde el año 2010 el Estado controla los insumos necesarios para la siembra y la ganadería, cuando Agroisleña fue transformada en Agropatria. Pasaron a ser controlados por el gobierno la distribución de las semillas, fertilizantes, equipos, asistencia y hasta créditos para el campo. No conformes con eso, en 2013 crearon la agropecuaria de la Fuerza Armada Bolivariana, empresa militar que impuso el control de los uniformados castrenses sobre la producción del campo a lo largo y ancho del país.
Como nunca antes lo había hecho y quizás como nunca más lo hará, Nicolás Maduro fue extremadamente didacta a la hora de explicarnos, con pocas palabras, por qué hemos tocado fondo, por qué en tan poco tiempo han acabado con la producción nacional, los servicios públicos, los alimentos, las instituciones, el valor del bolívar y el valor del trabajo. Y lo hizo nada más y nada menos que desde el Panteón Nacional, delante del padre de la Patria, Simón Bolívar, a quien tanto han manoseado en esta improductiva revolución. Sin duda, Maduro tiene razón.
Gladys Socorro
Periodista
Twitter: @gladyssocorro