“La diferencia entre un esclavo y un ciudadano es que el ciudadano puede preguntarse por su vida y cambiarla.
Alejandro Gándara”.
Soy de los que cree que en Venezuela no debimos jamás llegar a vivir un fenómeno tan degradante ni colmado de odio como la exclusión. Yo trato por igual a opositores y a quienes apoyan a este gobierno pese a estar seguro, desde mi punto de vista, que están terriblemente equivocados. No excluyo a nadie, ni discrimino a nadie por ningún motivo y menos aún por razones políticas. Las diferencias por motivos políticos y religiosos suelen ser interminables, bizantinas y por lo general abren brechas insalvables entre los seres humanos. Practíco el respeto por el pensamiento ajeno.
Hago este “introito” porque conversando estos días con un amigo, furibundo chavista que trataba de convencerme de los esfuerzos del gobierno por sacar a Venezuela de los grandes daños infringidos por “la guerra económica” no me quedo más que decirle: ¿Pana, dime algo, tú vives hoy mejor que hace 10 años? Dudó por unos momentos, y su respuesta fue contundente, precisa y monosilaba: “¡No! seguida por un largo silencio y un “esta vaina no se aguanta, las cosas tienen que cambiar”
Y es que la verdera exclusión y discriminación es la que practica el gobierno hacia todo el pueblo llano. Si alguna de las promesas que se han hecho desde el gobierno en estos últimos 20 años ha sido cumplida a rajatabla, es la de la igualdad social. Han condenado a ser iguales de pobres, desafortunados y miserables a la grandísima mayoría de los venezolanos.
Una franela roja con los ojos de Chávez, ni el carnet del PSUV, ni tampoco el de la patria, eximen al portador de tener que pagar la carne a 10.000.000 de Bs el Kilo, ni de pagar el Queso a 8.000.000, ni de tener que “parir” más de 40.000.000 por un antibiótico, eso sí lo consigue. Tampoco sirven para conseguir atención en la emergencia de un hospital y mucho menos le hace invisible para el hampa en la calle.
No hay manera que “scaneando” el código QR del fulano carnet regrese la luz cuando se va o que llegue el agua todos los días a tu casa.
Es impresionante la cantidad de afectos al gobierno, que aún de la boca para afuera defienden está calamidad y muchos otros que ya no, han abandonado el país por las deplorables condiciones en que vivimos y más aún, nos quedaríamos boquiabiertos con la cantidad que están “arreglando papeles” para sumarse al éxodo.
Ya no quieren hacer más colas ni jalar más mecate para poder sentirse privilegiados al sumarse a la “fiesta de las lentejas” que constituyes las cajas del CLAP no quieren más paracetamol cubano de los CDI que pareciera servir calmar un dolor de muelas, lo mismo que para curar el cáncer.Ya no quieren más mentiras y se cansaron de comer solo lentejas.
El descontento avanza entre sus seguidores, porque la verdad es que el hambre tiene cara de perro y rabioso.
No lo dicen, y si lo expresan, aún lo hacen en cerradito, en voz muy baja y en muy “petit comité”, aún respetan por miedo más que por convicción ese código de silencio que caracteriza la opresión comunistoide, esa especie de “omertá” tan parecida a la practicada por la cosa nostra.
Lo cierto es que eso que me dijo mi amigo marxista, izquierdista y chavista es la gran verdad “Esto ya no se aguanta, las vainas tienen que cambiar”
José Manuel Rodríguez
Asesor / Analista Político
@joserodriguezasesor
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